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En busca de más de 70 fusilados por el bando franquista en León
La apertura de la fosa común de Villadangos del Paramo y la celebración de dos actos conmemorativos permitirá a los familiares de las víctimas honrar su memoria e iniciar el proceso de identificación de las víctimas.
Salvador León
Madrid-
En el verano de 1936 un carro comenzaba a recorrer la carretera de León a Astorga recogiendo cadáveres de las cunetas. En ella se agolpaban los cuerpos de torturados y fusilados en el cercano campo de concentración de San Marcos. Al llegar al cementerio de Villadangos del Páramo, los cadáveres abandonados eran enterrados en una fosa común.
El reposo de aquellos asesinados ha sido negado sistemáticamente a lo largo de más de ochenta años en los que la represión ha sido sucedida por las trabas ideológicas y burocráticas. Este jueves, 24 de febrero, y como fin a una larga espera a la que muchos no llegaron, Villadangos saldará una de las deudas que la Guerra Civil y los años de dictadura dejaron tras de sí.
Como en tantas otras partes de España, la sublevación del Ejército y el avance del bando franquista a lo largo del mapa llevó en un primer momento a la realización de ejecuciones masivas sin juicio previo. Todo aquel que, por sus afinidades políticas, su negativa a unirse al golpe, su sindicación, su participación en rebeliones o en instituciones vinculadas con la República, no tuviera cabida en una España que se codeaba con el fascismo italiano y la Alemania nazi era digno de engrosar las listas negras de los sublevados.
El caso de la fosa común de Villadangos posee el agravante de que, además de albergar más de setenta víctimas de difícil identificación, ha sufrido modificaciones a lo largo de su historia y, de encontrarse restos óseos, estos podrían estar mezclados y no mostrar los cuerpos en conexión.
Desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) reconocen que es una tarea complicada, pero sin embargo muestran toda su disposición a llevarla a cabo. La operación de exhumación en el cementerio de Villadangos del Páramo consistirá en abrir la zona donde inicialmente se ubicaba la fosa común para certificar que, en efecto, el lugar sirvió como indigna sepultura y extraer los restos óseos que puedan hallar para, si es posible, identificarlos a través de la comparación del material genético.
La labor de rescate de Villadangos no podría ser comprendida sin la contribución que, desde los primeros fusilamientos, han desarrollado cuatro generaciones concienciadas por preservar la memoria de los asesinados. Todo comienza ya en los primeros meses de la guerra, cuando algunos vecinos de Villadangos, al ver la inhumanidad de las ejecuciones y el abandono de los cuerpos, deciden elaborar un historial detallado de víctimas de las numerosas sacas (con nombres, oficios, descripciones físicas, de vestimenta y de lesiones) que permitieran identificar a los asesinados con posteridad. A esta acción y a la concienciación de las sucesivas generaciones se debe que la causa haya seguido viva hasta el día de hoy, en el que numerosos familiares de las víctimas se han puesto progresivamente en contacto para poner fin a una ausencia compartida.
Entre ellos se encuentra la periodista Olga Rodríguez, bisnieta de Santos Francisco Díaz, jornalero por cuya memoria su familia lucha desde hace tres generaciones. Olga Rodríguez confirma lo dificultoso de la labor y reconoce que las expectativas frente al hallazgo de los familiares son, sin remedio, bajas. No obstante, aun sin encontrar nada, afirma que la exhumación supondrá el punto y final a un silencio en el que tantos de estos relatos fatales parecían haberse perdido, permitirá que se pueda volver a hablar de ellos y que, frente a la apertura material de una fosa, se abra un espacio para la memoria y la reflexión que anime a hablar a los que se han sentido hasta ahora silenciados.
Además del dilatado tiempo de espera, no han faltado quienes han querido poner palos en las ruedas en lo que desde ARMH definen como una acción carente de toda empatía. Si bien la ubicación original de la fosa se conocía desde un principio, tal y como lo recuerdan los más ancianos del pueblo, una reforma efectuada sin consultar a los familiares de las víctimas hizo que se construyeran nuevas sepulturas utilizando la mitad del espacio dedicado a la fosa común, lo que provocó que el paradero de la mitad de las víctimas fuese a partir de entonces, y hasta ahora, desconocido.
A ello se añade que la exhumación, ya planeada para 2021, fuese impedida en una ocasión por la votación de una Junta Vecinal cuyo vocal era primer teniente de alcalde del PP y en la que 22 personas se opusieron. No obstante, al hallarse esta acción inscrita dentro del marco de actos que comprende la Ley de Memoria Histórica, la votación, considerada a día de hoy errónea, no es de ninguna manera vinculante.
A pesar de ello, Olga Rodríguez no duda en afirmar que también han sido numerosos los vecinos de Villadangos que se han mostrado un perfil humano de implicación y solidaridad frente a la causa. También recuerda que al acto de la exhumación lo acompañarán, el sábado 26 en la Casa de la Cultura de Villadangos y en el Teatro de San Francisco de la ciudad de León, actos culturales con la presencia de músicos y poetas en los que, gracias a la unión de los familiares que se han encargado de organizarlos de manera expresa, los nombres de aquellas víctimas y su trágico final serán por primera vez pronunciados sin ningún tipo de censura y obscurantismo, en voz alta, para así comenzar el proceso de reparación de su memoria.
En el homenaje también se recordará la figura de Rufino Juárez García, fallecido el pasado año e implicado desde su juventud en recuperar la memoria de su padre, Rufino Juárez Fernández, enterrado en Villadangos. Desde ARMH recuerdan que suya era la frase que define la causa que los une: "Yo sé que es muy difícil que alguien rescate el cuerpo de mi padre. Pero solamente con que alguien rescate el hueso de una de las víctimas, va a ser el de mi padre".
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