Este artículo se publicó hace 8 años.
Demetrio Madrid, la dignidad de una dimisión
El primer presidente de Castilla y León, que dimitió por una querella de la que fue absuelto, critica “el uso torticero e ilegitimo de la voluntad ciudadana” en políticos como Esperanza Aguirre o Rita Barberá. “Les falta penetración democrática”, afirma.
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Es una rareza en un país en el que pocos osan conjugar la primera persona del presente del verbo dimitir. El lo conjugó en futuro. 24 horas antes de que se hiciera efectiva una imputación de la que posteriormente fue absuelto, Demetrio Madrid (Villaralbo, 1936) anunció que dejaba la presidencia del Gobierno de Castilla-León. “Yo sabía que iba a ser absuelto. Pero no es obligatorio estar en política. Y sabía también que, mientras se mantuviera mi situación, estaba poniendo en cuestión la institución a la que representaba. Tome la decisión absolutamente solo. Hay vida después de la política”.
Y aquel episodio poco tuvo que ver con sobres, mordidas o pitufadas. Fue fruto de un conflicto laboral en la empresa textil que Madrid vendió, por aquello de las incompatibilidades, con el dolor que supone dejar toda una vida. Porque se crió entre hilos, agujas y telas Demetrio, hijo de un técnico textil y de una bordadora de mantones de Manila que le parió pocos días después de que estallara la Guerra Civil. “Y mi padre, que se iba a librar de la mili porque mi abuelo era sexagenario, no se libró de la Guerra, que no libraba a nadie”.
A pesar de la ausencia del padre llamado a filas, dice que tiene “recuerdos entrañables” de una infancia difícil pero de cariño familiar y de escuela de monjas –“eso no lo digas, que fue porque no había escuela pública para los infantiles”, pide entre risas. Y, con una carcajada, explica que cuando se jubiló tenía 60 años cotizados porque, terminado el conflicto, el cabeza de familia le obligó a trabajar mientras estudiaba.
Fue el tajo el que lo convirtió en el socialdemócrata que es hoy. “Mis padres eran de izquierdas, pero no militaban. Pero yo empecé a trabajar en un momento en el que en este país aparece una inquietud que nos viene de fuera. Comencé a tener contacto con una realidad laboral y social distinta, de gente mayor que había sufrido. Y, aun siendo responsable de una sección de la fábrica, enseguida me uní a los sindicatos clandestinos: primero la Organización Sindical Obrera (OSO), que luego fue la USO y, finalmente, a la UGT”.
Bastante culpa tuvieron también las radios que se escuchaban con puertas y ventanas cerradas en la casa de la familia Madrid: Radio París, el Vaticano o Radio Pirenaica que, cuando se instaló en la capital francesa, en 1968, propició el encuentro de Demetrio con Santiago Carrillo. “La dirección del PC tenía mucho interés en tener gente en España. Y hubo muy buen rollo… hasta que descubrimos que algo no funcionaba, como esa forma de llevarte a los sitios sin tu pleno conocimiento”.
“Ahora se echa de menos aquel empuje que teníamos, aquella capacidad de riesgo que ya no puede ser. Y que ojalá no vuelva a ser”
De regreso a casa, y tras interesarse por la historia del Partido Socialista y conocer a Felipe González y Alfonso Guerra, “que por entonces recorrían el país para hacer organización”, Demetrio se decide por la militancia en la clandestinidad. En 1974, “con un grupito de otras cuatro personas”, constituye la Agrupación de Zamora y se convierte en el primer secretario y secretario de Organización de la UGT.
“Son los años en los que se confunde la clandestinidad con la ilegalidad. Cuando el régimen de Franco se va ablandando y la dictadura se convierte en lo que llamamos la dictablanda. Estábamos controlados pero ya habían comenzado los contactos con la Internacional Socialista que obligó al régimen a aparcar las barbaridades que se habían hecho”. Y recuerda su primera visita de dos días a comisaría, tras un primero de mayo,
“Ahora se echa de menos aquel empuje que teníamos, aquella capacidad de riesgo que ya no puede ser. Y que ojalá no vuelva a ser”, dice en referencia a los años anteriores a la muerte del dictador, “una liberación tremenda”, apostilla. Explica que, en el 77, cuando Adolfo Suarez convocó las elecciones, “la base ideológica estaba organizada pero, claro, ¿quién encabeza las listas?. Hubo que improvisarlo todo”. Y esa improvisación obligó a Demetrio a mudarse a Madrid, diputado de la Legislatura Constituyente, “un tiempo emocionante, iniciático, en el que estrenábamos la libertad y la democracia y construíamos futuro”.
Fue diputado en las Cortes hasta el año 83, cuando, de rebote, por la renuncia sorpresiva de Juan Antonio Arévalo, el partido le encargó encabezar la lista en las primeras elecciones al Gobierno de Castilla-León. “Nadie pensó que lo íbamos a conseguir”, dice modesto, pero tras una campaña de las de entonces -“casa por casa, conociendo a la gente, sus preocupaciones”- Demetrio Madrid se convirtió en el primer presidente de la Junta.
Gobernó tres años una región “desestructurada socialmente, con 9 gobernadores civiles, 2248 alcaldes y 13 obispos”
Gobernó tres años una región “desestructurada socialmente, con 9 gobernadores civiles, 2248 alcaldes y 13 obispos”, se ríe con las cuentas. Hasta que el 29 de octubre de 1986, por la querella de los trabajadores incluidos en un ERE de la que ya no era su fábrica, tomó la decisión de dimitir. De aquel episodio insiste en narrar “la maldad” de quien entonces era diputado por Ávila y presidente de Alianza Popular en CyL: José María Aznar.
“Regresábamos de Madrid a Valladolid cuando me enteré, por filtraciones de los periodistas, de que iba a ser imputado. Convoqué tres reuniones: una con la Junta de consejeros, otra con la Ejecutiva del partido y una rueda de prensa para hacerlo público. En el camino le dije a mi vicepresidente: ‘Llama a Aznar y dile que esta noche voy a anunciar mi dimisión’. Y así lo hizo. La sorpresa, al día siguiente, fue que él había convocado a los medios para decir que me daba 48 horas para dimitir. ¡Esa es la maldad! Que me pidiera la dimisión era lo normal. Después volvió a hacerlo con el ‘váyase, señor González’. Yo fui su primer entrenamiento”.
No entiende que hoy no hagan lo propio algunos correligionarios del expresidente como Rita Barberá, Esperanza Aguirre, “y alguno más”. Aunque sí tiene una explicación para su actitud: “No han interiorizado lo que es una responsabilidad política; les falta la penetración democrática que tiene que tener el compromiso político que emana de la voluntad de los ciudadanos. Y ahí falla todo; en el uso torticero e ilegítimo de esa voluntad, que es sagrada”.
Demetrio Madrid fue absuelto en 1989 de todos los cargos que se le imputaban. Volvió a las Cortes en junio del 93. Fue senador por Zamora hasta 2004. Y objeto de más de una docena de distinciones, como las medallas de Oro de la Comunidad de Madrid y de las Cortes de Castilla y León, la Orden del Mérito Constitucional, e Hijo Preilecto de su tierra, Villaralbo, y de Villalar de los Comuneros.
Fue absuelto en 1989 de todos los cargos que se le imputaban. Volvió a las Cortes en junio del 93
Dice que hoy es un “jubilado activo”. Pasa las mañanas en el despacho que le quedó como presidente de la Junta –“¡pero no cuesto un euro a los ciudadanos, sólo cobro mi jubilación!”, matiza. Va dónde le llaman, sean institutos o instituciones como la UGT, que visitará esta semana. Disfruta de las tardes en su casa de Zamora o viajando con Cati, su mujer –“con ella vivo muy bien”. Y escribe.
Está a punto de terminar su tercer ensayo mientras sigue sentando la cátedra de la experiencia en varios diarios de la región. Con esa visión de los años –esta a punto de cumplir 80- aconseja a su partido, que no ha vuelto a gobernar en Castilla y León, que se meta en el barro. “Porque está bien tener todos los medios tecnológicos, pero hay que estar con la gente, meterse en sus casas… porque la política hay que hacerla con las manos”, termina.
Por cierto… Aznar aún no le ha pedido disculpas
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