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Feijóo de la mancha (de chapapote): cómo la crisis del Prestige sirvió para que tomara posiciones en el PP
La carrera política de Alberto Núñez Feijóo empezó a escribirse el 12 de enero de hace veinte años, cuando el capitán del Prestige lanzó un SOS después de que un golpe de mar abriera una grieta en el casco del buque.
A Coruña-
La carrera política de Alberto Núñez Feijóo empezó a escribirse el 12 de enero de hace veinte años, cuando el capitán del Prestige, un petrolero griego abanderado en Bahamas, lanzó un SOS después de que un golpe de mar abriera una grieta en el casco del buque.
Feijóo era por entonces presidente de Correos, cargo al que le había aupado su mentor, el exministro de Sanidad José Manuel Romay Beccaría, creador de su leyenda de buen gestor especialmente dotado para pilotar privatizaciones de empresas y servicios públicos. Pocos pensaban entonces que aquel disciplinado y gris militante, que en los noventa había obtenido plaza de funcionario en la Administración gallega tras unos años locos como sindicalista, acabaría siendo el líder de la derecha española.
La operación que acabó con Feijóo en la presidencia de la Xunta de Galicia, donde apuntaló cuatro mayorías absolutas consecutivas, se inició en Casa Vilas, un vetusto restaurante en el número 88 de la calle Rosalía de Castro de Santiago, en la zona nueva de la ciudad y lugar habitual de las enchentas -comilonas, en gallego- de Manuel Fraga.
"Allí cenaron hace dos décadas Romay y Rajoy la noche en que decidieron abortar la decisión de Fraga de nombrar a mi padre vicepresidente de la Xunta y conselleiro de Medio Ambiente para que tomara las riendas de la gestión de la crisis del Prestige", dice Rafael Cuíña, hijo de Xosé Cuíña, el delfín llamado a suceder a Fraga y el único político que se tragó la marea negra.
Cuíña, natural de Lalín (Pontevedra), donde Rafael es ahora concejal por Compromiso por Galicia, era el líder de la facción más galleguista del PPdeG. Acumuló un enorme poder en el partido, escalando primero desde la Alcaldía de su pueblo a la presidencia de la Diputación de Pontevedra y luego a la Secretaría xeral del partido y a la Consellería de Obras Públicas, la de mayor poder inversor de la Xunta.
En sus tiempos de gloria, Cuíña y sus partidarios de "la boina", como fueron bautizados en el lenguaje bélico-político de la época, propinaron una severa y humillante derrota al clan del "birrete" que encabezaban Romay y Rajoy. Por esa razón, en la Génova de José María Aznar nunca le vieron con buenos ojos.
"Recuerdo a mi padre en la galería de casa", recuerda Cuíña hijo, "vestido de monte para ir de cacería con Fraga y con Carlos del Álamo [entonces conselleiro de Medio Ambiente y hoy consejero de la celulosa Ence]".
"Llegaban noticias de que lo del Prestige era más grave de lo que decían, y que mi padre no consideraba una buena idea irse de Galicia ese fin de semana. Pero Fraga dijo que se iban, y cuando Fraga decía algo, nadie podía decirle que no", añade.
Aquel fin de semana, una enorme mancha de fuel pesado llegó a las playas y a las rías gallegas, pintando de negro de norte a sur el litoral atlántico de la comunidad. Mientras tanto, el Gobierno decidía no refugiar el barco en un puerto de abrigo y mentía sobre la gravedad del impacto ambiental, social y económico que los gallegos podían advertir desde sus ventanas.
En los días siguientes la contestación social fue creciendo y estructurándose en torno al movimiento Nunca Máis, hasta arrinconar a Fraga y a Aznar contra las cuerdas. Y también fue engordando en torno a la facción de Cuíña la contestación interna en el PP y en el propio Gobierno de la Xunta. "Mi padre llegó a proponer en un Consello de la Xunta que el PP encabezara la manifestación de Nunca Máis, aunque eso supusiera enfrentarse directamente a Aznar por haber dejado a Galicia abandonada", explica Cuíña hijo. "Otro conselleiro le respondió que eso era como dar un golpe de Estado", añade.
La manifestación de Nunca Máis se convirtió en un acto de repulsa nacional al maltrato físico -por la inacción ante la marea negra- y psíquico -por las mentiras- que el Ejecutivo de Aznar ejerció contra la población de Galicia. El aznarismo se desató en toda su intensidad con una campaña de descrédito contra los líderes del movimiento, que incluyó la apertura de una investigación de la Fiscalía, portadas de la prensa conservadora con sus fotos en formato de expediente policial y cargos populares equiparándolos con terroristas.
"Aquella campaña también acusó a mi padre de haber sido él quien filtró a la prensa que Fraga se había ido de caza", recuerda Rafael Cuíña, quien explica que fue en esos días cuando Fraga llamó a Cuíña padre para anunciarle que quería hacerle vicepresidente y conselleiro de Medio Ambiente para que encabezara desde Galicia la gestión de la catástrofe que el PP negaba desde Madrid.
La cena de Romay y Rajoy en Casa Vilas diseñó la estrategia para evitarlo y colocar en su lugar a Alberto Núñez Feijóo. Pocos días después, Génova filtró a los medios que una empresa de la familia Cuíña, Gallega Suministros Industriales, había vendido a la Xunta a través de otra empresa 8.520 trajes de agua y 3.000 palas para la limpieza de chapapote. El delfín de Fraga dimitió ese mismo día, defendiendo que su familia no había hecho negocio alguno con la operación porque había donado a la Xunta contenedores para la recogida de fuel por un valor similar al de la venta del material de limpieza.
"Fraga le dijo que tenía que dimitir porque esa era la gota que colmaba el vaso. Mi padre le preguntó que a qué vaso se refería, y Fraga no supo qué contestarle", asegura Rafael Cuíña.
El 18 de enero de 2003, Feijóo tomó posesión del despacho señalado para el previsible sucesor de Fraga, quien año y medio después le nombró vicepresidente. Dos años más tarde, tras la derrota del PP en las autonómicas de 2005, el disciplinado funcionario se convirtió en presidente del PP en Galicia.
Para entonces, la caída de Cuíña ya había arrastrado a todo el clan de "la boina", muchos de cuyos miembros se apresuraron a tomar posiciones en torno al nuevo líder. "Él decía que Fraga era como su segundo padre. Después de unos meses Fraga vino un día a comer a casa y reconoció que aquello fue una guerra de poder en el PP que acabó inclinando la balanza en su contra. De algún modo recompusieron la relación, pero mi padre sufrió tanto que creo que hasta acabó somatizándolo todo", explica el hijo del exconselleiro.
Cuíña murió el 28 de diciembre de 2007, con sólo 57 años, a causa de una infección respiratoria que derivó en una neumonía. Poco antes había sufrido un infarto de miocardio. Fraga, Rajoy y Feijóo estuvieron en su entierro.
Su hijo siguió militando en el partido hasta que lo abandonó en 2012 en desacuerdo con la política lingüística de Feijóo, que acababa de suprimir el gallego como lengua vehicular del 50% de las asignaturas en la educación no universitaria. En 2012, junto a otras personas de ideología galleguista de centro derecha, fundó Compromiso por Galicia, con el que ganó las elecciones en 2015 en Lalín para ser, como su padre, alcalde del pueblo, hasta 2019. Cuando se le pregunta qué fue de aquel sector del PP que un día puso contra las cuerdas a Aznar, responde rápido: "El único representante que queda de la boina soy yo".
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