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Actualizado:Un año más, el discurso navideño del rey Felipe VI no ha dedicado ni una sola palabra a la situación de su padre, Juan Carlos I, ni a los escándalos que lo llevaron a escapar de España el verano de 2020 cercado por la justicia. Casi año y medio después de la espantada, parece claro que serán pocas las cuentas que el exmonarca tenga que rendir por la fortuna secreta que fue acumulando durante su largo reinado. Aunque eso tampoco ha dado pie a que su hijo aclare si el emérito regresará algún día de su retiro dorado en Emiratos Árabes.
Como es habitual, se ha referido con frases hechas a la importancia del respeto a la ley, al comportamiento ejemplar de los servidores públicos o la confianza en las instituciones. Pero a diferencia del año pasado, esta vez no parecen hacer siquiera una referencia velada a las actividades de su padre.
En 2020, cuando más expectación mediática y social despertaba su tradicional alocución, Felipe VI despachó la situación recordando que los "principios éticos y morales" que la ciudadanía demanda de sus representantes "están por encima de cualquier consideración, incluso de las personales y familiares". Este año, solo silencio.
Al margen de las presuntas corruptelas del emérito, son varios los asuntos de calado a los que el monarca no ha hecho mención alguna. Quizás el más acusado sea el de la violencia de género, una lacra que este año se ha cobrado la vida de 42 mujeres, asesinadas por sus parejas o exparejas, según los datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Son ya 1.124 asesinadas desde que en 2003 empezaron a recogerse las estadísticas.
Los crímenes machistas sí fueron dignos de mención con todas las letras en su discurso de 2018, cuando el rey mostró su "repulsa y condena más enérgica y el empeño de toda la sociedad para erradicarla de nuestra vida". En esta ocasión, Felipe VI solo se ha referido a una sociedad "que siga impulsando la igualdad entre hombres y mujeres", sin siquiera referirse a la brecha salarial ni a otros desequilibrios por cuestión de género que siguen lastrando esa igualdad.
Sin duda, el drama de las migraciones es el tradicional gran ausente los discursos del jefe del Estado, y esta Nochebuena no ha sido una excepción. Aunque en esta ocasión, el silencio es más clamoroso que otros años, ya que 2021 ha superado todos los registros de migrantes muertos o desaparecidos que se han contabilizado hasta la fecha en las rutas de las pateras hacia España.
Han sido más de 1.200 víctimas de las fronteras, casi un millar de ellas solo en su intento de llegar a Canarias, y un centenar de ellos, niños de corta edad, según la Organización Internacional para las Migraciones. Mientras, la normalización y la indiferencia política y social ante estas muertes evitables se mezcla con un resurgir de los discursos de odio y de una instrumentalización de la migración como mecanismo de presión política que tuvo en la crisis fronteriza de Ceuta del pasado mayo su ejemplo más descarnado.
Aunque el rey ha hablado de "desafíos" que requieren de "soluciones a nivel mundial" y ha puesto énfasis en que "la salud exige una colaboración internacional más eficaz y reforzada", no ha concretado más en sus exigencias. Pese a alertar del repunte del coronavirus en estas últimas semanas debido a la incidencia de la nueva variante ómicron, Felipe VI ha evitado pronunciarse sobre la necesidad de liberar las patentes de las vacunas y de una mayor solidaridad en el reparto de las dosis para frenar las variantes en países menos desarrollados. En las últimas tres semanas, los países más ricos han recibido más vacunas que todo el continente africano en lo que va de 2021, algo que juega muy en contra del control mundial de la pandemia, según la comunidad científica.
Silencio ante la extrema derecha
En cambio, el monarca sí ha incidido en varias ocasiones en las "aceleradas transformaciones" que se van imponiendo y en los "retos" y la "incertidumbre" que pueden generar. En el plano político, ha insistido con cierta preocupación en que las "diferencias de opinión" que "no deben impedir consensos".
Una tibia manera de referirse a la crispación y al tono bronco que se ha apoderado de las instituciones políticas, sobre todo, desde la llegada de extrema derecha, a la que tampoco ha mencionado. Un enfrentamiento dialéctico que va calando a nivel social con un aumento incipiente de los delitos de odio mientras el clima político, exaltado y polarizado, parece legitimarlos.
"Observamos cómo se ponen a prueba nuestras convicciones, nuestros valores o se ven atacados nuestros principios de organización social y de convivencia en libertad", ha destacado en ese sentido, sin más contundencia en su señalamiento. El rey ha pedido "unidad frente a la división", "diálogo y no enfrentamiento", "respeto frente al rencor" y "espíritu integrador frente a la exclusión" para una "convivencia cívica serena y en libertad". Quizás nadie se dé por aludido.
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