MADRID
Actualizado:Desde que empezara la llamada “época dorada de las series” en la televisión con la emisión de ‘Los Soprano’ en 1999, el relato de la ficción norteamericana ha sido abrumadoramente construido por personajes masculinos. De aquella profundidad de ‘mafioso de ojos tristes’ construida por David Chase para James Gandolfini en su papel de Tony Soprano se ha hablado hasta la saciedad. Sin embargo, todos hemos olvidado el papel central de Carmela Soprano como forjadora del carácter del gánster que cambió la televisión. Ese papel secundario de las mujeres en la pequeña pantalla ha sido una máxima. Humanizamos la maldad de personajes como Tony Soprano, Walter White o Frank Underwood, tomando partido en detrimento de Carmela, Skyler o Claire; como si fuera condición sine qua non el papel de una esposa supuestamente maléfica que confronta al marido y que le hace sacar lo peor de sí mismo.
A lo largo de estas dos décadas de edad de oro seriéfila, el único papel femenino que no ha necesitado de un intérprete masculino para pasar a la historia ha sido el de Patty Hewes en ‘Daños y Prejuicios’. La interpretación de Glenn Close tampoco fue ajena a las etiquetas de ‘mala malísima’ o ‘retorcida’, en el mundo de la abogacía donde una mujer mandaba por encima del sexo opuesto. Han tenido que pasar décadas de roles secundarios para que en 2017 solo se hable de mujeres en la televisión. Las principales culpables de este giro radical han sido ‘The Handmaid’s Tale’, ‘Big Little Lies’ y ‘Feud: Bette and Joan’, disponibles en HBO España, que han tratado de manera brillante la violencia contra las mujeres, las desigualdades y un cuestionamiento del rol asignado por nuestras sociedades al género femenino.
Si empezábamos hablando del prolongado segundo plano de la mujer en la ficción televisiva, esta cuestión no es ajena a Hollywood y al mundo del cine. En la época dorada de la meca del cine, los años 60, dos mujeres fueron protagonistas por cuestiones ajenas a su talento. Esa es la historia que nos rescata Ryan Murphy para la pequeña pantalla, en pleno estado de gracia después de las antologías ‘American Crime Story’ y ‘American Horror Story’. ‘Feud: Bette and Joan’ relata el descarnado enfrentamiento entre las ganadoras de tres premios Óscar Bette Davis y Joan Crawford. En pleno ocaso de su carrera, Bette and Joan fueron forzadas por la Warner Bros a coincidir en la película ‘¿Qué fue de Baby Jane?’; a pesar de su conocida rivalidad y animadversión. Ambas, deseosas de relanzar su carrera, veían este proyecto como su última oportunidad de brillar en la escena con 54 y 58 años, respectivamente.
Una de las críticas y paralelismos con la actualidad en los que ahonda Murphy es la imposibilidad de las mujeres de “avanzada edad” –según dictan los cánones de Hollywood- de ocupar papeles protagonistas. De hecho, no hay más que ver el escaso protagonismo en los últimos tiempos de las actrices que interpretan a Bette and Joan Susan Sarandon y Jessica Lange, con 70 y 52 años respectivamente, para ver que en los últimos sesenta años poco o nada ha cambiado. Según un informe de la Universidad de San Diego, la mayoría de interpretaciones femeninas en el mundo del cine norteamericano se encuentran entre los 20 y 30 años, mientras que la mayoría de los hombres alcanzan la década de los 30 a los 40. Concretamente, el 53% de todos los roles masculinos en Hollywood fue interpretado por hombres de 40 en adelante; en cambio, las mujeres en la misma franja de edad se sitúan más de 20 puntos por debajo. En toda la historia de los premios de la academia, solo el 24% de las mujeres ganadoras de Óscar lo han conseguido por encima de la cuarentena. La propia Susan Sarandon forma parte de ese selecto club al conseguir la estatuilla a los 50 años por ‘Pena de Muerte’. En cambio, Jessica Lange es el paradigma de intérprete femenina cuyo reconocimiento acabó a los treinta años son su segundo Óscar, hasta que Ryan Murphy recuperó su talento para la televisión en 2012 con ‘American Horror Story’ y la hizo ganadora de un Globo de Oro dieciséis años después de ‘Un tranvía llamado deseo’.
El trasfondo que sobresale contantemente en los ocho capítulos es la utilización de la productora, el director y la prensa amarillista del odio entre Crawford y Davis, que deja entrever en los créditos de apertura siendo sostenidas ambas por unos hilos cual marionetas. Esos hilos manejados por la industria aprovechan la inseguridad de dos mujeres olvidadas por la industria aireando a la prensa las supuestas debilidades físicas de una u otra, en un mundo en el que la mujer cumplía el rol de la belleza y la vejez era vista como el peor de los males. Joan Crawford llegó a extraerse seis muelas para reflejar un rostro más delgado.
The Handmaid’s Tale, la utopía hecha realidad
Si hablábamos de dos mujeres tratadas como meros objetos, ‘El cuento de la criada’ lleva esa premisa al extremo. Adaptación de la novela homónima de Margaret Atwood de 1985, la autora relataba un mundo orwelliano en el que las mujeres solo son valoradas por su fertilidad. En la distopía de la escritora canadiense, adaptada a la televisión por Reed Morano, solo existen criadas y señoras. Las primeras son obligadas a dar “su fruto” a las segundas. Una sociedad en la que la religión es llevada al extremo y adapta el recurrente ‘Bendito sea el señor’ católico, que en la serie se convierte en un vomitivo ‘Bendito sea el fruto, que el Señor permita que madure’. En realidad, todas las atrocidades ideadas en esta llamada ‘República de Gilead’ están basadas en la Santa Biblia y se hacen menciones recurrentes a sus textos.
En plena fiebre Trump, los medios estadounidenses se han encargado de elucubrar acerca de la posibilidad de que la sociedad recreada por ‘El cuento de la criada’ sea el Estados Unidos que dejará a su marcha Donald Trump. Pero los mundos distópicos creados por Atwood o por Orwell no están tan alejados de la realidad, ni todos los males conducen a Trump. Cabe recordar que las mayores comparaciones con ‘1984’ de Orwell se produjeron durante el mandato de Barack Obama con el espionaje masivo de la NSA a ciudadanos de todo el mundo. En el caso de ‘The Handmaid’s Tale’ vemos una realidad que subyace antes, durante y después de Trump. En España, 40 años de represión y sumisión de la mujer al hombre, con anuncios delirantes ideados por la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, supera con creces la distopía diseñada por la escritora canadiense.
La propia novela fue rompedora en su momento, y la serie llega en el momento más necesario planteando a lo largo de los diez capítulos todos los males que aguardan a las mujeres de hoy en día: vientres de alquiler, violaciones, lapidación de mujeres, ablación, criadas de matrimonios de clase alta, culto al cuerpo, prostitución, hombres que deciden sobre el cuerpo de la mujer, robo de niños, trata u homofobia. Según ONU Mujeres, el 35% de mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte del hombre. El paralelismo con la realidad es tan evidente que en la serie, los hombre y mujeres que logran escapar de la República de Gilead encuentran asilo en Canadá, paradigma de la tolerancia, que abre las puertas a los refugiados sirios y cuyos gobernantes presumen de la convivencia de 200 etnias e idiomas diferentes.
‘Big Little Lies’, la violencia de género contada como nunca antes
‘Big Little Lies’ nos presenta la localidad idílica de Monterey, situada en la costa californiana, de gente adinerada que se puede permitir un colegio público de élite, una rara avis en el país estadounidense. De entrada, David E. Kelley plantea una sociedad rica preocupada por las apariencias que esconde grandes secretos. También basada en una novela homónima, el inicio de la serie muestra un asesinato que solo irá recuperando con pequeños momentos de las ruedas policiales posteriores al acontecimiento. Con un reparto estelar encabezado por Nicole Kidman, Reese Witherspoon, Shailene Woodley y Laura Dern, la serie introduce pequeños conflictos que nos hacen ir entendiendo el odio latente dentro de la comunidad.
Donde acierta de pleno Kelley es en plasmar audiovisualmente el relato más crudo de la violencia de género. A través de Celeste (Nicole Kidman) y Jane (Shailene Woodley), vemos el antes y el después de esta lacra. Jane llega atormentada a Monterey huyendo del recuerdo de la violación que dio como fruto a su hijo Ziggy y su deseo contante de venganza hacia ese hombre que no conocía de nada. Celeste, en cambio, recrea con mayor crudeza y profundidad el desarrollo y sufrimiento de una mujer sometida a la violencia física de su marido. De un inicio en que los golpes llevan al sexo y ella misma plantea la normalidad en pareja de esa situación, va pasando a un miedo mayor a medida que los golpes, los moratones y las asfixias van a mayores. La interpretación de Nicole Kidman de Celeste es tan real y humana que asistimos atónitos ante el relato de una mujer que trata de justificar a su marido cuando finalmente deciden acudir a una terapia de pareja. Celeste ciegamente convencida de la bondad como marido y padre del hombre que abusa de ella, es incapaz de pensar que el abuso pueda afectar a sus dos hijos y mucho menos abandonarle o poner una denuncia contra él.
El relato de Celeste y ‘Big Little Lies’ es tan real y actual que llegamos a acostumbrarnos de ver en las noticias cada asesinato machista que tiene lugar en nuestro país, pero empatizar y adentrarse en una lacra tan poco conocida a la vez es otra cosa. Es ahí donde la labor didáctica de la novela resulta sublime y nos permite observar el día a día a través de los ojos de la mujer que sufre el miedo y la violencia física y psíquica. Una serie que bien merecería ser proyectada en cada instituto, en un país en el que una mujer es asesinada cada cinco días y se produce una violación cada ocho horas. Desde que la administración comenzó a contabilizar los asesinatos en 2003, 780 mujeres han perdido la vida a manos de su pareja o expareja; cifra que va en aumento cada semana.
Tanto ‘Feud: Bette and Joan’, ‘Big Litlle Lies’ y ‘The Handmaid`s Tale’ como sus protagonistas Susan Sarandon, Jessica Lange, Elisabeth Moss o Nicole Kidman coparán a buen seguro la temporada de premios y nominaciones que inicia a mediados de julio con el anuncio de las candidaturas a los Premios Emmy. En un primer aperitivo, la Asociación de Críticos de Televisión ya apunta en esa dirección tanto en las intérpretes como en el apartado de ficción.
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