Este artículo se publicó hace 3 años.
La dimisión de Pepu Hernández, el enésimo fracaso del PSOE por gobernar el Ayuntamiento de Madrid
Siguiendo la estela de otros fichajes estrellas para ganar el Ayuntamiento de Madrid, como Trinidad Jiménez en 2004 o Miguel Sebastián en 2007, el amigo de Sánchez se marcha tras haber cosechado un gran fracaso electoral. Los nuevos candidatos a liderar el partido no quieren más ocurrencias en 2023 y reivindican más autonomía para la federación.
Manuel Sánchez
Madrid-
La dimisión de Pepu Hernández esta semana no ha hecho más que constatar el enésimo fracaso del PSOE de Madrid en sus intentos por gobernar el Ayuntamiento de Madrid (lo que no logra desde 1989 con Juan Barranco), y volver a repetir la historia de fracasos políticos de los últimos veinte años.
Pepu Hernández, el amigo de Pedro Sanchez y entrenador de baloncesto en la etapa estudiantil del presidente, fue la última ocurrencia en 2019 para dar la sorpresa electoral. Con el pleno respaldo de Sánchez, Pepu se enfrentó a unas primarias con todo el apoyo de Ferraz y le bastó una vuelta para convertirse en candidato. Pero su candidatura cosechó el peor resultado electoral del PSOE en toda la historia democrática.
Desde entonces y hasta esta semana, Pepu Hernández ha pasado sin pena ni gloria como portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid y, aunque las críticas internas se centraron más en la labor de oposición de Ángel Gabilondo en la Asamblea, lo cierto es que el papel opositor de amigo de Sánchez fue prácticamente inexistente.
Fracasos y dimisiones desde el siglo pasado
Pero la historia de Pepu Hernández y las ocurrencias del PSOE para designar candidatos al Ayuntamiento de Madrid no es nueva y se remonta hasta el siglo pasado. En 1999, esta vez en contra del secretario general del partido que era Joaquín Almunia, se optó por el exministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán. Perdió las elecciones, y solo un año y medio después presentó su dimisión.
En 2004, José Luis Rodríguez Zapatero sorprendió a propios y extraños proponiendo como candidata a la entonces desconocida Trinidad Jiménez. Aunque hubo una cierta resistencia interna en el partido, finalmente el PSOE de Madrid aceptó su candidatura. La también exministra logró un resultado aceptable frente al todopoderoso Alberto Ruiz-Gallardón, pero también pasó a la oposición. Su lista, también plagada de nombres conocidos, fue un reguero de dimisiones los meses siguientes, lo que curiosamente permitió a Pedro Sánchez ser concejal. Ella finalmente tiró la toalla casi al final de la legislatura. Otro dato curioso es que cuando Trinidad Jiménez comunica su dimisión en septiembre de 2006, es acompañada en su anuncio en público por el propio Pedro Sánchez y la exdiputada socialista Ángeles Álvarez.
Pero Zapatero no aprendió del error. Y para los comicios de 2007 no tuvo otra propuesta que la de su asesor económico, Miguel Sebastián. El que luego fue también ministro de Industria volvió a cosechar un rotundo fracaso electoral, y no tardó ni quince días en presentar su dimisión.
Con Alfredo Pérez Rubalcaba ya al frente del PSOE, en las elecciones municipales de 2011 no hubo experimentos, entre otras cosas porque las perspectivas electorales eran pésimas. Rubalcaba propuso a "su tronco", Jaime Lissavezky, quien se sacrificó en unos comicios perdidos de antemano.
Cuatro años después, con un Sánchez muy débil al frente de la Secretaría General del PSOE, se optó por Antonio Carmona, también un hombre del partido en Madrid que no causó mayores problemas orgánicos. Carmona volvió a cosechar un mal resultado pero no le dio tiempo a plantearse dimitir. Tres meses después fue cesado por el PSOE de Madrid con la orden directa de Pedro Sánchez.
La dimisión de Pepu Hernández, a las puertas de un proceso de primarias para elegir al nuevo secretario general del PSOE de Madrid, está provocando una corriente de opinión interna que defiende que esto no puede volver a ocurrir. Así lo entienden los tres aspirantes (Juan Lobato, Javier Ayala y Eva Llarandi) que reivindican una autonomía total del socialismo madrileño sin tutelas ni enfrentamientos. Y, sobre todo, sin imponer más mirlos blancos.
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