Este artículo se publicó hace 5 años.
Emisiones CO2Las chapuzas inmobiliarias de la burbuja disparan las emisiones de CO2 de los hogares
El empleo de materiales de construcción deficientes y la ausencia hasta principios de esta década de normas estrictas sobre eficiencia energética y ecológica en las viviendas disparan las emisiones de gases de efecto invernadero de las casas.
Zaragoza-
Los hogares han desplazado al sector energético como el segundo mayor foco de emisiones de gases de efecto invernadero en España y comienzan a reducir a un inquietante ritmo la brecha que les separa de la industria, cuyas tendencias, pese a seguir siendo el principal lanzador de este tipo de residuos gaseosos, resultan completamente opuestas: las fábricas contaminan cada vez menos mientras las casas lo hacen cada vez con una mayor intensidad.
Los hogares españoles lanzaron el año pasado a la atmósfera el equivalente a 71,4 millones de toneladas de CO2; 3,4 menos que hace una década, cierto, pero al mismo tiempo casi siete más que los 64,56 de 2012, en plena crisis.
Esos seis años de constante incremento, iniciados cuando la crisis comenzó a aflojar antes del comienzo de la llamada recuperación en 2014, han supuesto un aumento del 10,6% en el mismo periodo en el que, aunque con dientes de sierra y con diferencias por ramos, los sectores productivos reducían sus emisiones en casi cinco puntos y cerca de 18 millones de toneladas.
“Solo la industria supera a los hogares en volumen de emisiones en España, y eso es algo que debería hacernos ver la importancia que tiene aplicar normas y medidas que permitan mejorar su eficiencia energética y poner en marcha un sistema cien por cien renovable”, señala Tatiana Nuño, responsable de Cambio Climático de Greenpeace, que destaca cómo las propias comunidades de vecinos pueden volver a impulsar ese tipo de actuaciones tras la abolición del impuesto al sol.
Coincide en el diagnóstico con Javier Andaluz, responsable de Cambio Climático en Ecologistas en Acción, que vincula los elevados volúmenes de emisiones del sector residencial con la desidia que caracterizó a buena parte de los constructores en la burbuja inmobiliaria. Entonces, llegaron a edificarse más de cuatro millones de casas, una por cada cuatro que ya había según indica el Censo de Población de Viviendas de 2011 del INE (Instituto Nacional de Estadística), para superar los 25 millones en un país con 18 millones de hogares.
Viviendas obsoletas con materiales de baja calidad
“Las medidas de construcción sostenible se dictaron tarde y eso permitió que buena parte de las viviendas que se construyeron durante la burbuja tengan una baja eficiencia energética y ecológica que ha empezado a manifestarse en forma de emisiones de gases de efecto invernadero cuando han sido ocupadas”, explica Andaluz.
De hecho, hasta la aprobación de la Ley de Economía Sostenible a principios de 2011 y la posterior reforma del Código Técnico de Edificación no comenzó la trasposición a la legislación española de las directivas sobre eficiencia energética que Europa había aprobado en 2006 y 2008. Para Andaluz, esto tiene una relación directa con el hecho de que en España, por lo general, “el parque de vivienda es obsoleto y está construido con materiales de baja calidad”.
Nuño añade algunos matices entre los que destacan el “mayor despilfarro” de energía con la recuperación de la economía. “Se trata de emisiones-chimenea, que se dan por un mayor consumo, y que han subido fundamentalmente por la salida de la crisis”, señala, aunque sin olvidar que “la eficiencia energética es muy baja” y eso se convierte en un factor clave; aunque también modulable con medidas de ahorro domésticas.
Sin embargo, no parece que, al menos a corto plazo, las cosas vayan a mejorar en este ámbito. Una de las conclusiones a las que ha llegado el Observatorio Ciudad 3R, un think thank de quince entidades públicas y privadas, en su análisis sobre las políticas públicas de fomento de la rehabilitación y regeneración urbana en España apunta que “poco más del 28% de las obras de rehabilitación está destinado a mejorar la eficiencia energética” y que las ayudas públicas para este fin alcanzan una media de 7.153 euros por vivienda.
“Hemos de acelerar la reducción de las emisiones”
Tampoco es que el descenso de las emisiones que se está dando en el tejido productivo sea intenso: un 2,4% el año pasado en relación con el anterior, y un 18,5% en una década, aunque con un repunte del 2,5% en el lustro de los brotes verdes.
“Hemos de acelerar esa reducción de las emisiones, que ahora son casi simbólicas”, explica Tatiana Nuño. “Para evitar que la temperatura haya aumentado un grado y medio a final de siglo, en 2030 tendríamos que haberlas recortado un 55% sobre los registros de 1990. Pero a ese ritmo no vamos a llegar; ni siquiera lo conseguiríamos para 2050, que es el objetivo del Gobierno”, asegura.
El comportamiento de distintos sectores productivos resulta muy dispar, con descensos notables en el energético como consecuencia de la descarbonificación, el aumento de la producción de energía de fuentes renovables y, también, el encadenamiento de varios ejercicios con una elevada producción hidroeléctrica.
Así, pese a esa reducción global del lanzamiento de gases de efecto invernadero, para cuya comprensión conviene no obviar la caída de los parámetros económicos en general con la crisis y el estallido de la burbuja, llama la atención cómo las emisiones crecen en dos sectores, o quizás subsectores: la agricultura y la ganadería dentro del mundo rural y el transporte aéreo.
“Las macrogranjas están saliendo como setas en todo el territorio”, señala Andaluz, mientras Nuño reclama una moratoria para este tipo de instalaciones. Ambos coinciden en alertar sobre “la poca atención que se presta a este sector en el Plan Nacional de Clima y Energía” pese a que algunos datos invitan a lo contrario: solo los 21,93 millones de toneladas equivalentes de CO2 que supone el metano que lanzan las cuadras supera con claridad a las emisiones totales del transporte aéreo y está cerca de duplicar la del sector servicios.
Por su parte, las del transporte aéreo encadenan nueve años de aumento en los que han pasado de 10,09 a 15,66 millones de toneladas equivalentes de CO2, con un incremento del 55%. “Las subvenciones a las compañías de vuelos low cost han convertido en asequibles los precios de un medio de transporte muy poco eficiente y cuyas emisiones están creciendo a un ritmo muy rápido sin que se le preste atención”, apunta Nuño, para quien resulta “inadmisible que en sectores como este y como la ganadería siga aumentando” el lanzamiento de gases de efecto invernadero.
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