Este artículo se publicó hace 7 años.
Congreso Nacional del PPJavier Arenas: control en Madrid, tutela en Andalucía
Pese a que el PP andaluz llevaba semanas anunciando su salida de la dirección nacional, Javier Arenas mantiene su puesto en Génova, desde donde seguirá intermediando en las intrigas andaluzas de cara a los congresos regional y provinciales.
Daniel Cela
Sevilla--Actualizado a
El PP andaluz y su presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, daban por finiquitado a Javier Arenas en la dirección nacional del partido. Llevaban semanas "anunciándolo" a los periodistas en los pasillos del Parlamento de Andalucía. Pero era más un deseo que una realidad. Un deseo de quienes esperaban, por fin, no tener que soportar la alargada sombra del omnisciente Arenas en el próximo congreso regional (del 10 al 12 de marzo) y en los subsiguientes congresos provinciales (sobre todo el de Sevilla, donde las aguas están revueltas).
Arenas se queda en la cúpula de Génova, cerca del despacho de Mariano Rajoy, y por tanto mantiene su capacidad de influencia en el PP andaluz. Como siempre ha ocurrido. Para eso lo inventó él.
El postarenismo tendrá que esperar. Es ya la enésima vez que se anuncia que Godot se va, pero no se va. La última vez fue en 2015, cuando abandonó su escaño en el Parlamento andaluz. Javier Arenas (Sevilla, 1957) mantiene su puesto de vicesecretario del Área Autonómica y Local del PP, corroborando así dos cosas: que su amistad con Rajoy sigue intacta, y que el presidente sigue fiel al juego de contrapesos que tan buen resultado le ha dado tanto en el Gobierno como en la dirección del partido: Cospedal-Sáenz de Santamaría; Cospedal-Maíllo; Cospedal-Arenas.
Quizá Juanma Moreno interpretó erróneamente la entrada de Juan Ignacio Zoido en el Ministerio de Interior como la constatación de que Rajoy había inclinado finalmente la balanza en favor de Cospedal, y en detrimento de Arenas. El exalcalde de Sevilla fue mano derecha y persona de confianza de Arenas, hasta que dejó de serlo, y empezó a desfilar en el equipo de Cospedal. El ministerio de Zoido es cuota de Cospedal, frente a Soraya Sáenz de Santamaría y al propio Arenas.
El 'postarenismo' tendrá que esperar. Es ya la enésima vez que se anuncia que Godot se va, pero no se va
Aquel cambio de bando fue consecuencia del aparatoso relevo al frente del PP andaluz: Arenas se fue a Madrid y dejó la presidencia a Zoido, que la asumió de mala gana y de forma interina. Pero en proceso de renovación, se fracturaron las alianzas: otro pulso más en la distancia entre Cospedal y Arenas. Ella maniobró en favor del candidato de Zoido, el alcalde de Tomares, José Luis Sanz; y todo parecía hecho, hasta que Arenas entró en el despacho de Rajoy y salió con el nombramiento de Juanma Moreno. Venció Arenas, y su victoria afianzó sus tentáculos sobre el PP andaluz. Su pupilo, Moreno, lleva dos años diciendo que Arenas "influye cero en la política andaluza", pero de tanto decirlo, nadie le cree. Lo último que dijo Moreno es que el expresidente de honor del PP andaluz se caía de la cúpula de Génova, y no ha sido así.
Javier Arenas es insumergible. El congreso de este fin de semana le ha dejado una de las cuatro vicesecretarías de la dirección del PP, la que más influencia tiene en los territorios. Moreno Bonilla vuelve a Andalucía con la "victoria" de haber metido a 15 andaluces en la Ejecutiva Nacional de Rajoy, lo que demuestra, dice, "el compromiso del presidente" con esta tierra. Pero atribuirle el mérito al malagueño o una mínima capacidad de influencia en la elección de esos 15 nombres es mucho decir: el equipo andaluz en el Comité Ejecutivo Nacional de Rajoy pertenece a la órbita de Arenas, no de Moreno: políticos veteranos como Miguel Arias Cañete, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, Teófila Martínez, Juan José Matarí (persona de su estrecha confianza desde hace años), Antonio Sanz o Celia Villalobos. Con la excepción de Dolores López, actual secretaria general del PP-A, ningún otro parece elegido a propuesta del líder andaluz.
Matar al padre
Juanma Moreno, lo dicen las encuestas, no termina de afianzarse como referente de la derecha en Andalucía. Su nivel de conocimiento entre los electores es del 56,8%, muy bajo para un líder de la oposición, que lleva ya tres años como presidente del PP-A. Con todo, no es probable que le nazca un oponente en las próximas tres semanas que le dispute la presidencia en el congreso regional.
Pero las cuitas internas del partido, gestionadas desde Génova, sí se van a hacer visibles en el cónclave del PP de Sevilla. Ahí volverá a medirse el poder de influencia de Arenas con el de Cospedal. El primero está detrás de los renovadores (Beltrán Pérez y Virginia Pérez) y la segunda con los oficialistas, junto a Zoido y el actual presidente del PP sevillano, Juan Bueno.
Pudiera parecer que la guerra interna por el control del partido en la capital de Andalucía es materia de examen para el presidente regional del partido, sin embargo, vuelan los cuchillos desde Génova, mientras Moreno observa desde la barrera.
"Javier no levanta un pie de un sitio hasta no estar seguro de que pisa firme con el otro", suele comentar una de sus personas más próximas
Arenas moviliza a sus leales de cara a los congresos provinciales, sobre todo en Sevilla, porque sabe que aquí es donde se repartirá el poder orgánico para los próximos años. Cospedal y Zoido harán lo mismo, porque ya es evidente para todos que Andalucía es el terreno de juego de las pugnas internas que se libran en Génova. Si Arenas, por un momento, perdiese pie en Andalucía, perdería poder en Madrid. "Javier no levanta un pie de un sitio hasta no estar seguro de que pisa firme con el otro", suele comentar una de sus personas más próximas. Después de muchos años, el equilibrio lo ha encontrado clavando un pie en Madrid y otro en Sevilla.
De modo que el postarenismo ni está ni se le espera. A Arenas aquí le llaman Javier, igual que a Susana Díaz la llaman Susana, y a Felipe González, Felipe. Los socialistas andaluces le reconocen como "el mejor orador que ha tenido el PP, con mucho ingenio, mucho olfato, mucha naturalidad y empatía con la gente". Tiene ese magnetismo entre los suyos.
Fue presidente de los populares andaluces entre 1993 y 1999 y de nuevo entre 2004 y 2012. En 2015 renunció a su acta de diputado en el Parlamento andaluz para marcharse a Madrid, igual que lo hizo en 1996 y en 2002, tras perder las elecciones contra Manuel Chaves. Ha sido candidato a la presidencia de Andalucía cuatro veces (1994, 1996, 2008 y 2012) o, dicho de otro modo: su partido no ha encontrado candidato mejor durante dos décadas. En las últimas venció por primera vez al PSOE, pero un acuerdo de gobierno con IU lo dejó fuera de San Telmo. Se fue, pero no se fue.
"Javier deja el Parlamento andaluz, pero nunca la política andaluza", dice una persona próxima. El político de Olvera creó un amplio círculo de confianza entre políticos jóvenes que ahora superan los 40 años, y que han sido alcaldes o desempeñan responsabilidades en Madrid, gente que representa una derecha moderna, alejada del tópico del señorito andaluz. Aún hoy esa es su fuerza. Hay pocos dirigentes del PP andaluz que no hayan pasado o sigan formando parte de la escuela arenista.
"Javier deja el Parlamento andaluz, pero nunca la política andaluza"
La oposición que ejerció Javier Arenas al Gobierno socialista andaluz durante casi 30 años ha contribuido a la imagen que el PP de Madrid importaba de Andalucía. Las críticas al PER (Plan de Empleo Rural) y la leyenda de la Andalucía subsidiada son el mayor exponente. En los noventa, ante la dirección nacional, los populares andaluces encontraron el modo de justificar sus continuas derrotas en las urnas: la teoría del voto cautivo. Según ésta, la fidelidad al PSOE en las zonas rurales se debía a prebendas de la Junta y al maná de sus subvenciones. Arenas fue el principal promotor de aquella tesis, de la que años después se retractaría para arañar votos en municipios pequeños, pero que quedaría grabada a fuego en el argumentario del PP nacional más conservador.
A finales de la década pasada, con un Gobierno andaluz acosado por el fraude de los ERE, Arenas acuñó una nueva y potente herramienta de oposición: el término "régimen", con el que denominaba a "la ocupación del PSOE de las instituciones andaluzas".
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