Este artículo se publicó hace 7 años.
La imposible búsqueda de las mujeres del Aguaucho y el minero hallado en una fosa
La Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía ha anunciado la búsqueda fallida de las mujeres asesinadas en el cortijo del Aguaucho y el hallazgo de los restos del minero Pedro Masera Polo, asesinado en Huelva
María Serrano
Sevilla-
La cara oculta de una exhumación, esa parte que poco conocen y que tanto duele, la tristeza de una familia que no logra dar con los suyos después de 81 años de sufrimiento. Así lo viven hoy los familiares de las mujeres del Aguaucho en Fuentes de Andalucía (Sevilla). Dos semanas de intervención arqueológica en el pozo de un antiguo cortijo “no ha mostrado ninguna evidencia de que los cuerpos de estas jóvenes, de entre 16 y 22 años, estuvieran a ocho metros bajo tierra”. El equipo de la arqueóloga Elena Vera ha sido tajante, muy a su pesar. “No hemos encontrado nada”, aunque la noticia pueda doler demasiado a los que llevan toda una vida buscando.
Por otro lado, la Junta de Andalucía anunciaba una buena noticia. El hallazgo de los restos del minero Pedro Masera Polo fusilado en 1938. La primera exhumación realizada en una fosa de la ciudad de Huelva. Su nieta está viva. Ha podido verlo. Los testimonios orales que conocían el paradero de las mujeres no ha permitido conocer el relato exacto de aquellos días, una leyenda que todo el pueblo de Fuentes conoce como el crimen de las mujeres. Las coordenadas en la fosa del cementerio de la Soledad (Huelva) sí indicaban al contrario los puntos de enterramiento de Pedro Masera, asesinado a los 61 años de edad.
El crimen oculto de las jóvenes del Aguaucho
“Eso decían, que estaban ahí en ese pozo escondidas y ellos mismos nos han engañado”. Pablo Caballero ha querido permanecer en el silencio de su vivienda durante todo el día. La llamada de sus hijas, Chari y Luisa, al conocer la noticia de que no había restos de su tía Josefa, asesinada con 18 años, ni de ninguna aquellas niñas en la finca sevillana del Aguaucho ha sido un golpe demasiado fuerte. “Mucha gente lo decía en Fuentes, que nos iban a engañar para que se pudieran seguir riendo de aquellas niñas violadas y asesinadas”, destaca Caballero a Público, a sus 87 años de edad.
La tía Josefa es una de las mujeres asesinadas. Cinco de ellas esperaban encontrarse en la antiguo cortijo del Aguaucho, en el término municipal de La Campana (Sevilla). María Jesús Caro González, de 18 años de edad y soltera; las hermanas García Lora, Coral y Josefa de 16 y 18 años de edad; María León Becerril de 22 años y soltera; y Joaquina Lora Muñoz, de 18 años y soltera. Los testimonios orales no han permitido encontrar ningún rastro en el pozo donde los falangistas prometieron que se habían llevado a las “más nuevas”, tras desnudarlas y obligarlas a servirles un buen almuerzo. Horas después acabaron violándolas antes de asesinarlas. Arrojadas a un pozo y sin escapatoria, los asesinos proclamaron por el pueblo, con su ropa interior en la puerta de los fusiles, un mensaje de esperanza y terror. Y es que sus cuerpos estaban sin vida al fondo de un agujero.
“Con sólo 18 años se la llevaron de la calle Sol, donde vivía cerca de mi madre y mis hermanos a los que nos cuidaba con todo su cariño”
La madre de Pablo nunca se cansó de recordarlo. “Ella me lo decía, la tita está en un pozo y allí no la podemos encontrar pero muchos de los que éramos niños hemos querido luchar”, lamenta. La sinrazón de aquella barbarie, perpetrada en una tarde del 17 al 27 de agosto de 1936, ha logrado cumplir su objetivo. Continuar un relato de silencio y olvido.
“Ahí no están y nada podemos hacer ya. Dice que se la llevaron a las fosas de la Luisiana, de Cañada del Rosal pero no las van a encontrar por allí”. Caballero cuenta a Público la temprana edad a la que falleció su tía. “Con sólo 18 años se la llevaron de la calle Sol, donde vivía cerca de mi madre y mis hermanos a los que nos cuidaba con todo su cariño”. No fueron las únicas en Fuentes. El número total de fusilados alcanza 117 personas.
Una intervención arqueológica a diez metros de profundidad
La intervención arqueológica de las mujeres, realizada gracias a la financiación de la Dirección General de Memoria Democrática y la lucha de la asociación de memoria de Fuentes de Andalucía, finalizaría en la tarde de este jueves dando el peor de los resultados. Elena Vera, encargada de la intervención, señala la “operación infructuosa” y triste para un crimen tan salvaje como fue el del Aguaucho. “Hemos alcanzado la base del pozo, llegando a una altura de 8,30 metros, y en la que han sido encontrados colmatados, materiales correspondientes al siglo XIX y por tanto anteriores al objeto de búsqueda”. Sobre los restos de barro se han hallado sendas capas de basura, restos óseos de animales y derribo de material.
“Decían que bordaban una bandera republicana y luego descubrieron que era un mantón. Pero ya las habían asesinado”
Dolores, Coral y Josefa. Las Hermanas García Lora, de 22, 18 y 16 años también han tenido a sus representantes familiares más jóvenes en vilo. Emilio tiene 17 años y ha ido con su tío José Campos a visitar cada día los trabajos de búsqueda de las mujeres. “Mi abuelo Antonio me contaba la historia. Las llevaron a las tres en el camión y ni la chica Coral de sólo 16 años se quiso quedar atrás. Decía que donde iban sus hermanas estaría ella”.
Emilio sabe bien cómo fue el crimen y no puede ni imaginar que esto ocurriera en su mismo pueblo donde no ha visto nunca la venganza ni el odio. “A saber qué paso si las violaron, las mataron, las echaron a un camino, pero desde aquí saben que hemos hecho todo lo que hemos podido. También mi abuelo Antonio que tanto hizo para que no las olvidaran”. Las tres jóvenes fueron acusadas por una de las vecinas de la calle al nuevo cuerpo militar. “Decían que bordaban una bandera republicana y luego al cabo del tiempo descubrieron que era un mantón. Pero ya las habían asesinado”, aclara.
María Luisa logra culminar la exhumación de Pedro Masera
María Luisa ha tardado casi toda una vida en encontrar los restos de su abuelo, el minero onubense Pedro Masera Polo, fusilado en febrero de 1938 en el cementerio de la Soledad, donde podría albergarse más de cuatro mil víctimas de la guerra civil y la posterior represión. “No me olvido de mi padre cuando salió del terrible campo de concentración y conoció la noticia dejándolo muy tocado. No lo podía creer, ese hombre idealista, comprometido en una época difícil y que al final de su vida no dudó en combatir al monte con la poca resistencia que ya quedaba”.
María Luisa ha tardado casi toda una vida en encontrar los restos de su abuelo, fusilado en febrero de 1938
María Luisa agradece a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento de Huelva el esfuerzo por buscar los restos, pero, sobre todo, a un hombre anónimo cómo fue aquel forense que con muy buen apunte contó metro a metro la distancia del ataúd de su abuelo con la arista norte de la fosa común de la ciudad de Huelva. “Sesenta y ocho metros han sido y en ese punto lo hemos encontrado dentro de una caja ya desvencijada de madera”, apunta. Aquel forense firma su cometido como Eduardo Fernández del Torno. Durante los años de búsqueda de María, logró saber que aquel médico pertenecía a una de las familias más destacadas de Huelva. “Hace unos años logré dar con su nuera que me contaría con detalle todos los problemas que había tenido en vida este hombre con el régimen por las actitudes que tomaba en sus intervenciones”.
La nieta de Pedro Masera empezó la búsqueda firme al inicio de la causa del juez Baltasar Garzón. “Parecía que lo íbamos a conseguir, que se iba a hacer realmente justicia y llevé el caso de mi abuelo a una asociación de memoria en Sevilla”. Pedro hubiera estado contento. Entraba como uno de los miles de expedientes que el juez presentó para declarar la causa contra el fascismo en España. Poco duró aquella etapa, pero María Luisa no cejó en su empeño y con grupos locales de Izquierda Unida siguió reivindicando la necesidad de conocer dónde estaban sus restos. “El expediente del Consejo me lo facilitó la Diputación de Huelva donde sale como fusilado por auxilio a la rebelión en el cuadrante de fallecimiento”.
Evidencias en los restos de Pedro Masera
No se equivocaba el parte médico cuando habla de hemorragia interna. “Han sacado los restos llenos de agua con mucho barro y el cráneo estaba destrozado por la parte derecha. Tiene los huesos desgastados a causa de su trabajo en la mina, una artrosis en el dedo pulgar como todos tenemos en mi familia por herencia”, comenta ilusionada ante las evidencias indicadas por el antropólogo forense.
“Me queda muy poco para saber la verdad y me emociona pensar que ha merecido la pena luchar tantísimo por estar aquí"
Los trabajos a pie de fosa han sido dirigidos por el arqueólogo Jesús Román. La sentencia de muerte del Consejo de Guerra ha sido indispensable para hallar los restos del minero. “Ahora sólo queda esperar al estudio antropológico y al envío de muestras al laboratorio de Granada”.
Pocos recuerdos le quedaban de él. “Los que contaba mi padre al que separaron cuando lo dejaron preso toda la guerra”. En su huida al monte, Pedro Masera perdió su apreciada biblioteca en el Cerro del Andévalo, la que quemaron en la misma plaza del pueblo a la entrada de los militares. “Nada se puede ya cambiar pero sí las pruebas son afirmativas enterraré los restos de mi abuelo a los que podré visitar cada semana”.
El laboratorio de Identificación Genética de Granada analizará la compatibilidad de los restos con María Luisa. Es la última prueba y esta víctima del franquismo sabe que es una afortunada. “Me queda muy poco para saber la verdad y me emociona pensar que ha merecido la pena luchar tantísimo por estar aquí. Que nadie olvide lo que ocurrió y que se sigan sacando restos. En Huelva sólo ha sido mi abuelo. Quedan enterradas miles de personas sin identificar”.
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