Richard Gere: "Espero que todos estemos preocupados por la muerte"
El actor se reencuentra con Paul Schrader casi medio siglo después de ‘American gigoló’ en la película ‘Oh, Canadá’, una reflexión de la vida ante la inminencia de la muerte, adaptación de la novela de Russell Banks.
Madrid--Actualizado a
La culpa y la redención, o la posibilidad de ella, han mantenido ocupado al cineasta Paul Schrader los últimos años. Ahora le toca a la muerte. Tras su trilogía de las ‘almas perdidas’ -El reverendo, El contador de cartas y El maestro jardinero-, el director se sienta cara a cara ante la Parca en Oh, CanadḠadaptación de la novela de su gran amigo Russell Banks.
“Llevo haciendo mi última película unos diez años”, ha vuelto a decir el cineasta, que después de la pandemia pasó un año con la salud muy delicada, en el que pensó que aquel sí sería el final. Afortunadamente, se recuperó y pudo continuar trabajando, aunque lo ha hecho acompañado desde entonces por pensamientos sobre la muerte. La desaparición de Russell Banks y su última novela, Los abandonos (Sexto Piso), han sido el vehículo que Schrader ha empleado para hablar de ello desde el cine.
No lo ha hecho solo. Schrader ha completado este ejercicio de repaso de toda una vida, de confesión de pecados y secretos, con la complicidad de Richard Gere, con el que se ha reencontrado casi medio siglo después de que ambos hicieran juntos American gigoló (1980). El actor, que no rompió desde entonces el contacto con el director, se ha puesto de nuevo en sus manos para rodar este filme que también es revisión teórica del hecho mismo del arte y la esencia del artista.
Las trampas de la memoria
“Espero que todos estemos preocupados por la muerte, pero no de una forma mórbida, sino simplemente entendiendo que todo lo que nace muere”, dice el actor, que disiente de Schrader en algunas cosas, como cuando éste dice que el personaje de esta película es el primero de un hombre viejo que hace Gere en el cine. “Richard (Gere) tiene ahora 75 años, parece que tiene 60. Nunca ha interpretado a un anciano”, dijo en una entrevista con The Film Stage, coincidiendo con el estreno de su película en Cannes.
“La primera vez que interpreté a un señor mayor yo creo que fue cuando hice de rey David en una película en la que teníamos a un tipo de maquillaje que había hecho antes Gandhi. Hace treinta años de esto, estábamos rodando en Cinecitta y pasamos de 12 a 18 horas en las que me ponían todo tipo de prótesis y no funcionaba, porque tenía una piel demasiado joven. Ahora es súper fácil envejecerme”, reconoce.
Recuerdos diferentes que revelan las trampas que nos tiende a todos la memoria, más frágil a medida que pasa el tiempo, tal y como le ocurre al personaje de Oh, Canadá. Él es Leonard Fife, un prestigioso documentalista a punto de morir que busca la redención después de una vida y una carrera construidas sobre mitos y mentiras. Así, decide conceder a dos antiguos alumnos una última entrevista, una confesión frente a la cámara y ante su mujer, en la que quiere contar toda la verdad.
Obsesión por la fama
Desertor de la guerra de Vietnam, Fife escapó en los sesenta a Canadá, donde se tropezó por casualidad con su vocación de cineasta. En su testimonio último ante una cámara reflexiona sobre la guerra y el activismo en aquellos años, recupera pensamientos teóricos sobre el cine documental, sobre el arte y sobre el espejismo de los artistas a los que les importa más la fama que la propia obra.
Si a Richard Gere en algún momento de su carrera le ha obsesionado más la fama que el trabajo es una pregunta que no esquiva en un encuentro con periodistas en Madrid. Mucho más, ese empeño por el reconocimiento público lo extiende a “la vida en general, no solo al arte. Creo que a todos en esta habitación nos preocupan demasiado determinadas cosas y es muy difícil no divorciarte del todo de ellas, es muy difícil ser absolutamente independiente de obsesiones como conseguir cosas, ya sea dinero, poder, una determinada posición, la fama…”
No lo niega, pues, el actor, que sabe aprovechar muy bien la conversación para hablar de su manera de entender la vida, de su adhesión al budismo tibetano y de sus convicciones morales. “Lo que vemos ahora no se ha visto desde los griegos y los romanos. Este desequilibrio económico, que yo creo que es peor que nunca y afecta a la felicidad de todo el mundo. La gente que tiene todo ese dinero pasa muchísimo tiempo y energía preocupándose porque no se lo quiten. Y la gente que no lo tiene, por supuesto, está tratando de conseguir cierto nivel para poder sobrevivir. Tenemos que compartir y cuidarnos unos a otros, es la única forma de sentirnos todos seguros y felices”.
Un documental de mi vida
Uma Thurman, en el papel de su esposa; Jacob Elordi, como el propio Fife en su juventud, y Michael Imperioli, el antiguo alumno que graba la entrevista al protagonista, acompañan en la película a Richard Gere, quien subraya la presencia de otro personaje esencial: la cámara. “La cámara nos hace prestar atención, concentrarnos y ser conscientes de lo que pasa, de nosotros mismos, de nuestros pensamientos”. Es una proyección del personaje, convencido de que sin la cámara seguirá siendo un “mentiroso absoluto”.
“Con una cámara y en un documental, parece que te acercas más a la realidad, pero no deja de ser otra forma de ficción”, afirma el actor, que, tras un segundo de reflexión, añade: “Yo vivo un documental de mi vida todo el tiempo, es como ver la ficción del mecanismo que supone ser Richard Gere”. Una ficción, en este caso Oh, CanadḠque le ha llevado a meditar sobre sus propios recuerdos. “Generalmente son muy buenos recuerdos, no todos, pero la mayoría son muy buenos. Cuando miras atrás a lo que has hecho, hay un poco de ternura, pero también hay culpa”.
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