Este artículo se publicó hace 5 años.
Elecciones generalesLa deriva de las primarias: cuando el militante es sustituido por el dedazo
Aunque el sistema de primarias está enraizado en la cultura política española como un modelo de transparencia y participación, algunos partidos no lo utilizan, mientras que otros le dejan la palabra a la militancia, pero no la última.
Madrid-
El partido es de sus militantes, hasta que llegan las elecciones. Las primarias ya forman parte de la cultura política en España y se han institucionalizado (a través de su reflejo en los estatutos) en los partidos. Sin embargo, ni todas las formaciones han incorporado este sistema en su toma de decisiones, ni los que lo han hecho cumplen a rajatabla con el "mandato" de la militancia, que está lejos de ser imperativo.
Tres de los cuatro grandes partidos (PSOE, Podemos y Ciudadanos) han incorporado de una u otra manera el proceso de primarias a sus estatutos para elegir a sus candidatos al Congreso de los Diputados. El PP es la única de las principales formaciones en la que el proceso de configuración de sus candidaturas no depende en ningún momento de su militancia.
Sin embargo, en los partidos que contemplan la participación de sus afiliados en el diseño de las listas electorales suele haber algún tipo de "filtro" o criba que, en última instancia, merma el poder del militante en detrimento de la dirección de la formación o de algunos de sus órganos internos. Este es el caso del PSOE. Con la llegada de Pedro Sánchez, la formación socialista se convirtió en "el partido de la militancia", tal y como refleja la introducción de los estatutos salidos del 39 Congreso Federal.
"Con el nuevo reglamento aprobado por el Comité Federal, hacemos del PSOE el partido más democrático, abierto y paritario del país. Un gran paso en favor de la regeneración democrática. Un nuevo modelo de partido que combina más democracia y más poder de decisión para los militantes. Ahora sí, el PSOE es el partido de la militancia". Sin embargo, esta consigna ha sucumbido a la primera puesta en marcha del sistema para elegir a los candidatos socialistas al Congreso de los Diputados, un proceso que ha servido para que Sánchez se rodee de los miembros más leales a la dirección.
El proceso del PSOE es el ejemplo de un sistema mixto en el que los órganos del partido se reservan el poder de "corregir" las decisiones de sus militantes. Para elegir a los candidatos al Congreso, las agrupaciones locales proponen en sus provincias a las personas que crean convenientes (en listas abiertas). Este proceso no tiene un reglamento concreto que defina, por ejemplo, el número de propuestas que puede hacer cada agrupación, así que las direcciones provinciales se encargan de "ordenar" estas primeras listas, que posteriormente se elevan a las direcciones autonómicas.
De ahí, las propuestas pasan a la Comisión Federal de Listas (cuyos miembros provienen del Comité Federal, en su mayoría, y de la dirección estatal del partido) que, según recogen los estatutos, puede hacer los cambios que considere oportunos, modificando, si fuera necesario, las propuestas que provenían de las agrupaciones locales, es decir, de los militantes.
Tampoco es un ejemplo de "primarias puras" el sistema de Ciudadanos. Los afiliados del partido pueden escoger a los cabezas de lista en cada circunscripción (provincia), pero el resto de la lista la confecciona el Comité Ejecutivo. Pero incluso cuando participa la militancia, la formación dirigida por Albert Rivera ha sido acusada de generar ciertas dudas, como consecuencia del pucherazo registrado en las primarias que el partido celebró para escoger a su candidato a presidir la Junta de Castilla y León.
Las primarias directas también tienen sombras
En Podemos la situación es distinta. Los de Pablo Iglesias son uno de los principales actores que fomentaron la implantación de las primarias en los partidos, ya que se entendían como un sistema de regeneración y transparencia en un contexto marcado por las altas tasas de desafección política. Pero el de Podemos tampoco es un sistema del todo "puro". En este caso no hay órganos que puedan anular la decisión de los inscritos, pero sí una fórmula matemática que "reparte" la proporcionalidad de esos votos.
Según el reglamento de primarias para el Congreso y el Senado del partido, se elaboran las listas electorales con dos procesos de votación que son simultáneos. Por un lado, se vota al cabeza de lista de cada circunscripción, aunque la circunscripción del voto es única (inscritos de una provincia pueden votar al cabeza de lista de otra). Al mismo tiempo, se votan a los candidatos que se hayan presentado para ir en una lista; la candidatura se ordena en función de los votos recibidos por los candidatos, pero siguiendo una fórmula de reparto de puntuación (sistema Desborda), y así se completan las listas.
A pesar de que se trata del partido que tiene un sistema de primarias más complejo y donde los inscritos intervienen de forma directa, en Podemos también ha tenido lugar algún episodio reciente en el que han sido los órganos de la formación los que han elegido a sus candidatos. En La Rioja, después de una polémica en las candidaturas que llegó a los tribunales, la ejecutiva del partido ha sido la encargada de elegir a sus candidatos a la elecciones autonómicas, sin contar con la militancia y justificando la decisión por el "ajustado calendario electoral" que se avecina.
El problema de las primarias deja de serlo para el que no las practica. En el PP la militancia no interviene en el proceso de diseño de las listas electorales para el Congreso, que corre a cargo de los comités electorales de la formación y de la dirección (que tiene la última palabra). El Comité Electoral se constituye con carácter nacional, regional, provincial, insular y local y su función es valorar la idoneidad de los candidatos.
Se trata de un órgano de control que no puede vetar, en ningún caso, al candidato propuesto por el presidente, aunque sí funciona en la otra dirección. Es decir, si llega un candidato que no convence a la dirección, puede excluirlo de las listas. También los conservadores cuentan ya con un ejemplo reciente. La confección de las candidaturas del PP al Congreso se ha saldado con la exclusión de los dirigentes afines a la anterior dirección (solo han repetido como cabezas de lista 12 de los 52 candidatos).
Los militantes refrendan, no eligen
Más allá de los distintos sistemas que los partidos utilizan para designar sus listas, algunos expertos apuntan a que las formaciones han desvirtuado la principal función de las primarias (ligada a la transparencia y a la participación) a medida que han introducido sistemas mixtos o han tratado de controlar el proceso de renovación de sus cuadros.
El profesor de Ciencias Políticas de la UNED Jaime Pastor defiende en este sentido que "ha habido una especie de desviación o degeneración de la función inicial. Las primarias se pensaron para democratizar la selección de candidatos. Eran concebidas como una suerte de experiencia de participación muy amplia de sectores sociedad civil, a la vez que tenían una función plebiscitaria, muy ligada a la denominada democracia de audiencia, para legitimar a los números uno fuera de la valoración de los programas de los partidos".
A su juicio, en ese intento de controlar las dinámicas internas del partido, "se ha modificado mucho el sistema, pasando de la elección proporcional abierta y con candidaturas individuales a sistemas de elección menos proporcionales, con listas plancha".
Para Lluís Orriols, doctor por la Universidad de Oxford, profesor y vicedecano de estudios de ciencia política en la Universidad Carlos III de Madrid, "en España el sistema de primarias se ha utilizado en tiempos donde la institución de los partidos cosechaba un bajo crédito, como forma de regenerar. Sí que se ha extendido, en ese sentido, el sistema; otra cosa es su eficacia, que genera más incertidumbre porque hay sistemas muy diferentes dependiendo de cada partido".
La "tendencia a fichar a personas conocidas de la sociedad civil que no son militantes hace que las direcciones de los partidos arriesguen mucho y ante el riesgo de que estas candidaturas no puedan salir, tratan de aumentar el control sobre el proceso. Al final, se han limitado a buscar la ratificación plebiscitaria de las listas que han elaborado previamente las direcciones de los partidos", precisa Pastor.
Tanto Orriols como Pastor coinciden en que los esfuerzos por controlar el diseño de las listas electorales han aumentado desde la ruptura del bipartidismo y el avance hacia un contexto de pluralidad que incrementa las posibilidades de elección (con el consiguiente reparto del voto y la reducción de las estructuras y del poder de los partidos). Las decisiones importantes en política requieren pactos para poder salir adelante, por lo que las direcciones de las formaciones buscan tener grupos parlamentarios fieles que eviten sorpresas o que, directamente, rompan con la disciplina de voto.
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