madrid
La infancia y adolescencia de Raquel Gutierrez (México, 1962) transcurren bajo la larga sombra del Partido Revolucionario Institucional. Un PRI con dos caras, una cara progresista en política exterior que no tenía un correlato en su política interior.
"De ninguna manera quiero reivindicar las acciones del PRI, pero sí un Estado mexicano que se va creando a partir de la revolución mexicana que peleó por tierra, municipio libre y derechos laborales". Así, Raquel recuerda una Ciudad de México con inmensos espacios públicos que garantizaban derecho de uso de manera muy amplia.
A principios de los años 80, comienza sus estudios universitarios de matemáticas, y participa activamente en las campañas de solidaridad con los salvadoreños del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) en el exilio.
Con 21 años, coincidiendo con la época más dura de la guerra civil salvadoreña, se traslada a San Salvador para hacer un conjunto de trabajos de formación. Allí es detenida y encarcelada por la Policía Nacional y vive su primera experiencia de tortura y cárcel "sin saber ni leer ni escribir". Es decir, experimenta de manera muy brutal el ser "una ficha" de un conjunto de estructuras que desconoce, y se enfrenta a "lo peor de las estructuras leninistas verticales". "Ese fue mi bautizo de fuego en la militancia política", cuenta Raquel Gutierrez en Otra Vuelta de Tuerka.
En 1984 parte a Bolivia, donde militó en el EGTK (Ejército Guerrillero Tupac Katari) junto a otros como Felipe Quispe, líder actual del Movimiento Indígena Pachacutik-MIP y Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia. La experiencia de articulación del movimiento indigena boliviano bajo la técnica aimara de la confluencia le enseñó a, como ella misma dice, "cultivar cercanía y gestionar distancia".
En abril de 1992, fue detenida por participar en la guerrilla y encarcelada en el Centro de Orientación Femenina de Obrajes en La Paz durante cinco años. "Es feo estar en la cárcel, pero tienes tiempo y paradójicamente lo puedes convertir en algo muy fértil", señala Raquel durante la entrevista.
Y así fue, en sus años de cárcel desarrolló una intensa actividad intelectual sobre la lucha social y la legitimidad del uso de la violencia. Tras su liberación, publicó Desandar el Laberinto, un conjunto de reflexiones gestadas al calor del saber acumulado entre las mujeres de la cárcel.
Del asalto institucional del MAS de Evo Morales que siguió a la brecha abierta por la Guerra del Agua le preocupa "que devaluemos el qué queremos hacer al asaltar". "¿Vamos a administrar bien dentro de los límites de lo posible o vamos a ensayar la construcción de otras formas de democracia?", concluye.
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