Este artículo se publicó hace 11 años.
En Memoria de Luis Martínez Noval, desde el agradecimiento y la admiración
Hace tres meses coincidí con él en Oviedo, en un acto de la Agrupación Socialista ovetense. Recibíamos un sencillo Diploma en el que se nos reconocía junto a otros afiliados nuestros más de treinta y cinco años de militancia en el PSOE. Allí estábamos, y él, como siempre, asistía con la discreción y la emoción contenida, pero sobre todo, con el afecto entrañable, la mirada cómplice y bonhomía de siempre.
Recuerdo cuando le afiliamos al partido. Fue un gran fichaje. Estábamos muy escasos de cuadros universitarios y profesionales. Me acuerdo que cuando estábamos emergiendo desde la clandestinidad, en la tolerada existencia de un partido aún ilegal, allá por 1976, se nos habló de un economista joven, muy brillante, con una gran capacidad de análisis, que trabajaba en la Cámara de Comercio, que hacía estudios para SADEI (Sociedad Asturiana de estudios económicos), y que era profesor no numerario de una flamante facultad de económicas que se estaba poniendo en marcha en la Universidad asturiana, en la calle González Besada de Oviedo. Jesús Sanjurjo tenía muchas esperanzas depositadas en él. Venía de la mano de otro gran economista de brillante trayectoria llamado Jesús Arango. Hubo que esperar a una entrevista con nuestro secretario general para afiliarlo definitivamente. Recuerdo que se le encomendó la tarea a D. Rafael Fernández, por aquel entonces recién llegado del exilio mexicano, miembro de la Ejecutiva federal del PSOE y Secretario de los socialistas asturianos.
Luis Martínez Noval enseguida pasó a desempeñar tareas como militante y asesor económico y como dirigente. Fue durante varios años, desde 1978, secretario de Estudios y Programas de Asturias, dirigiendo con gran rigor las ofertas electorales del PSOE para el desarrollo económico e industrial de Asturias, en una época marcada por la crisis energética mundial, y la necesidad de dar una nueva alternativa al modelo de desarrollo industrial asturiano. Con posterioridad desempeñó la responsabilidad de vicesecretario general, hasta avanzada la década de los ochenta, siendo Jesús Sanjurjo nuestro primer secretario. Por último, desde la segunda mitad de los ochenta y hasta noviembre del año 2000, fue el secretario general de los Socialistas Asturianos y dirigente federal del PSOE. También fue portavoz del Grupo Parlamentario Socialista.
Recuerdo su coraje cuando en el año 2000 el PSOE, después de una derrota electoral con estrépito, no tenía un líder que echarse a la boca, es decir, que ejerciera de portavoz para el debate de investidura ante el triunfante José María Aznar: Lo hizo Luis Martínez Noval y con gran dignidad y brillantez. Fue de las últimas intervenciones parlamentarias de Luis, y sin duda, la última investidura de Aznar.
Luego, en noviembre de 2001 las Cortes lo eligieron miembro del Tribunal de Cuentas, poniendo un final brillante a su trayectoria parlamentaria. Su nombramiento me reintrodujo de nuevo en el Parlamento. Y en las elecciones de 2004 y de 2008 le sustituí como número uno de los socialistas asturianos, pues él nos había liderado desde 1986. ¡Siempre hemos tenido un agradecimiento muy profundo al partido y a los electores asturianos, por el honor de confiarnos su representación política en el Congreso con un acto de voluntad tan íntimo y desinteresado, expresión de su libertad y de su utopía, como es el voto! Luis nunca olvidó a quién representaba. Yo, como él, tampoco.
Unos años más tarde le felicité con gran emoción porque volvió a darnos otra lección de disciplina, afán de superación, voluntad y coraje. Sin duda, como a muchos jóvenes de aquella época,- como a mí mismo, hoy un modesto abogado que intenta abrirse paso-, la pronta entrega a la actividad política y la opción por una dedicación pública y parlamentaria a la que nos dedicamos desde 1982, nos apartó de una senda profesional o académica que pudo ser más fructífera o brillante, intensa y significativa en nuestras trayectorias vitales. Luis retomó desde la modestia y el esfuerzo la Tesis Doctoral y aprobó con sobresaliente cum laude aquella asignatura pendiente. ¡Un espejo en el que mirarse!, en el que tienen que mirarse con orgullo sus hijos, pero también los jóvenes de hoy, ahora que hay tanta denostación de "los políticos", y sin duda, en el que los actuales políticos también tienen que mirarse.
Luis fue ministro de Trabajo, hasta que una grave enfermedad lo apartó del Gobierno. Y ahí nos demostró la ilimitada fortaleza silenciosa de su espíritu, la capacidad de superación del ser humano ante la adversidad. Su fe y su tesón, su amor por su mujer y sus hijos y una moderna medicina española lo sacaron adelante cuando recibió un día la fatídica noticia de que le quedaban pocos instantes de vida. Desde entonces siguió muchos años transitando por la vida, más de veinte, ¡y fueron pocos!, hasta que se lo llevó silenciosamente y discretamente un sueño oscuro, un dormir imprevisto, después de una caída y de un golpe seco, sin duda en el mejor momento de su vida y de la vida de quienes le rodeaban.
Desde 1982 fueron muchos los kilómetros que recorrí con Luis. Ambos fuimos elegidos diputados por Asturias en 1982. Recuerdo los primeros viajes a Madrid, las tertulias en el Expreso Costa Verde, aunque siempre se acostaba el primero, las horas de viaje por carretera y las largas esperas de aeropuerto. Recuerdo su austeridad extrema en todos los ámbitos de la vida, su discreción y su pulcra e intensa honestidad, su limpia caligrafía, su metódica organización y disciplina, su rigor y su capacidad analítica de la economía de nuestro tiempo, su defensa, en suma, de la igualdad de oportunidades como un valor nuclear. Luis estaba indignado con las privatizaciones de nuestros sectores estratégicos empresariales y servicios públicos, con las desregulaciones del sector financiero, con las stock options, con la confusión entre lo público y lo privado, con la agresión al sistema público de pensiones y de protección social, y con la corrupción de los sectores económicos y determinados sectores políticos. No ofendía a nadie, de su boca no salía ni una mala palabra, si acaso una ironía o un refrán asturiano, pero tenía muy claro que la crisis del 2008, la feudalización, la "gran divergencia social de nuestro tiempo - en palabras de Krugman- se ha venido gestando larvadamente con aquellas ideas económicas y síntomas tan denostados y combatidos por él.
Luis tenía razón y grandes valores. Conviene seguir defendiendo sus ideas, porque son las acertadas si uno analiza la historia económica de la humanidad.
*Exdiputado del PSOE
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