¿Es feminista la renuncia de Jacinda Ardern?
Las expertas coinciden en que las mujeres que ocupan altos cargos sufren un escrutinio y un acoso muy superior a sus colegas hombres, y señalan que es difícil imaginar a un político joven que tomase una decisión similar
Marisa Kohan
Madrid-
Jacinda Ardern, la todavía primera ministra de Nueva Zelanda, fue pionera en muchas cosas. Fue la mujer más joven en llegar a dirigir la política de un país cuando apenas contaba con 37 años. La primera en ser madre durante su mandato y pedir su permiso de maternidad mientras estaba en el cargo. Y ahora es pionera en decir basta, hasta aquí he llegado. Su anuncio de que dejará la presidencia del país ha provocado un enorme revuelo tanto en su país como en el exterior.
Sorprende su decisión y, aparentemente, sorprende sobre todo las razones de su renuncia. "Liderar un país es el mayor privilegio que nadie puede tener, pero también uno de los trabajos más exigentes", ha subrayado. "No puedo ni debo hacer este trabajo a menos que tenga el depósito lleno y algo más en la reserva para poder afrontar los retos inesperados". En estas circunstancias, considera que lo más justo es abandonar el puesto que ocupa.
Los sectores más derechistas y conservadores de su país han respondido con duras críticas, definiendo su actitud como "llorona". Críticas que contrastan notablemente con las voces que resaltan su honestidad política, su generosidad y su forma diferente de hacer y estar en política. Muchas voces coinciden en señalar que un hombre joven que hubiese alcanzado la posición de Ardern y gestionado con notable éxito situaciones tan complejas como la pandemia y la consiguiente crisis económica, jamas tomaría esta decisión por muy agotado que estuviese su capital político o muy agotadas sus energías.
Hay dos ideas principales que diversas expertas en sociología y política resaltan al hilo de esta decisión. Por un lado, la diferente vara de medir que existe para las mujeres que están en política o en puestos de responsabilidad en relación a los hombres. En segundo lugar, la presión que se ejerce de forma constante contra las mujeres que se atreven a desarrollar una carrera política o de liderazgo. Una dura carga que han de cargar cada día y que sin duda pesa y desgasta.
No se trata de aguantar más o menos las presiones, sino el hecho de que estas presiones hacia las mujeres son muy superiores a las que sufren sus colegas hombres y pueden llegar a ser insoportables. Algunas feministas consideran que "la política es una verdadera trituradora para mujeres independientes"
Ellas son cuestionadas por lo que hacen o dejan de hacer, por cómo se visten, cómo se relacionan, por su vida privada o por su juventud. Cualquier cosa vale. Se llama violencia política y las sufre toda mujer que se atreve a asumir un puesto de responsabilidad.
En los últimos meses hemos visto en España cómo se atacaba a la ministra de Igualdad, Irene Montero, con descréditos que no se enmarcan solo dentro del ámbito político sino que inciden en el personal. Desde la extrema derecha se la ha llamado "inútil", se ha cuestionado sistemáticamente su vida privada y se ha llegado a decir que "lo único que ha estudiado a fondo es a Pablo Iglesias".
Jacinda Ardern tuvo que responder también a ataques similares. Hace poco, un periodista preguntó a ella y a la primera ministra de Finlandia, en un tono bastante irreverente, si habían quedado porque ambas eran mujeres y tenían la misma edad. Una pregunta sin duda desconcertante para dos políticas de enorme relevancia que acababan de celebrar una cumbre bilateral entre dos países que tienen importantes lazos económicos.
Otro ejemplo de esta violencia se produjo cuando la primera ministra de Finlandia fue acusada de tomar drogas y descuidar sus tareas simplemente por haber participado en una fiesta privada con amigos.
Para la socióloga Empar Agudo, de la Universidad de Valencia, "la dimisión de Jacinda Ardern me merece un gran respeto y un ejercicio de responsabilidad admirable. Ojalá sirviera de ejemplo para reconocer y ser honestos ante la vulnerabilidad de los cuerpos". "El paso de Jacinta Ardern por la política deja un legado de buenas prácticas. En relación a una gran cuestión como el hecho de ser madre, ella sostuvo que 'la decisión de una mujer sobre cuándo quiere tener hijos no debería predeterminar si se le ofrece o no un empleo'. Este aspecto me lleva a recordar y reivindicar a la socióloga Alva Mirdal, que, en 1968, afirmaba que lo que debería protegerse no es tanto el derecho al trabajo de las mujeres casadas como el derecho de las mujeres trabajadoras a casarse y tener criaturas. Aunque ambas acciones deberían ser compatibles y una aspiración para los hombres y para las mujeres, nos tendríamos que preguntar porque todavía nuestra brecha es tan grande", comenta la socióloga.
No se es más feminista por dejar el puesto o por mantenerlo
Para la politóloga Cristina Monge hay una pregunta que es importante hacerse: ¿Qué pasa con los puestos de responsabilidad y liderazgo que parece que son incompatibles con la vida? ¿Por qué asumimos que un primer ministro o primera ministra, o un consejero o consejera del Ibex 35, o una periodista de renombre no tienen vida privada? La tienen, pero ¿la han reducido o no la priorizan? Esa es la pregunta". Monge reconoce que no hemos visto o no nos viene a la cabeza un político varón que haya tomado una decisión similar a la que acaba de anunciar la primera ministra neozelandesa.
"Ardern representa un tipo de liderazgo que prioriza los aspectos personales de su vida frente a la ambición política. Y esto es tan legitimo como poner la ambición por encima. Creo que es importante no mitificarlo, ni pensar que una opción es más feminista que la otra, porque no es cierto", añade Monge.
Esta politóloga entiende que las mujeres no tienen que abandonar su ambición política si no lo desean. "Vemos que desde el feminismo a veces se genera el mito de que las mujeres ponemos la vida y los cuidados por delante. Es posible, pero lo importante es la capacidad de elección. Ahora Ardern anuncia que se va, pero tal vez en 20 años decida volver", explica.
Monge resalta que hay otros perfiles de mujeres en política o en puestos de responsabilidad que el imaginario colectivo no concibe nunca que pueda tomar una decisión como la de la primera ministra de Nueva Zelanda. "A Angela Merkel, a Giorgia Meloni, a Esperanza Aguirre o a Díaz Ayuso, por poner algunos ejemplos más cercanos, se las hubiera tachado de cobardes o de abandonar el barco ante posibles pronósticos electorales adversos. No nos encajaría la renuncia en estos casos. En Ardern, sí. En este caso la opinión pública no está reaccionando de esta forma, porque su tipo de liderazgo ha sido y es así. No creo que haya que hacer un mito de ella. Marcharse, como ha anunciado, es tan feminista como resistir", dice. "El feminismo va de eso: que decidas qué poner en tu escala de valores. A un hombre no se le permite socialmente, porque tiene una presión social más fuerte en este sentido. Nadie se imagina a Macron o a Pedro Sánchez haciendo un anuncia similar. Sería un escándalo", señala Monge.
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