Barcelona
Actualizado:La cuenta atrás de dos meses que tendrá como desenlace una repetición electoral en Catalunya si, como tarde, el 26 de agosto, no se ha investido un nuevo presidente de la Generalitat se ha activado este miércoles. La ha puesto en marcha el acto equivalente a la investidura que se ha celebrado en el Parlament, después de que el presidente de la cámara, Josep Rull, constatara la semana pasada que no había ningún candidato con suficientes apoyos para lograr el cargo. Tanto el primer secretario del PSC, Salvador Illa, como el líder de Junts, Carles Puigdemont, le pidieron más tiempo para negociar y reunir los diputados necesarios para la investidura.
Catalunya nunca ha tenido que ir a la repetición de unas elecciones autonómicas –si se produce, la cita con las urnas llegaría el 13 de octubre–, pero ahora mismo este es el escenario más probable. A pesar de que Junts insiste en la candidatura de Puigdemont, que necesitaría de la abstención de un PSC que por activa y por pasiva ha reiterado que no le piensa facilitar la presidencia, las opciones plausibles se pueden resumir en dos: o investidura de Salvador Illa o repetición electoral. Repasamos los posibles escenarios, con la única certeza de que las negociaciones serán largas y en ningún caso está claro que culminen con un acuerdo.
El PSC: "pacto progresista" o repetición
El PSC se impuso con claridad en las elecciones del 12 de mayo, pero sus 42 diputados –siete más que los 35 de Junts– quedan lejos de la mayoría absoluta de 68 y, por lo tanto, desde la misma noche de los comicios Salvador Illa tiene claro que necesita pactos si quiere lograr una presidencia de la Generalitat que su partido no tiene desde 2010. Desde una óptica aritmética, el PSC tiene varias combinaciones para lograr esta mayoría, pero en la práctica el mismo Illa ha acotado claramente el terreno: "o pacto progresista o repetición electoral, no hay más opciones". La investidura, sin embargo, no será nada fácil.
En su intervención en el pleno de este miércoles, Illa se ha comprometido a negociar activamente los próximos dos meses "sin prisas, pero sin pausas" para lograr un "pacto progresista sólido, ambicioso y hecho desde el convencimiento" con "ERC y Comuns". Mientras que los Comuns apuestan explícitamente por esta alianza –Jéssica Albiach, su líder, lo ha reiterado este miércoles y se ha mostrado "optimista" que sea posible–, será mucho más difícil recibir el "sí" de una ERC en pleno proceso de transición y con un liderazgo temporal de Marta Rovira, su secretaria general. A pesar de que están en fase todavía embrionaria, las negociaciones entre las dos formaciones ya se han puesto en marcha.
La clave de un acuerdo con los republicanos será la mejora de la financiación de la Generalitat, que la formación independentista quiere que sea un modelo "singular" y que salga del régimen común del resto de autonomías, en la línea del concierto vasco. Una opción que, al menos de momento, no contempla el Gobierno, más allá de apelaciones a reconocer la "singularidad" de Catalunya en la financiación, pero siempre dentro del régimen común.
El posible pacto, en cualquier caso, lo tendrían que validar las bases de Esquerra. Si aceptaran la abstención pero no el "sí" a Illa, la alternativa del dirigente socialista sería que también se abstuviera Junts. La doble abstención, permitiría a Illa conseguir la investidura en segunda votación por mayoría simple. Esta opción tendría una lógica política teniendo en cuenta que, tanto ERC como Junts tienen acuerdos con el PSOE, son claves en la gobernabilidad del Estado, y apoyaron la investidura de Pedro Sánchez, pero topa con la estrategia de Junts, que apuesta por la repetición.
Los socialistas admiten que hablarán con Junts y, de hecho, solo cierran la puerta a negociar con los dos partidos de extrema derecha, Vox y Aliança Catalana. Ahora bien, Junts defiende que los contactos con los socialistas tienen que servir porque estos se abstengan en una investidura de Puigdemont, siempre que los junteros previamente hayan recibido el apoyo de ERC.
El escenario de la sociovergència, es decir, el acuerdo entre los dos principales partidos del Parlament, supera con creces la mayoría absoluta, puesto que se eleva a los 77 diputados, pero no parece políticamente factible. A pesar de esto, el presidente del grupo parlamentario de ERC, Josep Maria Jové, ha señalado que la legislatura anterior los dos grupos "iban a la contra" del Govern de ERC "sin dificultades ni muchos aspavientos", y votando juntos en el Parlament. "¿Si comparten modelo socioeconómico, por qué no se votan mutuamente y gobiernan?", les ha preguntado.
Illa también llegaría a los 68 diputados de la mayoría con los votos de PP y Vox, pero con la extrema derecha no negociará y el grupo de Ignacio Garriga no contempla votarlo de ninguna manera, una situación que tampoco hará el PP, como ha subrayado su líder, Alejandro Fernández. La no investidura de Illa y la repetición electoral erosionaría de paso al PSOE y a Pedro Sánchez, una derivada estatal que siempre hay que tener en cuenta a la hora de interpretar los movimientos del PP en Catalunya.
Junts: Puigdemont quiere una segunda vuelta
"Evitar unas nuevas elecciones es una responsabilidad compartida. Junts haremos todo lo posible para que haya un Govern del president Puigdemont y no abocar al país a una repetición electoral". Con estas palabras, el líder parlamentario del partido, Albert Batet, ha insistido en el acto equivalente de este miércoles que no renuncian a la investidura del expresidente a corto plazo.
Ahora bien, esta opción es remota. De entrada, la formación tendría que ligar el apoyo de ERC, una variable que en ningún caso parece clara, como ha recordado el dirigente republicano Josep Maria Jové en el Parlament. La CUP, directamente, cierra la puerta a un "sí" a Puigdemont, con el argumento que Junts y PSC "comparten el mismo programa". En todo caso, la posición de los junteros es que si pueden tener un pacto con ERC, la suma se elevaría a los 55 diputados, superior a los 48 de la alianza de PSC y Comuns, lo que daría "legitimidad" a Puigdemont para optar a la presidencia.
La realidad, pero, es que los números no salen, porque siguen necesitando la abstención del PSC para conseguir la mayoría simple en segunda votación, una opción que no contemplan en la calle Pallars, sede nacional de los socialistas catalanes, pese a que Junts juegue la carta de la necesidad que tiene Pedro Sánchez de sus siete diputados en el Congreso para mantener la estabilidad del ejecutivo estatal.
A partir de aquí, la estrategia de Junts pasa por intentar forzar una repetición electoral para concurrir con una lista conjunta con ERC, tal como avanzó Público. Una especie de segunda vuelta para las aspiraciones presidenciales de Puigdemont. Además, si se tiene que volver a pasar por las urnas, sería más factible que el expresidente pisara Catalunya, un hecho que en cualquier caso estará ligado a la evolución de la aplicación de la amnistía.
ERC: entre la tensión interna y la financiación singular
La aritmética electoral ha situado ERC en el epicentro de cualquier acuerdo, lo que hará que la formación se tenga que mojar en un momento de convulsión interna, con el horizonte de un congreso nacional en el que redefinirá su estrategia y modificará sus liderazgos. El pésimo último ciclo en las urnas –con la pérdida de la Generalitat como símbolo más visible, pero también con malos resultados en las municipales, generales y europeas– han abocado ERC a un final de etapa y, por ejemplo, Oriol Junqueras abandonó la presidencia del partido el 10 de junio, si bien con la intención de recuperar al cargo en el congreso del 30 de noviembre.
El cónclave, en cambio, supondrá el final de la larga etapa de Marta Rovira como secretaria general de los republicanos. Rovira es quien liderará el partido hasta entonces y, por lo tanto, la negociadora jefa de ERC y, paralelamente, ella y su entorno se están moviendo para intentar torpedear el retorno.
A pesar de que este miércoles, Josep Maria Jové ha advertido que llegar al 26 de agosto con el "trabajo hecho" o bien llevar el país a una repetición electoral el 13 de octubre está "solo en las manos" de PSC y Junts, con el argumento de que la sociovergència "suma sobradamente" la mayoría absoluta, la realidad es que todas las miradas recaen en ERC. Y los republicanos quieren ser exigentes en sus condiciones para llegar a un acuerdo, que pasan por el referéndum, la financiación singular, la protección del catalán y la mejora del estado del bienestar y los servicios públicos.
La clave reside en la financiación. La exigencia de ERC pasa porque sea un nuevo sistema "singular", en la línea del pacto fiscal o un concierto económico como el vasco, pero adaptado a Catalunya lo cual supondría añadir una cuota de solidaridad interterritorial con el resto de autonomías. Se le ponga el nombre que sea, la demanda de Esquerra requiere cambiar el modelo, modificar la Lofca –la ley orgánica de la financiación de las Comunidades Autónomas–, entrar en una negociación bilateral entre Catalunya y el Estado, y que la Generalitat recaude el 100% de los impuestos y tenga plena capacidad normativa. Una opción que supera, con creces, lo que de momento acepta el Gobierno español.
Sin este concierto económico el "sí" de ERC parece casi imposible, sobre todo si tenemos en cuenta que en último término serán las bases republicanas las que tendrán que validar un hipotético acuerdo. En todo caso, restan dos meses de unas negociaciones que serán largas y complicadas y falta por ver si los socialistas son capaces de llegar a acuerdos en otros asuntos que hagan posible que, al menos, la dirección republicana defienda la abstención. Una opción, sin embargo, que también necesitaría de la abstención de Junts para una investidura de Illa. Todo ello nos aboca a una repetición electoral, si bien es cierto que en dos meses todavía pueden pasar muchas cosas y pueden aparecer giros de guion inesperados.
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