Este artículo se publicó hace 5 años.
El Obispo Munilla sobre las mortificaciones corporales: “Lo que no tiene sentido es usar el cilicio con el aire acondicionado puesto”
El religioso vasco advierte que la Iglesia “no va a entrar en la casuística de decir esto sí, esto no”, al tiempo que subraya que lo principal es “la mortificación de nuestro espíritu”.
Bilbao-
Mortifíquese, pero con criterio. Y en caso de calor sofocante, hágalo con el aire acondicionado apagado. Así se desprende de las recomendaciones efectuadas por el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, quien a día de hoy no descarta la utilización de las mortificaciones corporales. ¿Cuáles? ¿Cómo? Sobre ese punto, el religioso vasco es claro: no será la Iglesia quien diga “esto sí, esto no”.
Estas reflexiones fueron formuladas este lunes en “Sexto Continente”, el programa del obispo guipuzcoano en Radio María. El asunto se planteó en el tramo final de la emisión, cuando llegó el turno de las preguntas enviadas por los oyentes. Fue entonces cuando una colaboradora del programa leyó la interrogante enviada por Tomás, un seguidor que vive en Sevilla.
La consulta de este oyente de Radio María se basaba en un mensaje que el propio Munilla había difundido algunos días antes a través de las redes sociales. En plena ola de calor, el religioso se preguntaba: “¿Y si en vez de quejarnos tanto del calor, lo ofrecemos con alegría, unidos al #SagradoCorazondeJesus?”.
“Creo entender este mensaje, pero me plantea la cuestión siguiente: ¿siguen teniendo sentido las mortificaciones corporales que se utilizaron tradicionalmente en la Iglesia? ¿Cómo discernir la conveniencia entre los diversos tipos de mortificaciones?”, preguntó Tomás desde la ciudad andaluza. “Para venir de Sevilla, tiene su qué”, bromeó Munilla antes de lanzarse al terreno de la reflexión.
“La Iglesia no va a entrar en la casuística de decir esto sí, esto no. Porque además las cosas, dependiendo de los estados de vida, de los contextos, tienen una proporcionalidad. Hay culturas en las que las mortificaciones corporales están más asumidas que en otras”, afirmó.
Por el contrario, indicó que “lo que sí es propio de la Iglesia es dar criterios”. “Las mortificaciones corporales para que tengan su razón de ser tienen que estar integradas, al servicio de la mortificación de nuestro amor propio –explicó-. Porque aquí, lo importante, es mortificar nuestro amor propio y buscar un corazón humilde”. “Si las mortificaciones corporales no están integradas en eso, hay que rediseñar el asunto”, subrayó.
En ese sentido, remarcó que “las mortificaciones que más valen no son las que uno elige libre y voluntariamente”, sino aquellas que implican “la aceptación de algo que me está mortificando, y yo tengo que elegir entre asumirlo a regañadientes, de mala manera y amargado, a acogerlo y abrazarlo con confianza y con alegría”.
Entonces llegó el ejemplo del cilicio, una vieja práctica que el Opus Dei sigue justificando a día de hoy. “Se trata de una pequeña cadena de metal ligero, con puntas, que se lleva alrededor del muslo”, explica dicha congregación en su página web, donde reconoce que “algunos miembros célibes” lo utilizan. “El cilicio es incómodo –si no lo fuera, no tendría razón de ser–, pero de ningún modo entorpece las normales actividades de una persona, ni mucho menos conlleva derramamiento de sangre”, asegura el Opus Dei.
“Comienza por asumir el calor”
De esa herramienta de mortificación habló Munilla. “Desde luego, lo que no tendrá sentido es que alguien diga: voy a utilizar el silicio con el aire acondicionado puesto. Pues tú verás… ¿a dónde vas?… Comienza un poco por asumir el calor y lo que sea… ¿me entendéis por dónde voy?”, preguntó a los oyentes.
“Creo que las mortificaciones corporales, su proporción y su prudencia, tienen que ser integradas en la mortificación de nuestro espíritu, de nuestro amor propio, que es la mortificación principal”, dijo el obispo. Habló entonces de “la mortificación de nuestras tristezas, de nuestros desánimos, de nuestras desesperanzas”. “La mortificación de nuestro estado de ánimo es la mortificación principal –insistió-, la más agradable para el corazón de Jesús”.
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