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Universidades clases onlineLa brecha digital y el miedo a la 'elitización' de la universidad por la covid acompaña a los estudiantes en la vuelta a clase
La vuelta a clase de los estudiantes de grados universitarios y de máster no ha sido sencilla. Se enfrentan a nuevos problemas y acarrean los del curso pasado.
Madrid--Actualizado a
Cuando tan solo faltaba una semana para la vuelta a clase de los universitarios, Manuel Castells, ministro de Universidades, todavía no había dado ninguna directriz sobre la misma. "Miedo, incertidumbre y enfado", recuerdan sentir algunos alumnos al repetirse la situación que vivieron al inicio de la pandemia.
Finalmente, el pasado 3 de septiembre, Castells se reunió con los
representantes de la Conferencia de Rectores de las Universidades
Españolas (CRUE) para estudiar la situación de la vuelta a las aulas universitarias. De ese encuentro no nacieron medidas concretas ni novedades relevantes para afrontar el inicio del curso. El resultado se limitó a la presentación de un protocolo general, que tan solo estipulaba como mandato obligatorio el uso general de mascarilla, la distancia de seguridad de metro y medio y la recomendación de ventilar las aulas. Para otras medidas se delegaba la responsabilidad en las propias universidades señalando a la autonomía de
estas para la toma de decisiones.
En la comparecencia posterior a esta reunión, el ministro Castells descartó, tras ser preguntado, un cierre total de las universidades similar al del pasado mes de marzo y confirmó a los medios allí presentes que "no existe un plan B, se trata de sobrevivir en las condiciones que podamos". Sus declaraciones provocaron inquietud y desconcierto al alumnado, que vuelve a indignarse por la "inacción" por parte del Ministerio.
Problemas a los que se enfrentan los estudiantes superiores
La suspensión de las clases presenciales y la rápida, y no tan eficaz, implantación de la docencia online tuvo duras consecuencias para el alumnado,
que vio cómo mermaba la calidad de las clases impartidas y cómo se ponía en
peligro la consecución de sus objetivos académicos. "Muchos estudiantes
decidieron desmatricularse de asignaturas porque contaban con dificultades para enfrentarse a ellas", cuenta Eva G. Madariaga, la secretaria general del Frente de Estudiantes.
A una situación ya de por sí complicada se une la problemática de la falta de
material tecnológico de muchos estudiantes que imposibilita el seguimiento de las clases online. Y, aunque "el 97% de las personas tienen un móvil en el bolsillo" tal como decía el ministro de Universidades, no todos tienen el mismo acceso a las plataformas online. "Mi ordenador es muy antiguo y siempre tengo dificultades para acceder a las videollamadas con los profesores y a las clases online", afirma Xabier, estudiante de la Facultad de Letras de Vitoria.
Tampoco ha sido sencillo el acceso a la docencia online para las personas que
viven en zonas rurales, en las que la calidad de la conexión a internet es en
ocasiones muy deficiente. Otro caso similar es el de las familias en las que solo hay disponible un ordenador para todos. "Sólo tenemos un ordenador en casa y mis hermanos también tienen clases online, muchas veces a las mismas
horas que yo. Dar la clase desde una pantalla pequeña como es un teléfono
móvil no es cómodo y dificulta el aprendizaje", detalla Marta, estudiante de la
facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
La semipresencialidad o la masiva reducción de la asistencia a las aulas también ha dificultado el acceso al material disponible en las universidades. "Antes disfrutaba de poder acceder fácilmente a la bibliografía, a las cámaras, o a los ordenadores de la universidad, y ahora ni siquiera puedo quedarme en las instalaciones entre clase y clase", declara Clara, estudiante de máster en la Universidad Politécnica de València.
Tras el análisis de la situación de los universitarios se puede llegar a la
conclusión de que las clases online son una alternativa sólo para quienes
tienen acceso al material necesario, pero quedan excluidos los estudiantes con
menos recursos económicos.
La cara oculta de la emergencia educativa: el profesorado
Para los profesores tampoco ha sido una tarea fácil enfrentarse a la nueva
normalidad y comenzar a impartir sus clases en formato online. Muchos de
ellos, hasta el momento, apenas tenían contacto con los servicios tecnológicos
de la universidad, y esto ha dificultado enormemente la relación con sus
alumnos y el correcto desarrollo de su labor docente. Desde las organizaciones
de estudiantes entienden que para muchos profesores también han sido un
proceso de adaptación muy complicado, aunque quieren dejar claro que las
peores consecuencias de esta pandemia están cayendo sobre el alumnado.
"Está en nuestra mano dar soluciones a los estudiantes con más dificultades y
hacer sencillo el acceso a nuestras asignaturas", afirma Héctor Fouce, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
Por otra parte, Marta, una alumna de la misma universidad, añade que "ahora es más complicado contactar con los profesores y el trato no es el mismo", haciendo alusión a que el contacto mediante un correo electrónico o una videollamada no es parecido al trato cercano que proporcionan las clases presenciales.
"El problema no recae únicamente en la labor de los profesores, sino en una
acelerada digitalización de todo el contexto universitario para el que nadie
estaba preparado", señala la secretaria general del Frente de Estudiantes. La total digitalización ha llegado cuando todavía no se había solventado la aún existente brecha digital, causando la expulsión de los estudiantes con más dificultades socioeconómicas.
Acceso a la universidad: una cuestión de clase
Durante este curso 2020-2021, muchos estudiantes se van a enfrentar a una
situación insólita. Según las cifras publicadas por el Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, más de 900.000 personas han perdido su empleo debido a la
pandemia, y el acceso a la universidad se ha convertido en una meta apenas
inalcanzable para los estudiantes con una posición económica vulnerable.
"Desde el Frente de Estudiantes defendemos que la educación de todos los
niveles sea gratuita. Todos debemos tener acceso a unos estudios
superiores", señala Eva G. Madariaga. Desde esta organización estudiantil reclaman una "presencialidad total" en las universidades, para preservar el derecho a una educación equitativa para todos los alumnos.
"El precio de las matrículas ya era desorbitado antes, pero ahora con el modelo
semipresencial, no tenemos acceso al material de la universidad pero seguimos pagando lo mismo", afirma indignada Marta.
La lucha por la consecución de las clases presenciales está presente en todo el país. Xabier, representante de Ernai, una organización juvenil y estudiantil que actúa en Euskadi: "Los estudiantes no podemos disfrutar de los espacios al aire libre ni de las grandes aulas de la facultad, aunque en ella se puedan respetar las medidas de seguridad. Pagamos lo mismo por muchos menos espacios y servicios".
Al representante de Ernai también le preocupan los contratos de alquiler de
piso de los estudiantes que viven lejos de los campus. "La universidad nos
prometió un mínimo del 75% de presencialidad, por lo que muchos de nosotros
nos decidimos a alquilar un piso. Actualmente, vamos a clase una semana al
mes. Del 75, al 33% hay una gran diferencia", declara el estudiante.
Todas estas dificultades están provocando la consolidación de las élites en la
universidad y provocan que los estudiantes que pertenecen a los grupos
sociales más vulnerables se estén planteando dejar la carrera, si es que no lo
han hecho ya. "Después de las grandes crisis que se han sufrido en nuestro país, han venido una oleada de recortes en el sector de la educación. Es importante organizarnos y prepararnos antes de dicha oleada, para conseguir evitarla", concluye Eva G. Madariaga.
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