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Todo empezó con un acto valiente. Como en las grandes revoluciones. O en la consecución del fuego. En este caso, fue la primera denuncia pública de una opresión machista en un contexto donde, hasta el momento, no habían existido (o no debían existir) las opresiones machistas lo que encendió la llama: una activista por la liberación animal se había atrevido a hablar. Su relato ayudó a que otras mujeres del movimiento se decidieran a hacer lo mismo. Y así fue como descubrió, como descubrimos, que no estamos solas.
Laura Luengo Mata
Laura Luengo Mata lleva dieciocho años luchando por los derechos de los animales no humanos. En la actualidad, es la presidenta del Santuario Vegan, que se dedica a rescatar y a cuidar a seres vivos salvados de la explotación. Hace algunos meses, Laura recibió una propuesta: "Nos propusieron colaborar con The Save Movement, que estaba haciendo directos por santuarios de todo el mundo. Les pasamos información sobre nuestro proyecto y las imágenes que debían subir para anunciarlo. En estas imágenes, aparecía una mayoría de mujeres, yo entre ellas, que se corresponde con una mayoría de mujeres en el movimiento y en los santuarios. Pero, en vez de publicarlas, eligieron por su cuenta imágenes de un hombre: el trabajo que hacemos las mujeres en el Santuario Vegan había desaparecido, resumiéndose todo en esa figura masculina. Para el activismo masculino, blanco y hegemónico es muy tierno ver a un hombre cuidando animales. De las mujeres es algo que se espera, pues se piensa que no nos cuesta o que nos sale de forma instintiva y natural. Ante la falta de respuesta de Save a mis correos pidiendo una rectificación, entre varias compañeras decidimos redactar un comunicado público denunciando esta situación, la invisibilización de las mujeres y el machismo en el movimiento".
"Es curioso, porque no obtuve respuesta hasta que les envié el comunicado. Entonces, en menos de treinta minutos, tenía varios mensajes. Por parte de la organización he recibido negación y acoso", cuenta Laura. Pero ¿y la reacción de sus compañeros? La activista relata cómo "hubo mucha gente la dejó de lado, o que le hizo luz de gas", a lo que añade: "No creo que a nadie que haya denunciado una opresión le sorprenda: te enfrentas a una gran carga psicológica, ya no solo por el hecho de que te invisibilicen o de que se repita una y otra vez, sino porque tus propios compañeros no te apoyan. En el movimiento ha calado muy hondo el mensaje de `los animales primero’. Ha sido un caldo de cultivo para que los activistas mantengamos opresiones, especialmente cuando nos benefician. Por suerte, denunciarlo también me ha hecho conocer a personas maravillosas que se han convertido en un gran apoyo, y ha sido bonito organizarse y formar parte de acciones que denuncian el machismo y trabajan por un movimiento en el que quepamos todes".
Para Laura, se tiende "a mirar y a comprender nuestros problemas como problemas individuales, sin embargo, en demasiadas ocasiones forman parte de un problema político colectivo. Esto lo ves con los años, cuando intercambias sentimientos y experiencias con otras compañeras. Hemos construido un movimiento hegemónico, blanco y masculino donde el activismo reconocido tiene que ver con estas tres posturas y todo lo que queda en los márgenes está fuera. En mi experiencia, creo que aproximadamente una vez al mes o a la semana se me recuerda mi posición como mujer de alguna manera. Decidí publicar cada una de estas situaciones como una forma de hacer activismo contra el patriarcado".
Rocío Cano Couto
Después de más de dos décadas militando en movimientos políticos y sociales, entre ellos, el antiespecismo, ahora Rocío Cano Couto hace activismo por los animales desde distintos ámbitos: contacto callejero, acción directa no violenta, vigilias en mataderos o concienciación en redes sociales a través de Una Familia Vegana y Normal, proyecto que fundó junto a su pareja y sus dos hijas.
A Rocío, defender la interseccionalidad y, más concretamente, el feminismo dentro del movimiento antiespecista, le ha llevado de lo personal a lo político pero también de lo político a lo personal: "Se comenzó a difundir un fotomontaje con un texto vejatorio hacia mí cuya sola difusión, tal y como han corroborado nuestros abogados, ya constituye un delito penal, por parte de personas que pertenecen activamente a dos de las organizaciones más conocidas del activismo en Madrid por ser grupos internacionales, Anonymous for the Voiceless y The Save Movement. Después de varios meses soportando la difusión de dicho fotomontaje además de insultos y vejaciones en redes sociales de una persona en concreto, y ante la total inacción y protección de los responsables de la organización a la que pertenecíamos tanto nosotras como este individuo, Madrid Animal Save y Animal Save España, decidimos desvincularnos de dicha organización y denunciar públicamente lo que nos estaba sucediendo. Entonces fue cuando recibimos más insultos y descalificaciones e incluso, desde su entorno, amenazas".
Para la activista, ponerlo en palabras resultó duro pero necesario: "Personalmente, a mí no me ayudó contarlo porque ya era un tema que había cerrado a nivel emocional, pero sentía que era mi deber moral como mujer y activista no callarme y visibilizar algo que lleva muchos años sucediendo en el activismo antiespecista. Lo mío es algo muy nimio en comparación a lo de otras compañeras. Por suerte, tengo una red de grupos locales como EFAM (Ecofeministas Antiespecistas Madrid), AMA (Asociación Madrileña Antiespecista) y The Earthlings Experience Madrid formada por personas maravillosas, donde nos cuidamos entre todas y donde se fomentan los espacios seguros y siempre se protege a las víctimas".
Activista anónima
El siguiente testimonio pertenece a una activista interseccional que prefiere mantener su anonimato. Desde hace años, colabora con varios grupos antiespecistas, entre ellos, AMA, a cuya comisión de cuidados pertenece, EFAM y The Earthlings Experience. También trabaja como voluntaria en santuarios, además de participar en rescates y otras acciones independientes.
En el pasado, formó parte de la organización de Madrid Animal Save: "Como organizadora, siempre recibía un trato distinto por ser mujer y neurodivergente. No se tenía en cuenta mi opinión. Tuve que aguantar todo tipo de comentarios capacitistas, incluso una persona llegó a hablar de mi trastorno en un grupo de WhatsApp sin que yo le hubiera dado permiso para hacerlo, utilizándolo además para acusarme de algo que no había pasado. En las acciones, la gente siempre acudía a mi compañero hombre antes que a mí en caso de dudas, aunque esa acción en concreto la hubiese propuesto yo, como las Silent Lines".
Posicionarse a favor de su compañera Rocío Cano le afectó de forma directa: "Cuando un activista de Madrid Animal Save publicó el fotomontaje de Rocío, yo ya no era organizadora, pero aún así una compañera propuso vetarme de los espacios por mostrarle mi apoyo a ella en lugar de defenderle a él. Entonces redactamos una carta que firmaron más de treinta personas".
"Había una comisión de cuidados común para Madrid Animal Save y AMA en la que yo también estaba", continúa la activista. "Cuando empezaron a salir a la luz opresiones y agresiones machistas, Madrid Animal Save decidió que no quería comisión de cuidados, alegando cosas como que aquello era una caza de brujas. Tengo miedo de algunas personas a las que hemos vetado desde la comisión de cuidados. Yo no he sufrido acoso sexual, pero conozco a muchas compañeras que sí han sido víctimas de agresiones de ese tipo en el movimiento".
Coordinar una comisión de cuidados desde la que, precisamente, se vela por crear espacios seguros y libres de machismo, puede convertir a las activistas en víctimas de comportamientos similares a los que se tratan de erradicar: "Muchas de las personas que vetamos desde la comisión de cuidados eran hombres. Uno de ellos tenía conductas tóxicas con muchas compañeras, que se sentían mal en las acciones cuando él estaba y que por eso dejaron hasta de asistir. Después de ser vetado, se cabreó, me intentó llamar, me escribió diciéndome que me iba a denunciar... Otro individuo al que también vetamos por acosador y machista me llegó a enviar, no sé, ¿cien mensajes intentando justificarse y amenazándome? Después de eso, se presentó en la puerta de la Asamblea Antiespecista de Madrid (de la que también estaba vetado, por cierto). Otro ejemplo: el de un activista acusado de maltrato físico por su pareja, algo que él mismo reconoció. Pues bien, nos llegó un comunicado de un colectivo feminista advirtiéndonos sobre él, y entonces yo se le pasé a EFAM y a Madrid Animal Save para que lo supieran. Alguien se lo contó y me escribió amenazándome con tomar medidas legales".
Mónica V
Mónica V, fundadora del santuario Espíritu Libre, empezó a hacer activismo por los animales a pie de calle, repartiendo flyers en mesas informativas o yendo a las puertas de los circos y de las plazas de toros. Un voluntariado en el Santuario Vegan fue lo que le impulsó a crear su propio proyecto. Su agresor también está vinculado al ámbito de los santuarios. Así recuerda ella su experiencia: "La agresión machista que más me ha marcado fue con mi anterior pareja, con la que conviví en un santuario de animales. Era una persona muy autoritaria, controladora y manipuladora hasta tal punto que cambió totalmente mi forma de ser. Mi autoestima estaba por los suelos. Accedí en muchas ocasiones por presión y desesperación a tener relaciones con él para que me dejara tranquila. Y todo empeoró cuando se unió a mi proyecto. Me recriminaba a mí todo lo que no se hacía como él quería, fuera o no responsable, machacándome con mensajes infinitos, llamadas y discusiones de más de cinco horas que me dejaban agotada y con ataques de ansiedad. Es algo que arrastro, porque no es fácil sobrevivir a ello y retomar tu vida como si nada. Siempre vuelve y te afecta".
En su caso, la sororidad de otra activista fue clave para tomar medidas: "Conocí a la que se ha convertido en una gran amiga y compañera por él, que casualmente fue también su pareja. Cuando estaba en un punto álgido de desesperación y culpa por creer que todo aquello era por mí, le conté lo que me estaba pasando y me dijo que no era cosa mía, que ella también lo había vivido con él y que no era mi culpa, sino suya. Contarlo me ayudó mucho, tanto para sanarme y crecer como persona, como para darme cuenta de con quién puedo contar de verdad y sentirme segura. Tuve el apoyo de compañeras que me respaldaron y cuidaron. Sin embargo, algunas personas a quienes conocí en el santuario donde lo conocí a él no se posicionaron, incluso siendo varias de ellas supervivientes de agresiones machistas de otros hombres. Le dejaron seguir colaborando y tiempo después se supo que volvió a agredir a más activistas, creando un espacio no seguro bajo el punto de vista de muchas personas aunque se declarara feminista".
Mónica concluye: "Coged aire y sentíos fuertes y cómodas para hablar con personas afines. Da miedo, y te sientes vulnerable, pero ese es uno de los muchos efectos de vivir agresiones. Es un gran alivio sacarlo todo y, cuando lo hablas, sientes que puedes pelear; porque ya no estás sola. Y te apoyas en compañeras para tomar decisiones que igual no eres capaz de tomar sin ayuda por la manipulación y el dolor".
R.R.
Tras sus cinco primeros años de experiencia como activista, a lo largo de los cuales colaboró con distintas organizaciones, santuarios y protectoras, R.R se vio obligada a alejarse durante más de siete de los espacios antiespecistas para no coincidir con su agresor: "Se le vetó en ciertos círculos, pero en otros no solo no se le vetó sino que se le acogió. Yo en cambio me retiré de las manifestaciones, me fui del santuario donde él estaba por miedo y tuve que aguantar que se me achacasen cosas como que tan antiespecista no sería cuando dejé de ir a las acciones. Sé que él no es tan idiota como para hacerme algo delante de la gente, pero a lo que le tengo pánico es a encontrármelo y que me vuelva a mirar como me mira y volverme a sentir igual de diminuta que cuando compartía la vida con él. Es muy fácil juzgar y decir: venga ven, que no te va a hacer nada. Es que ya me lo hace. Creo que es algo muy difícil de entender para alguien que no lo ha vivido. De puertas para afuera, él ha hecho un trabajo de deconstrucción. Esto implica que me pregunte cuántos de los que se dicen aliados del feminismo, estén dentro o fuera del antiespecismo, son machistas, son agresores. Pues muchos. Lo que pasa es que han aprendido a ocultarse mejor, a mentir mejor. A enmascararse detrás de ese falso apoyo al feminismo. Detrás de esa falsa deconstrucción que es a la vez su mejor defensa y su mejor ataque".
Poco a poco y con mucho esfuerzo, R.R. está consiguiendo volver. Para ella, "en un movimiento en el que presumimos de empatía y de respeto, es duro que ignoremos así a algunas personas". Y lanza una reflexión: "Vamos a pensar en todas esas veces en las que hemos gritado ¡yo sí te creo! y, a la vez, en las veces en que el agresor era un amigo o un conocido que regentaba una tienda, un restaurante vegano o un santuario. ¿Qué pasa cuando el agresor es tu colega, tu primo, el que te vende el tofu? ¿Ahí qué has hecho? Porque ahí era cuando realmente tenías que mojarte. Ahí es cuando mucha gente se queda al lado del agresor. Y eso dice mucho de lo que somos como movimiento. Presumimos de ser un movimiento superpolitizado y en realidad hay muchísima inmadurez, y eso se nota en la interseccionalidad, en el apoyo, en saber gestionar agresiones o conflictos. Nos falta repensarnos, deconstruirnos y formarnos para hacer un activismo bueno y eficiente".
Para terminar, la activista envía un mensaje a todas las compañeras que en este momento están pasando por lo que ella pasó (que es en realidad un mensaje para todas las mujeres víctimas de violencia machista): "Cuando estés preparada, aquí estoy. No estará todo el mundo, pero tampoco estaré yo sola. Habrá personas que te quieran, y también personas que no conozcas, que te apoyen. Mientras, otras seguirán juzgando, hablando de lo que no tienen ni idea o atacando. Aún así, vamos a estar de tu lado y nos vamos a ayudar. La gente que no ve más allá del amiguismo o de sus intereses personales y obvia el sufrimiento de las supervivientes tampoco merece mucho la pena. Va a ser duro. Llorarás, te enfadarás. Pero, cuando te quites parte de la carga, porque nunca te la quitas toda, vivirás mucho mejor. Vivirás más libre de espíritu y con mucho menos peso en el pecho. Y volverás a ser la persona que eras antes".
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