Vencedores y vencidos del acuerdo para desbloquear la vicepresidencia de Ribera en la Comisión Europea
El PP de Feijóo se quedó solo en la Eurocámara con su negativa a la socialista, pero el PSOE de Pedro Sánchez también sale tocado con este acuerdo.
María G. Zornoza
Bruselas-
Las negociaciones para desbloquear el camino de Teresa Ribera a Bruselas y el conjunto de la Comisión Europea dejan muchas lecturas. El PP español se quedó solo en su intento de tumbar la candidatura de la socialista. El conjunto de su familia política capitaneada por Manfred Weber dio la luz verde a Ribera. La familia socialdemócrata y en particular su líder, Iratxe García Pérez, también salen heridos. Mientras que el Parlamento Europeo como institución vio su imagen dañada después de que el proceso de evaluación de los comisarios quedase rehén de las batallas políticas nacionales.
La intención de Génova era hacer caer a Ribera, vinculándola con la gestión de la DANA. El partido liderado por Dolors Montserrat en la Eurocámara logró ganar tiempo postergando el acuerdo una semana y poniendo el foco en la todavía vicepresidenta del Gobierno español a la que intentaron responsabilizar por la mala gestión del desastre natural que ha asolado País Valencià. "Venía para ser vicepresidenta y número dos de la Comisión Europea y ha terminado suplicando apoyos a Meloni y Orbán para ser comisaria. Nuestros principios siguen intactos: Ribera no ha tenido ni tendrá nunca nuestro apoyo. Tendrá que dimitir si es imputada", aseguró Montserrat tras la luz verde de la Eurocámara a los seis vicepresidentes y el candidato a comisario propuesto por el ultra Viktor Orbán.
Sin embargo, el PP de Feijóo no solo no logró impedir que Ribera se convierta el 1 de diciembre en la comisaria y vicepresidenta con más poder, peso y competencias del Berlaymont, sino que también fracasó en su intento de obligarla a dimitir si finalmente es encausada por la DANA. Lo único que arañaron durante la evaluación de los responsables del veredicto de su examen es sacar adelante un anexo junto a los Patriotas de Orbán, grupo al que pertenece Vox, que no es vinculante.
"Se trataba de hacer un Fitto por Ribera, no de hacer caer a Ribera. Ese delirio era solo cosa de los de Feijóo. Weber les permitió ganar tiempo para desenfocar después de la DANA, pero no iba a abonar ninguna estrategia incendiaria. El PP va justito en Europa. Hiperventilación y soberbia. Se han quedado solos huyendo hacia adelante", analiza la ex eurodiputada de Sumar María Eugenia Rodríguez, en la red social X (antes Twitter).
En paralelo, este juego de cromos ha pasado factura a la socialdemocracia europea, dividida sobre el acuerdo. Las delegaciones francesas y alemanas han sido particularmente duras con la luz verde de García Pérez a los candidatos de extrema derecha de Orbán y Meloni. "Condeno la validación en el Parlamento Europeo de un vicepresidente ejecutivo de la Comisión de extrema derecha. Junto con mis colegas de la delegación, la próxima semana votaré en contra de la Comisión en su conjunto", advierte el eurodiputado socialista Christophe Clergeau.
La segunda familia de la Eurocámara había mantenido durante meses que aplicaría el cordón sanitario a las fuerzas ultras, pero en las arduas negociaciones que se prolongaron durante una semana, el sí al italiano Raffaele Fitto y al húngaro Olivér Várhelyi fueron la única vía para desbloquear el impasse y permitir que la Comisión Von der Leyen 2.0 eche a rodar siguiendo el calendario previsto y evitando incertidumbre en un momento global altamente volátil. García Pérez enfrenta la legislatura con la mancha de haber avalado a los ultras −algo inevitable de alguna forma porque los Gobiernos nacionales son los competentes para nominar a sus comisarios− y con sus propias filas revueltas y descontentas.
También reforzado de esta crisis sale el alemán Weber, que hizo suyo el discurso de instrumentalizar el "affaire Ribera" hasta que ya lo había rentabilizado. El líder popular puso contra las cuerdas a Ursula von der Leyen, con quien comparte nacionalidad y partido, pero con quien tiene una relación de rivalidad. Weber siempre ha aspirado a ocupar el puesto de Von der Leyen. Así, dio un puñetazo en la mesa. Marcó los tiempos y dejó patente que tenía el poder de compilar el arranque del nuevo Ejecutivo comunitario.
"Una vergüenza democrática. Candidatos de extrema derecha bienvenidos en el corazón de la UE", denuncia la Izquierda
El proceso de evaluación de los comisarios en la Eurocámara también ha quedado manchado. La imagen transmitida es que los aspirantes para formar parte del colegio de comisarios han sido examinados bajo un historial y aptitudes presos de su carnet político y no en función de sus capacidades para el puesto en cuestión. "Una vergüenza democrática. Acuerdos secretos. Cero escrutinio. Candidatos de extrema derecha bienvenidos en el corazón de la UE. El Parlamento Europeo ha traicionado su deber de exigir cuentas al Ejecutivo. Exigimos transparencia, rendición de cuentas y el fin de este proceso fraudulento", denuncia el grupo de la Izquierda. La Eurocámara demuestra, además, que ladra, pero no muerde y cede ante la Comisión Europea.
Por último, uno de los factores que ayudaron a superar este obstáculo fue el acuerdo de coalición al que llegaron Populares, Socialdemócratas y Liberales para comprometerse a actuar de buena fe durante los próximos cinco años y dar estabilidad en la legislatura. Pero el punto de partida es oscuro. La confianza entre democristianos y progresistas está en mínimos históricos.
Además, el texto, de nueve puntos, es muy ambiguo y vago. Hace referencia a la necesidad de "construir una UE basada en los valores comunes para hacer frente a los desafíos globales y defender las instituciones democráticas". E invita para formar esta alianza, parafraseando a Von der Leyen, a las fuerzas "pro-Ucrania, pro-Estado de Derecho y pro-europeas", unas características que el PPE considera que cumple la ultra Meloni. La próxima semana, el Pleno de Estrasburgo celebrará la votación de la nueva Comisión. Todo apunta a que la aritmética será mucho más débil que la que Von der Leyen recibió en julio, cuando los eurodiputados la bendijeron como presidenta reelecta.
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