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Víctor Sampedro (Viveiro, Lugo, 1966) es un escritor e investigador especializado en el estudio de la opinión pública y medios de comunicación. Doctorado por la Universidad Complutense de Madrid, desarrolla su actividad docente en la Universidad Rey Juan Carlos. Recientemente ha publicado Voces del 11M. Víctimas de la mentira, en Planeta. Con motivo del 20 aniversario de los atentados yihadistas de Madrid, Sampedro da voz en este libro a tres víctimas (Pilar Manjón, Eulogio Paz y Aitziber Berrueta), otros tantos periodistas (José Antonio Zarzalejos, Gumersindo Lafuente y José Antonio Martínez Soler) y dos policías (Juan Jesús Sánchez Manzano y Rodolfo Ruiz) para lograr un relato coral que se contrapone a las mentiras que desde el Gobierno de José María Aznar intentaron imponer sobre la autoría del atentado, culpando de la misma a ETA. Los ingresos generados por los derechos de autor de la obra se destinarán a la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo.
¿Existe, 20 años después del atentado del 11M, un relato objetivo de lo que fue?
Sí. No hay duda ninguna. Ese relato existe desde hace mucho tiempo. Un atentado de aquella magnitud fue esclarecido con bastante eficacia, con bastante rapidez y no ofrecía excesivas dificultades ni jurídicas, ni técnicas. Lo que existe es, desde el comienzo, un intento de emborronar aquel relato.
Entre las víctimas, el pueblo. Muchas personas migrantes no estaban documentadas en el momento en el que sufrieron el atentado. Eso, quizás, ayudó al tratamiento político que hubo después.
Sin ninguna duda. Fueron víctimas marcadas por la mala suerte derivada de lo que era su clase social y su condición de migrantes o expatriados. Víctimas pobres, de clase trabajadora, estudiantes... Eran migrantes entre una cuarta y quinta parte de aquella gente. Ni siquiera el cómputo está claro, muchos migrantes no acudieron a los centros hospitalarios por miedo a ser detenidos antes que atendidos.
A partir de ahí, se convierten en víctimas a las que se les suplanta la identidad real, se les intentan hacer pasar por víctimas de ETA. Es decir, se les escamotea la identidad del verdugo de sus familiares, se les roba la identidad pública de sus seres queridos, lo cual es de una iniquidad incalculable. Imagínense enterrar a un ser querido bajo una lápida que imputa su muerte a alguien que no fue. Es una constante revictimización que sobrepasa los límites de lo humano.
Hace unos días fue la presentación del libro en el barrio El Pozo, de Madrid, uno de los escenarios donde aquel 11M de hace veinte años explotó un tren. ¿Cómo fue ese reencuentro con el barrio?
Imaginen acudir a la periferia de Madrid un viernes por la tarde, a las siete de la tarde, con un libro de temática tan triste y portada tan negra. ¡Había doscientas personas que pertenecían al cuerpo social que había sido agredido de manera tan salvaje! Hace veinte años que están asociadas en la asociación, tanto del barrio como en la Asociación 11M Afectados por el Terrorismo y denotan una talla moral y un espíritu cívico inigualables.
Estamos hablando de gente que se niega a asistir a funerales de Estado católicos, oficiados por obispos que cedieron su cadena, la Cope, a uno de los mayores falsarios y embusteros de este país, Jiménez Losantos. Muestran solidaridad internacionalista, recuerdan que no todos eran españoles, que no todos profesaban la religión católica ni muchísimo menos. Es gente que ha defendido el Estado de derecho pese a unas sentencias que eran especialmente benévolas, porque entonces no había una legislación específica y, por lo tanto, no todas fueron condenas con la dureza que quisieran. Y aun así defienden a ultranza la rehabilitación de los exterroristas y la participación política después del cumplimiento de las penas. Esta gente parece salida de Noruega, de una organización de defensa de los derechos humanos. La grandeza de esta gente que siguió allí, en el barrio, que jamás ha buscado el amparo de los poderosos sino de las redes de cuidados mutuos.
Una de las personas a las que da voz en el libro es Juan Jesús Sánchez Manzano, entonces comisario jefe de los Tedax. Habla de lo poco que se centraron los medios de comunicación en explicar el antes del atentado. Por ejemplo, en el año 2003, hubo una amenaza del propio Bin Laden al Estado español por haber participado en la guerra de Irak de la que casi no se habló en los medios.
El control de la información en aquellos momentos fue increíble. A golpe de llamadas de teléfono, José María Aznar conminó a cambiar los titulares de los principales medios de referencia escritos; y el hermano de José Antonio Zarzalejos, que trabajaba en Moncloa, llamaba a los diarios de segunda línea. ¡Cambiaron las portadas todos! No me extraña que en este aniversario sigan escamoteando la presencia de gentes como Pilar Manjón o la Asociación 11M Afectados por el Terrorismo. Claro, su sola presencia evidenciaría la falta de profesionalidad, la sumisión frente al poder y cómo en el fondo esta profesión mintió a sabiendas y cobrando del mejor postor.
Otra de las personas que aparece en el libro es Rodolfo Ruiz, comisario de Vallecas, quien fue de los primeros policías que llegó a la estación de El Pozo tras el atentado. Desde el momento en el que vio lo que había ocurrido, defendió la autoría islámica.
"Los conspiranoicos bombardearon diariamente la agenda pública de este país"
¡Todos los que habían estado metidos en la guerra contra ETA! Sánchez Manzano arranca en Intxaurrondo, vio a compañeros morir desactivando explosivos. Estos dos señores se jugaron la vida con la mochila que custodiaban y gracias a esa mochila existen culpables del mayor atentado producido en suelo europeo hasta el momento. Con esto, lo que estoy diciendo es que si los conspiranoicos se hubieran salido con la suya, no habría habido culpables del 11M, de una de cada dos víctimas mortales por terrorismo en Madrid, de una de cada cuatro o cinco de toda España de todos los tipos de terrorismo. Los conspiranoicos Pedro J. Ramírez, aliado con Jiménez Losantos y con Telemadrid, bombardearon diariamente la agenda pública de este país.
Acusaciones a servidores públicos que se jugaron su vida, que vieron truncadas sus carreras profesionales, que pagaron unos costes de estabilidad física, no sólo propia sino también psicológica de su familia. La primera mujer de Rodolfo se suicidó porque también trabajaba en la Policía y no entendía cómo Esperanza Aguirre llamaba a su marido "la Gestapo del PSOE". A Rodolfo y a Juan Jesús les acusaban de un delito de lesa humanidad cuando son unos servidores públicos como la copa de un pino.
Esta gente tampoco fue protegida por el Gobierno socialista, que entró entonces en el Ejecutivo. No les pagaron, ni les ayudaron jurídicamente con los procesos que, obviamente, iniciaron contra los conspiranoicos. La mejor prueba de la excelencia profesional de estos dos servidores públicos es que ellos mismos se querellaron contra los conspiranoicos. Si hubieran tenido algo que ocultar, no lo habrían hecho. Pero perdieron.
Los conspiranoicos no han pagado ni el más menor precio. No han tenido ni reproche de las asociaciones de prensa, ni de los sindicatos de periodistas. Únicamente Jiménez Losantos pagó una multa millonaria al único que ganó un pleito contra ellos, que fue José Antonio Zarzalejos. Claro, estamos hablando de alguien que en sí mismo es un gran jurista. Hasta Gallardón perdió frente a ellos.
La impunidad de la mentira...
"El negacionismo electoral arranca en el 11M. La nueva ultraderecha arranca ahí"
Ergo, si uno miente sobre doscientos cadáveres y dos mil heridos en caliente y le sale tan bien... Siete años más tarde estaban en el poder llamando terroristas a sus adversarios políticos, tal y como empezaron a hacer desde el primer día. El negacionismo electoral arranca en el 11M. La nueva ultraderecha arranca ahí. Pero también es cierto que arranca la impugnación.
Así, actualmente en España existen dos proyectos ideológicos y nacionales enfrentados, ¿verdad? Uno se supone que es de derechas; otro se supone que es de izquierdas. Y unos dicen que son unionistas, españolistas, nacionalistas españoles; otros son federalistas o plurinacionales. Pues desde ese momento, desde hace veinte años, esos dos proyectos se presentan como irreconciliables porque se criminalizan uno a otro. Unos niegan la legitimidad democrática mirando hacia atrás, los que nos llamamos progresistas les quitamos y retiramos el marchamo de demócratas a todos los que no sean de nuestro bando y decimos que son franquistas todavía. Ellos imputan a este Gobierno, le dan una ilegitimidad de futuro, dicen que es un proyecto de futuro de romper España. Esto es gravísimo, que los contrincantes políticos no se reconozcan un mínimo de legitimidad democrática supone la parálisis del juego democrático.
Hablaba antes de la de que fue la mujer de Rodolfo Ruiz, que se suicidó. En el libro también habla de Ángel Berrueta, asesinado en Pamplona por negarse a poner en su panadería la pegatina 'ETA, no' cuando ya había evidencias de que el atentado del 11M no había sido perpetrado por ETA. También hemos visto cómo, durante tanto tiempo, la propia Pilar Majón o a Eulogio Paz han sido víctimas de campañas de acoso. ¿Son todas ellas víctimas de la conspiración?
La grandeza es que ellas no se llaman víctimas del terrorismo. Frente a tanto victimismo, la grandeza de esta gente es que dice que no son ni siquiera víctimas, son afectados, como lo puedes ser tú.
El subtítulo de su libro es víctimas de la mentira.
Hay tres mentiras que se van sucediendo y que acaban en un bulo terrible. Primera mentira: existen armas de destrucción masiva en Irak y se va a la guerra. Se miente a la ONU una primera vez. Aznar es el único de los tres mandatarios que todavía no se ha retractado. La mentira número dos también es frente a la ONU, pero esta vez frente al Consejo de Seguridad. El mismo día 11M se consigue que ese Consejo de Seguridad condene a ETA y no a Al Qaeda por el atentado.
Tercera mentira: que ETA había actuado el 11M y que el PSOE la había dejado actuar y que era en connivencia. El bulo final es que alguien llega al Gobierno habiendo atentado contra sus electores. No existe nada peor que se le pueda decir a un adversario político, nada peor. Y eso se ha continuado hasta ahora.
Cuando me preguntan si creo que un bulo de esta magnitud podría implantarse ahora, les digo que el bulo, lo que ha conseguido, es borrar la responsabilidad del Partido Popular sobre esas mentiras. Uno de cada tres españoles y españolas creen hoy que ETA tuvo algo que ver el 11M y hasta la mitad de quienes votan al PP lo sostiene. En el 11M se sobrepasan con creces las mentiras del señor Trump, en cuanto a longevidad, en cuanto a insidias.
En su libro, Eulogio Paz hace referencia a la relación que tuvo con todos estos bulos del 11M la jerarquía eclesiástica, personajes como Rouco Varela...
Es que era el máximo dignatario de la confesión religiosa más practicada en este país y le da micrófono abierto a un señor que es un personaje que llamaba "La llorona" a Pilar Manjón. Que avalaba que, a Rodolfo Ruiz, Esperanza Aguirre le llamara "la Gestapo del PSOE". ¿Qué tipo de representación de comunidad religiosa es esa? En fin, era un grupo de interés que luchaba para que el Gobierno de Zapatero no le quitase las prebendas en educación pública y en conciertos, no les impusiese la asignatura de Educación para la Ciudadanía y, obviamente, el matrimonio igualitario. Esto no lo podían soportar.
Usted participó en las manifestaciones del 13M ante las sedes del PP. Sobre ello reflexiona en el libro. ¿Quién las convocó?
No lo voy a decir. Ese fue un acto pura y simplemente para decir: "Ya os vale". No fue Rubalcaba, no fue Zapatero con su terminal de móvil. Aquellas manifestaciones fueron convocadas por el mismo tejido social que había convocado las manifestaciones contra la guerra, en las que las autoridades ni siquiera podían comparecer ante la prensa porque eran las últimas en salir, porque la gente las autoconvocaba.
"Este país no quiere reconocer que su sociedad civil es muy madura"
¿Recuerda la manifestación del Nunca Máis? ¿La movilización de 100.000 voluntarios en las playas gallegas? Este país no quiere reconocer que su sociedad civil es muy madura y que en aquellos días hizo un ejercicio de autodefensa ciudadana. Los gritos que salieron de la manifestación oficial que convocó Moncloa contra los atentados fueron: "¿Quién ha sido?". Lo único que hicimos el 13M fue retransmitir un SMS con un sentido de la oportunidad impresionante.
Yo hago autocrítica. No debimos haber ido a las sedes del Partido Popular porque nos acusaron y nos acusan ahora de electoralismo, y con eso se creen justificados para organizar sus hordas nazis y fascistas en la calle Ferraz. Aquello fue completamente diferente, porque las hordas de la calle Ferraz lo que niegan es un Gobierno elegido en las urnas. El 13M estuvimos hasta las 20 horas, luego nos aburrimos de estar allí. La gente se movió a la Puerta del Sol y allí estaba participando el 15M, su embrión. Luego la gente se fue a hacer una vigilia laica a Atocha, que es lo que hace la Asociación del 11M todos los años, solita. Por cierto, este lunes la gente se va a concentrar allí a las 10.30 de la mañana para dar a los familiares el abrazo ciudadano que, según Pilar Manjón, era lo único que les sostenía.
Por volver a las manifestaciones del 13M, esas manifestaciones son referenciadas por la gente que estaba en la redacción de 20 Minutos como el pistoletazo de salida para sacar una edición especial en domingo, que es una de las proezas periodísticas más bonitas, que recogía en la portada que el 11M fue Al Qaeda. En resumen, la gente que se concentró en la calle y los periodistas que vendían su periódico en la calle salvaron la democracia y dieron legitimidad a la victoria electoral del PSOE en 2004.
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