China-EEUU
Pablo Iglesias
Madrid-
Las crecientes tensiones entre Washington y Pekín aún no constituyen una nueva guerra fría, pero señalan un cambio importante en la política estadounidense. Desde la década de 1990, cuando se orquestó el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio –garantizando sus activos en dólares en el momento cumbre de la crisis financiera–, se había puesto el énfasis en la cooperación, aunque respaldado por el poderío militar.
Actualmente Washington amenaza con incrementar una guerra arancelaria y pide a los miembros de la OTAN el boicot a la tecnología de 5G china que lidera el mercado. La última declaración de la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense presenta a China, junto con Rusia, como «potencias revisionistas».
Estados Unidos esperaba, según explicaba ese documento, que su integración en el orden internacional liberalizaría a China; en cambio, la RPCH estaba tratando de ampliar el alcance de su «modelo económico impulsado por el Estado». Su objetivo era desplazar a Estados Unidos del pacífico occidental y reordenar la región a su conveniencia.
Esto lo decía Susan Watkins desde las páginas de la NLR allá por la primavera de 2019. Cuatro años después parece que sí que estamos cada vez más cerca de una nueva guerra fría.
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