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La Línea P: cuando Franco fortificó el Pirineo con 8.000 puestos defensivos para defenderse de las democracias
El franquismo diseñó un entramado defensivo con 10.000 búnkeres, fortines, polvorines y casamatas, de las que fueron construidas más de 8.000, a lo largo de los 500 kilómetros de la cordillera para protegerse del temido ataque de las potencias democráticas occidentales que atormentaba a la dictadura y con el que soñaban los republicanos.
Zaragoza-
El ataque de las potencias democráticas occidentales contra la España de Franco, que nunca llegó a superar el grado de idea para pasar al de proyecto, no solo era un sueño de los republicanos. También se convirtió en una amenaza que desde poco después de finalizar la guerra civil, coincidiendo con el inicio de la mundial, atormentaba a la dictadura, la cual llegó a diseñar una línea defensiva con 10.000 posiciones a lo largo de los 500 kilómetros del Pirineo que van de Portbou, en la Costa Brava, a Hondarribia, en el Cantábrico, para repelerla.
La Línea P, de la que llegaron a ser construidos más de dos tercios de los emplazamientos militares, hoy abandonados y fuera de uso más allá de servir de refugio ocasional a los montañeros que recorren la cordillera y de articular rutas turísticas locales, tenía como denominación oficial el de Organización Defensiva de los Pirineos (ODP) desde que la Instrucción C-15 del Estado Mayor Central del Ejército cerrar de este a oeste la estructura defensiva que hasta entonces se concentraba en los extremos.
Esa orden se daba en agosto de 1944, cuando el maquis se encontraba en plenos preparativos de lo que a partir del 19 de octubre de ese año acabaría siendo una fallida invasión de España por la Val d’Aran con un ejercito de 4.000 partisanos al mando de Jesús Monzón.
¿Tanto temor despertaron los planes del maquis en el franquismo? No es descartable, vista la cronología del proyecto. De hecho, los planes de la Línea P siempre discurrieron en paralelo a la sensación de amenaza que percibía el franquismo.
Así, el proyecto de proteger los pasos fronterizos de Girona (La Jonquera) y Euskadi (Irún), además de los navarros, más llanos que los de Lleida y Huesca, surgía a finales de la guerra civil, cuando comunicaban la España de la dictadura con una democracia de mayoría izquierdista como era entonces Francia. Y su primer refuerzo, ordenado en 1942, coincidía con el comienzo del declive de la División Azul, las tropas enviadas por Franco para apoyar a los nazis en su campaña contra la URSS.
"El maquis puso en evidencia una amenaza para el franquismo"
La Línea P "surge en el contexto del creciente aislamiento internacional del régimen franquista, cuyo claro alineamiento con las potencias del Eje (…) fue desvaneciéndose a medida que menguaba la fortuna bélica de las mismas", explica Gustavo Castañer en un artículo publicado en el Boletín Informativo del Sistema Archivístico de la Defensa, que añade que "desde septiembre de 1940 ya existía un plan de fortificación de los Pirineos Orientales (Catalunya) ante un posible intento de penetración con tropas motorizadas por Le Perthus".
"La invasión del Valle de Arán por más de 3.000 guerrilleros del maquis, en octubre de 1944, puso en evidencia la existencia de una amenaza tangible para el régimen franquista", añade Castañer, que anota que "ya desde agosto de 1944 la Instrucción C-15 del Estado Mayor Central del Ejército había previsto la organización defensiva de los Pirineos", cuyo "objetivo era crear una barrera defensiva a lo largo de más de 500 kilómetros, desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico".
"¿Cuáles fueron los motivos para construir la Línea P? No se conocen con concreción, pero la base era defender la frontera", explica José Manuel Clúa, autor de tres libros (el último de ellos presentado esta misma semana) sobre los tramos aragoneses de esa estructura defensiva y que se refiere a ella como "la principal obra de fortificación construida en Europa después de la Segunda Guerra Mundial".
"La obra no llegó a terminarse"
La ODP incluye alrededor de 8.000 fortines, búnkeres, casamatas, nidos de ametralladora, observatorios, depósitos de munición y otros asentamientos defensivos, algunos de pequeño tamaño y otros con capacidad para acuartelar tropas, que se despliegan por la cordillera linealmente y, a la vez, con una disposición de profundidad que en ocasiones alcanza los quince kilómetros.
"La obra no llegó a terminarse. El material no era muy abundante en la España de la posguerra. Iban construyendo según la disponibilidad", explica, aunque eso no impidió que en el Valle del Aragón, en Huesca, llegaron a trabajar 50.000 personas de manera simultánea.
La línea defensiva se estructuró en función de las tres regiones militares afectadas, las de Catalunya, Aragón y Navarra-Euskadi, cuyos territorios pirenaicos, explica Castañer, "se dividieron en Sectores, cada uno de los cuales agrupaba diversos Centros de Resistencia (también denominados Núcleos de Resistencia). Los Centros de Resistencia se dividían en Elementos defensivos y estos, a su vez, en Subelementos, con gran cantidad de emplazamientos defensivos".
El franquismo cubrió una parte de la mano de obra con batallones de presos republicanos en la primera etapa, en la que se centró en los extremos de la cordillera, "pero esos batallones se disolvieron en 1942 -apunta Clúa-. La mano de obra fueron los militares de reemplazo en Aragón" y en el grueso de la estructura central.
"Fue más proyecto que realidad, pero ha dejado múltiples evidencias"
Las obras continuaron durante doce años, hasta 1956, para producirse hacia 1958 el abandono definitivo del proyecto, indica Clúa, que anota que "los emplazamientos no llegaron a ser armados, y el ejército protegió las edificaciones taponando las troneras".
El descarte definitivo del proyecto de la Línea P, considerada liviana y vulnerable por los ejércitos europeos, llegó cuando la España franquista comenzó a salir del periodo autárquico.
Castañer enumera como los principales motivos para ese cambio de rumbo "la magnitud de la obra, realmente ingente para la maltrecha economía española de la época, la carencia de medios adecuados y la propia evolución política de la posguerra mundial", en la que "el enfrentamiento entre bloques (…) posibilitó la salida de España de su aislamiento internacional".
La entrada en la ONU en diciembre de 1955 y las relaciones con EEUU, añade, "dieron el golpe de gracia a esta titánica empresa. Una línea fortificada que jamás entró en funcionamiento y que fue más proyecto que realidad, pero que ha dejado múltiples evidencias en los Pirineos".
Nada que ver con la Línea Maginot o el Muro Atlántico
La Línea P sería en 1962 y 1969 objeto de inspecciones militares para valorar el estado de las estructuras, algo que se repitió contadas veces hasta mediados de los años 80. Hoy carecen de uso militar más allá de que su ubicación sea utilizada en ocasiones en ejercicios de guía de los cuarteles cercanos a ellas.
El proyecto de línea defensiva no tiene nada que ver con otras como la Maginot con la que los franceses se prepararon para parar a los alemanes tras la primera guerra mundial. "¿Similitudes? Yo diría que ninguna. La Maginot era lineal, y disponía de cuarteles y de espacios por los que podían circular trenes y otros vehículos".
El Muro Atlántico, la barrera que levantaron los alemanes durante la segunda guerra mundial para intentar frenar una eventual invasión de Europa desde Inglaterra, sin mayor acierto visto lo ocurrido en el desembarco de Normandía, también era una estructura continua.
Clúa, que lleva años colaborando con ayuntamientos y comarcas aragonesas para recuperar las edificaciones de la Línea P, que cuenta con rutas locales en Canfranc, Biescas o Panticosa, lamenta cómo "algunos emplazamientos se han perdido en obras de carreteras y de urbanización. En Formigal desaparecieron dieciséis".
"Es imposible recuperarlos todos, porque algunos están en lugares poco recomendables para una visita de carácter turístico", señala, sobre esta desconocida infraestructura militar abandonada a lo largo del Pirineo. "En Europa estas líneas defensivas atraen a miles de turistas", anota.
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