Las historias detrás de las exhumaciones fallidas: décadas de dolor por el asesinato y la desaparición
No siempre los pocos testimonios orales que quedan de lo sucedido a partir de julio de 1936 sirven para cerrar aquella herida abierta y que todavía supura.
Madrid-
Al trauma del momento se sumó una losa de silencio y castigo social por cuatro décadas. Hasta 2007, cuando se aprobó la Ley de Memoria Histórica, apenas se realizaban exhumaciones científicas en España. Miles de personas asesinadas por el bando sublevado en 1936 seguían escondidas, desaparecidas, en cientos de cunetas repartidas por toda la geografía española.
Poco a poco, los familiares superaron el miedo y proliferaron las asociaciones que empujaron esta andadura para hacer justicia casi un siglo después de los hechos. En cambio, no todas las exhumaciones son fructíferas. La falta de documentación se ve contrarrestada por los testimonios orales, aunque no siempre sean suficientes.
Muchos fueron los intentos de personas particulares por encontrar los restos de sus seres queridos en las postrimerías de los años de la Transición. La mayoría de aquellos intentos de exhumación, de aquellos esfuerzos, fueron en vano.
De todo ello no ha quedado apenas rastro. Fueron iniciativas clandestinas, sin ayuda institucional, en las que excavar la tierra significaba limpiar la herida con el único ánimo de sanarla.
Jesús Vicente Aguirre: "El golpe de Tejero no salió victorioso, pero supuso un retroceso para las exhumaciones"
"Nosotros empezamos a hacer exhumaciones en La Rioja Baja en torno a 1980, pero luego llegó el golpe de Estado de Tejero. Aunque no salió victorioso el levantamiento, sí supuso un retroceso en cuanto a las exhumaciones, porque la gente volvió a tener miedo", dice Jesús Vicente Aguirre, miembro de la Asociación memorialista La Barranca y uno de los autores de Volver a casa. Exhumaciones de víctimas de la Guerra 1936-1939 en La Rioja.
Valentín Plaza Martín es uno de los nombres propios que protagoniza el capítulo dedicado a estas exhumaciones fallidas. Fue alcalde de Castejón (Navarra) desde la proclamación de la Segunda República hasta el día de su asesinato, el 21 de julio de 1936.
Aquel día, su cuerpo apareció sin vida frente al cuartel de la Guardia Civil del municipio colindante de Alfaro (La Rioja). Tenía 45 años, estaba casado con Villar García y dejaba cuatro hijos y una militancia sin titubeos al frente del PSOE. Su padre también fue asesinado.
Buscando justicia en la tierra
La esposa de Valentín Plaza, Villar García, siempre vivió con su hija y sus nietas. Una de ellas heredó su propio nombre. Villar Ochoa Plaza, acompañada de sus hermanas Cristina y María José, no ha cejado en su empeño de buscar justicia cuando justicia es sinónimo de rebuscar en la tierra.
"A nosotras siempre nos dijeron que habían matado a mi abuelo y a su padre en la Guerra Civil. De mayor nos dimos cuenta de que ellos no habían estado en ninguna guerra, que les habían asesinado por sus ideas durante los primeros días del golpe", relata la propia Villar Ochoa.
Algunos relatos orales ubicaban el cuerpo de Valentín Plaza en el cementerio de Alfaro, a donde habría sido arrojado por encima de la tapia y enterrado en ese mismo lugar en una fosa sin identificar. La primera ilusión de encontrarlo llegó en 2010, cuando excavaron en la zona de columbarios del mencionado camposanto. No lo encontraron.
Villar Ochoa Plaza: "Siempre nos dijeron que habían matado a mi abuelo y a su padre en la Guerra Civil. Pero ellos no habían estado en ninguna guerra"
Dos años más tarde, los mismos esfuerzos fueron replicados en el cementerio de Corella. También infructuosos. El cementerio de Alfaro fue testigo de un nuevo intento en abril de 2022, esta vez en otra esquina diferente del recinto. Tampoco hubo suerte.
"Yo ahora tengo 61 años y mi madre, hija de Valentín Plaza, 93. Ella lleva toda la vida buscando los restos de su padre, al igual que estuvo mi abuela. La impotencia y desesperación son brutales", añade Villar Ochoa. Ella misma relata cómo no ha sido un camino fácil: "La primera vez que solicitamos al Ayuntamiento de Castejón que homenajeara a los asesinados, uno de los concejales me dijo que eso era mejor olvidarlo, y era del PSOE".
A pesar de aquella "traición a su memoria", tal y como la describe la nieta, ella y sus hermanas siguen indagando e intentando saber dónde reposan los restos del que siempre fue alcalde de Castejón durante la Segunda República.
Siguen desaparecidos
Valentín Plaza no es el único nombre que aparece en estas páginas. Sin quitar importancia a aquellas personas cuyos esfuerzos no han quedado registrados, sí hay constancia de diversas exhumaciones fallidas en la comarca de La Rioja y Navarra. Es el caso de Benito Herce Miguel, sastre asesinado a los 36 años.
En 2013, hasta en tres ocasiones buscaron la fosa en la que se encuentra que, según los informantes, se situaba al comienzo de la carretera que une Arnedo con Calahorra. Briones fue la localidad en la que tanto en 2012 como en 2013 diversos familiares de un grupo de desaparecidos intentaron cerrar el círculo abierto hace ya casi un siglo. Su anterior intento infructuoso de 2007 no les había hecho desfallecer.
Una vez ubicada la parcela en el término de Los Puentes, una pala excavadora se empleó a fondo. A pesar de las evidencias recogidas, el resultado también fue negativo. El intento se replicó en 2013. "Las operaciones, nuevamente sin resultado, fueron breves debido a que el arqueólogo no consideró posible que el tipo de terreno al que se enfrentaba pudiera contener restos humanos", explicita la publicación.
Crisantos Alonso Larrañaga fue una de las cuatro personas asesinadas por el bando sublevado en agosto de 1936 en Corera (La Rioja). Su nieta, Celeste Alonso, nunca dejó de buscarle. Testimonios orales afirmaban la muerte de estas personas, extremo corroborado por un documento que encontró el secretario del Ayuntamiento.
En él se aportaban datos novedosos sobre la posible situación de la fosa en un lugar distinto a las anteriores búsquedas, incluso con un plano de dónde podían estar enterrados "los cuatro navarros". Los días 4 y 5 de agosto de 2019 fueron los señalados para iniciar la búsqueda que abarcó unos 200 metros cuadrados. No aparecieron y la Sociedad de Ciencias Aranzadi determinó que la información aportada por el documento original no era correcta.
Diez años antes, en 2009, el propio Jesús Vicente Aguirre coordinó una visita a Santa Ana, en Cornago (La Rioja), donde se conocía la presencia de unos restos óseos humanos en superficie. "Esta declaración complementaba a otras fuentes orales que habían señalado que hasta dicho lugar se habían trasladado a personas para ser fusiladas y enterradas allí mismo", añade la publicación.
La exhumación se llevó a cabo el 10 de noviembre de 2010. La Sociedad de Ciencias Aranzadi determinó que se podría plantear la posibilidad de que se tratara de un yacimiento de interés patrimonial prehistórico o medieval. Allí tampoco había restos de humanos asesinados en 1936.
A los 60 años falleció Mariano González Manso, el 23 de agosto de 1936. Médico de Ezcaray, viudo, era presidente de Izquierda Republicana y del Centro Republicano de Hervías (La Rioja). En este municipio se encontraba una tumba señalada por una cruz funeraria y una placa que le recordaban.
Cuando en 2008, y gracias al empeño de sus familiares, algunos llegados desde Italia, se logró abrir la tumba, el cuerpo de Mariano no apareció. "Es posible que, con el tiempo, la cruz se cayera y fue recolocada cerca de la tumba, pero no sobre ella", refleja el libro ya citado.
El dolor del asesinato, el dolor de la desaparición
Pocos días después del asesinato de Mariano tuvieron lugar otros cinco más en Hormilla (La Rioja). Sucedió el 4 de septiembre de 1936 y, como tantas otras veces, la elección no fue baladí. José Olagüenaga, Alejandro Gallego y Wenceslao Ollero fueron alcaldes republicanos en Santo Domingo de la Calzada; Francisco Hernando, concejal en el mismo Ayuntamiento; y el quinto, Félix García, no tenía adscripción política conocida.
Sus restos fueron enterrados en una fosa común del cementerio, el mismo lugar en el que después se construyó un bloque de nichos, lo que destruyó totalmente la fosa original. Por ello, se consideró inútil emprender cualquier intento de exhumación.
En 2006, la Corporación de Santo Domingo de la Calzada, con el acuerdo unánime de todos los partidos políticos, repuso simbólicamente en sus puestos a los tres alcaldes y al concejal represaliado. Desde 2011 les recuerda una placa cercana al lugar de la fosa.
El anarquista Felipe Lerena Daroca, conocido como El Pollero, murió en torno al 22 de septiembre de 1936. Tenía 28 años, estaba soltero y era trabajador del campo vecino de Sotés (La Rioja). Tras el golpe militar del 18 de julio, huyó al monte. Allí fue localizado por unos vecinos del mismo municipio que, armados con escopetas de caza, le asesinaron y enterraron en aquel lugar. La zona de búsqueda de la fosa se ubicó en Santa Coloma.
"Parece ser que Felipe se ocultó en el tronco de una gran haya de esa zona y pudo sobrevivir dos meses gracias a la comida que le llevó un vaquero. Alguien sospechó del pastor y le denunció a las autoridades. Lo detuvieron y, bajo tortura, tuvo que confesar el lugar del escondite", refleja el libro. Los dos intentos que se efectuaron en julio de 2018 por encontrar sus restos tampoco fueron fructíferos.
Aguirre considera que las cosas serían muy diferentes si la presión social ejercida en los años de la Transición hubiera llegado, más allá de la libertad y la amnistía, a dos aspectos cruciales que nunca se dieron: "A partir de 1982 se tendría que haber condenado al franquismo y el Estado se tendría que haber hecho responsable, que no culpable, de intentar realizar todas las exhumaciones posibles", finaliza.
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