Washington
El demócrata Joe Biden tomará posesión mañana como 46º presidente de Estados Unidos tras derrotar a Donald Trump en las elecciones del pasado noviembre, que acabaron convertidas en un referéndum sobre el magnate neoyorkino. Biden ganó por cinco millones de votos y evitó que el presidente en ejercicio no fuera reelegido, cosa que no sucedía desde la victoria del también demócrata si bien joven Bill Clinton sobre George W. H. Bush en 1992. Sin embargo, la euforia por la victoria no es el final de la carrera para Biden, sólo el principio: hereda un país polarizado como no lo había estado en muchas décadas, en medio de una pandemia con efectos demoledores para la salud y la economía, sobre todo la de la clase trabajadora, y con problemas estructurales como unas desigualdades sociales y raciales en cotas alarmantes.
Ante esta situación, el equipo de Biden ha ido filtrando información sobre la estrategia a largo y corto plazo que tendrá el nuevo presidente, que durante toda la campaña se presentó como una especie de renovador (dentro de los estándares estadounidenses) y como un político que, por su amplia trayectoria, sabría hacer su trabajo en cuanto a los retos urgentes. Son las dos luces, la larga y la corta, que Biden tendrá que ir conjugando en su mandato.
Sobre lo último, el nuevo mandatario quiere empezar fuerte: lanzará un plan económico y de ayudas dotado con 1,9 billones de dólares (1,5 millones de euros; que incluirá la emisión de cheques personales de 1.400 dólares y un seguro de desempleo de 400 dólares a la semana) y se propone vacunar a 100 millones de personas en sus primeros 100 días de mandato.
Junto a esto, según un documento elaborado por su jefe de gabinete, Ron Klain, Biden firmará docenas de órdenes ejecutivas (presidenciales) en sus primeros diez días de mandato. Éstas, según el informe, se centrarán en cuatro crisis actuales: "La crisis de la covid-19, la crisis económica resultante, la crisis climática y una crisis de igualdad racial".
La principal ley federal que aprobó Trump en su mandato fue la Ley de Bajada de Impuestos y del Trabajo, que entró en vigor en noviembre de su primer año de mandato, 2017; se trató de una norma que bajó enormemente los impuestos a las grandes fortunas, es decir, al propio Trump. Aparte de esto, el magnate gobernó a golpe de órdenes ejecutivas, que centró sobre todo en laminar el Obamacare y la regulación climática del país (en parte también heredada de los años de Obama).
La ventaja de la manera trumpiana de gobernar es que las órdenes presidenciales, al contrario que las leyes (que son aprobadas en el Senado en un prolijo proceso), pueden ser revocadas con otras órdenes similares, y éstas son las que Biden pretende implementar en sus primeros días en la Casa Blanca. Serán el primero lavado de cara de los Estados Unidos de Biden.
Entre otras cosas, según detalla su jefe de gabinete, el nuevo presidente tomará medidas para, en el caso de la pandemia, "proteger las escuelas, los negocios y a los trabajadores, expandir las pruebas de detección del virus y fijar claros estándares de salud pública" y restringir los desahucios; en cuanto a inmigración, ordenará "que los niños separados de sus familias tras haber cruzado la frontera vuelvan a estar con ellas"; y, por último, revocará órdenes presidenciales sobre regulación ambiental firmadas por Trump, entre ellas, el regreso al Acuerdo del Clima de París.
Klain indica en el documento que dichas órdenes serán acompañadas por una "robusta" agenda legislativa, puesto que Biden tendrá a su favor las dos cámaras del congreso la de Representantes y el Senado, ambas de mayoría demócrata tras las elecciones de noviembre. "Estas acciones ejecutivas", dice Klain, "darán alivio a los millones de estadounidenses que están luchando frente a estas crisis. El presidente electo Biden tomará medidas, no sólo para revertir los daños más graves de la administración Trump, sino también para comenzar a hacer avanzar a nuestro país". Es ahí cuando las luces cortas se irán convirtiendo en largas.
Y esto lleva al primer punto: su programa de gobierno, su modelo de país. Biden ha prometido que dará un carpetazo a los años de trumpismo volviendo a la escena internacional e implementando políticas sobre justicia social y para la clase media centrada en mayores impuestos para las grandes fortunas, la ampliación de las coberturas sanitarias, la deuda estudiantil, la igualdad racial (para empezar, el gobierno de Biden es el más diverso de la historia, con negros, gays, nativos americanos, latinos…), la política de vivienda y el desarrollo de políticas climáticas y de energía sostenible, que Biden quiere que sean la base de una especie de nuevo New Deal verde industrial.
Con esa apelación, el demócrata busca que sus conciudadanos lo pongan a él en la misma tradición que Franklin Delano Roosevelt (presidente en los años 30 y 40) y Lyndon B. Jonson (en los 60), artífices de proyectos similares que en el caso de Johnson incluyó la aprobación histórica de las leyes que permitieron votar a la población negra. En la estela de Johnson, Biden se presenta ahora también como el presidente llamado a "curar" Estados Unidos, como no ha dejado de repetir, es decir, a combatir las desigualdades sociales, pero específicamente, las raciales: Biden hereda un país que ha vivido las protestas más fuertes por este motivo desde precisamente los años 60 de Johnson.
En la estela de Roosevelt, Biden plantea que, así como aquellos Estados Unidos de la gran industria (simbolizada en el auge de la General Motors) pusieron a trabajar a todo el país y llevaron a una clase media y trabajadora a ser propietaria y mandar a sus hijos a la universidad sin asumir deudas galopantes, ahora es el turno, ha dicho en la campaña, de un plan económico para hacer lo mismo, pero en la industria verde y la economía sostenible. Si se trata de prometer la cuadratura del círculo o no, sólo el tiempo lo dirá, lo que parece palmario es que es un marco absolutamente diferente al trumpiano, cuyo silogismo unívoco era: cuanto más contaminas, más empleo se genera y más riqueza.
Bernie Sanders, protagonista clave
Hasta qué punto esas acciones y esas reformas sean de calado dependerán, como siempre, de la voluntad y pericia de Biden, de las resistencias sociales y de la batalla política, pero también de las luchas internas del propio Partido Demócrata, donde hay un ala centrista y otra más progresistas, pero también un ala conservadora.
En este escenario, el senador por Vermont Bernie Sanders está llamado a ser un protagonista clave. Sanders rechazó en enero ser ministro de Empleo de Biden para seguir centrado en el Senado, la cámara que impulsa la legislación federal estadounidense. Sanders, adalid del Medicare For All (un modelo sanitario gratuito y de cobertura total), se retiró en su día de la campaña de las primarias y dio su apoyo temprano a Biden para unir al partido en el referéndum sobre Trump, pero también para forzar al partido a que apoye políticas progresistas para la clase trabajadora y sobre los impuestos a los ricos y se deje de medias tintas.
En este sentido los retos son mayúsculos. Trump alcanzó en los meses previos a la pandemia un pleno empleo técnico histórico para el país y unos resultados bursátiles excelentes.
Sin embargo, bajo estos datos macroeconómicos se escondían otros Estados Unidos: el país arrastraba las mayores desigualdades sociales en décadas, los desahucios estaban en máximos históricos, las opciones de la clase trabajadora y hasta media-alta para ser propietaria de una vivienda eran más bajas que nunca, los niveles de pobreza aumentaban, los salarios llevaban años estancados, la deuda estudiantil alcanzaba máximos históricos y, tras los ataques constantes de Trump a las reformas sanitarias de Obama, más de 40 millones de personas no tenían cobertura médica y otros 30 millones la tenían muy limitada.
Esto, su gestión de la pandemia y la manera en que enfrentó las protestas raciales tras la muerte de George Floyd en mayo bajo la rodilla de un policía de Mineápolis, son tanto el bagaje de Trump como los datos del pleno empleo. Y éste es el escenario en el que Joe Biden tendrá que promover las luces largas y cortas de su mandato.
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