BARCELONA
Entrevistamos al expresident de la Generalitat Artur Mas, quien evalúa de forma retrospectiva lo que supuso la consulta ciudadana sobre el derecho a la autodeterminación de Catalunya impulsada por su Govern justamente hace diez años, el 9 de noviembre de 2014.
Artur Mas i Gavarró (Barcelona, 1956) es una de las figuras clave de la política catalana y española de las últimas décadas. Trazó su trayectoria política en la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y al lado de Jordi Pujol ― en varios cargos del Govern hasta ocupar la Conselleria ―, a quien acabó sucediendo en el liderazgo del nacionalismo catalán. Aunque fue un periodo corto dentro de su carrera política, tiene una relevancia especial su etapa como president de la Generalitat, desde diciembre de 2010 hasta enero de 2016. Cinco años en los que tuvo que afrontar primero una de las peores crisis económicas y, después, fue protagonista y motor del inicio del proceso independentista.
En 2012, con la convocatoria de unas elecciones adelantadas que supusieron un cambio de rumbo de su Govern hacia el soberanismo con el acuerdo con ERC bajo el nombre de Pacte per la Llibertat (Acuerdo para la transición nacional y para garantizar la estabilidad parlamentaria del Govern de Catalunya). Posteriormente, con la conducción de su partido (CDC) hacia el independentismo y su posterior disolución y creación del PDeCAT, ahora también disuelto. Y, finalmente, con la convocatoria de la primera consulta ciudadana impulsada por un Govern de la Generalitat sobre la independencia de Catalunya, celebrada el 9 de noviembre de 2014.
La consulta obtuvo la participación de 2.305.290 personas para responder una pregunta sobre el estatus político de Catalunya formulada en dos partes: "¿Quiere que Catalunya se convierta en un Estado?" y "En caso afirmativo, ¿quiere que este Estado sea independiente?". Los resultados fueron los siguientes: Sí-Sí: 1.861.753 votos (80,76%); Sí-No: 232.182 (10,07%); Sí-Blanco: 22.466 (0,97%); No: 104.772 (4,54%); Blanco: 12.986 (0,56%); y otros: 71.131 (3,09%). Artur Mas reflexiona en esta entrevista sobre lo que supuso esta consulta participativa, justo en el décimo aniversario de su celebración.
Una acción que le comportó a él y a miembros de su ejecutivo una fuerte tensión con el Gobierno español del PP presidido por Mariano Rajoy, y también un juicio por desobediencia con una sentencia de inhabilitación y una multa millonaria. El expresident también reflexiona sobre el proceso que abrió la consulta posteriormente, con la creación de Junts pel Sí, su paso al lado como president de la Generalitat por la presión de la CUP y hasta llegar al referéndum del 1 de octubre de 2017. O sobre la desaparición de Convergència y del PDeCAT y el futuro de Junts, entre otros temas de actualidad como la investidura del socialista Salvador Illa.
Como expresident de la Generalitat, ¿cómo ha vivido la catástrofe de València? ¿Cree que las cosas se podrían haber hecho mejor?
Precisamente porque soy expresident y no president o líder de un partido político, procuro no entrar en este tipo de polémicas. La tarea de los que ya no estamos en primera línea no es añadir más tensión, al contrario. Como ciudadano estoy absolutamente impactado, es una de las situaciones más complicadas que hemos vivido. Y cuando pasan, nadie tiene la verdad absoluta. Se necesita mucha humildad y empatía porque hay mucha gente que lo está pasando mal. Más que peleas, se necesitan soluciones. Ya habrá tiempo de poner los puntos sobre las íes.
Se cumplen diez años de la consulta participativa del 9-N que su Govern impulsó. Vista con perspectiva, ¿qué significó para Catalunya?
La consulta significó dos o tres cosas importantes. Fue el primer gran paso del proyecto soberanista. No fue el único, pero a menudo el primero es el más complicado de dar. Más allá de consultas locales, era la primera vez en muchos años que el pueblo de Catalunya era llamado a votar a favor o en contra de la independencia. Intentamos que las aspiraciones de un pueblo que se estaba movilizando tuvieran un canal institucional. La misión de los gobernantes era conducir lo que ya existía en grandes proporciones en la calle: grandes manifestaciones pacíficas para reclamar un derecho tan natural de un país como decidir libremente su futuro.
"Para sacar adelante un tema tan potente como es el derecho a la autodeterminación, hace falta unidad de acción"
Por otra parte, también hicimos entender que para que las cosas salgan bien, se tienen que hacer bien. Esto significa que, para sacar adelante un tema tan potente como el derecho a la autodeterminación, hace falta unidad de acción, trazar un camino común, liderazgos reconocidos de conjunto, no solo de partidos, un objetivo bien definido y grandes movilizaciones. Si alguna de estas piezas falla, como después fallaron, el castillo se derrumba.
El día 20 se cumplirán 14 años de su conferencia 'El catalanismo, energía y esperanza para un país mejor'. Allí escuchamos por primera vez el concepto 'derecho a decidir' como evolución del derecho a la autodeterminación. ¿Se imaginaba hasta dónde llegaría esta idea cuando la planteó en el Palau de Congressos? ¿Por qué la formuló cuando era líder de la oposición?
Yo era líder de la oposición y me presentaba por tercera vez a la presidencia de la Generalitat. Había ganado dos elecciones, pero no había podido gobernar y parecía que finalmente llegaría al Govern, como así fue. ¿Por qué hablé de ello entonces? Estaba aprobado el segundo Estatut d'Autonomia y estábamos en pleno proceso de discusión en el Tribunal Constitucional para sacarlo adelante. Finalmente, no fue posible porque lo recortaron. Entonces, quise hacer entender, a través de este nuevo concepto, que Catalunya debía evolucionar, aunque fuera poco a poco, de la fórmula de la autonomía que habíamos utilizado tradicionalmente al derecho a decidir por ella misma sobre grandes conceptos consensuados.
En aquella época se hablaba mucho de las infraestructuras. Tuvimos una gran manifestación por el déficit de inversión del Estado. Mucha gente se enfadó, lógicamente, porque se estaba incumpliendo una cláusula del Estatut y nos estaban ignorando. A raíz de aquello, formulé el concepto del derecho a decidir por nosotros mismos sobre aquellas materias donde los consensos de país eran muy grandes. Después se habló del pacto fiscal y, finalmente, de la consulta sobre el futuro del país y, por lo tanto, de la soberanía y la independencia.
¿El futuro político de Catalunya tenía el mismo nivel de consenso?
Tenía un gran nivel de consenso. Pocos años después de aquella conferencia, siendo ya president, decido adelantar unas elecciones en noviembre de 2012. Justo cuando comienza la operación en Catalunya del Estado para intentar destruir personas, proyectos y organizaciones y después de que fracasara la propuesta del pacto fiscal porque Rajoy nos cerró la puerta. En aquel contexto, las elecciones se hicieron para saber qué mayoría social en Catalunya pedía el derecho a decidir. El resultado que no se recuerda es que de los 135 diputados del Parlament, 107 estaban a favor. Estamos hablando del 80% de la cámara.
Es cierto que, entre ellos, estaban los del PSC de Pere Navarro, pero estaban. Ellos especificaban que estaban a favor siempre que fuera acordado con el Estado, pero es lo que nosotros también queríamos e intentamos. Era un gran consenso de país y es lo que nos legitimó para llevar adelante la primera consulta.
¿Fue usted el president que alineó el movimiento popular con el Govern?
"La clave del éxito en las dos grandes consultas fue la colaboración entre el pueblo y las instituciones"
Intenté hacerlo. Más que con el Govern, con las instituciones. En ese momento había enormes manifestaciones impulsadas por organizaciones civiles y por personas de ideologías y generaciones muy diversas. No había partidos políticos al frente. Era un movimiento popular, y mi reto era canalizarlo institucionalmente. Debo decir que lo logramos, hubo una gran sintonía. De hecho, la clave del éxito en las dos grandes consultas sobre la independencia de Catalunya en los últimos años, en noviembre de 2014 y en octubre de 2017, fue esa estrecha colaboración. La suma de esfuerzos entre la gente y las instituciones y la correcta distribución de papeles y roles lo hicieron posible.
¿El entendimiento entre partidos fue más complicado?
Que los partidos se entiendan entre ellos siempre es lo más difícil. Por definición, partido viene de parte, es una porción. Había que superar ese concepto y que, a través de esas partes, se viera el conjunto. A pesar de los obstáculos y las visiones partidistas, en aquel momento siempre se encontraba la manera de dejar de lado las discrepancias, a diferencia de ahora. La cuestión no es si hay tensión o no, porque siempre la hay. Existían formas de superarla y encontrar soluciones. Funcionó durante años hasta noviembre de 2017, después del referéndum. A partir de entonces, todo eso se ha ido deshilachando y hemos llegado a la situación actual.
Se encontraron soluciones en la fórmula de la pregunta, que permitía incorporar el soberanismo federalista, pero, en cambio, hubo bastantes críticas por el hecho de que fuera finalmente una consulta.
Efectivamente, hubo críticas porque había gente que priorizaba el juego partidista, pero se encontró una solución que convenció prácticamente a todos. Hasta el punto de que la consulta se celebró. Recuerdo que cuando lo sacamos adelante, había gente que quería bajarse del tren, pero ante la ola popular de adhesión a las fórmulas que presentamos, volvieron a subirse.
¿Cree que la respuesta del Estado fue provocada por la gran cifra de participación o porque ustedes dieron validez al resultado en una rueda de prensa de forma oficial? ¿Cuál fue la reacción inmediata desde Madrid?
La consulta superó todas las previsiones; no pensábamos que votarían 2,3 millones de personas sin que sucediera nada. Si la jornada del 9-N salía mínimamente bien, el Govern sabía que tenía que dar la cara porque era un gran tema de país. Se votó con pulcritud, de manera organizada y con un civismo ejemplar, con el Estado en contra. No podíamos quedarnos encerrados en los despachos; estábamos absolutamente comprometidos y nos jugábamos mucho. Teníamos que someternos a las preguntas de los medios de comunicación y transmitir a la opinión pública lo que, en nuestro criterio, había pasado. Eso provocó unos nervios indescriptibles en Madrid; pensaban que sería una votación de poca monta y se volvieron locos. Entonces empezaron las querellas y se intensificó la Operación Catalunya.
¿Esperaba usted esa reacción? La guerra sucia y que un president de la Generalitat fuera juzgado, inhabilitado y todas las consecuencias que sufrió su Govern por una consulta que, en principio, no era vinculante
Nunca te lo imaginas del todo, pero siempre prevés escenarios malos. Durante unos días estuve relativamente tranquilo porque vi cómo los fiscales de Catalunya, que no eran independentistas ni soberanistas, escribieron que no había ninguna base para acusarnos de delitos. Recuerdo que el Fiscal General del Estado de la época, que jerárquicamente está por encima del resto, les ordenó presentar una querella contra nosotros por vía penal. Y así lo hicieron. También recuerdo que aquel mismo Fiscal General a los quince días dimitió, porque le habían hecho hacer algo que él creía profundamente injusto.
Aprendimos una lección. Si defiendes un proyecto para la independencia de Catalunya o por el derecho a decidir del pueblo catalán, sabemos que el Estado español no se quedará de brazos cruzados y que habrá consecuencias que habrá que asumir. Que, por cierto, aún sufrimos porque no se han terminado todas las causas penales ni económicas a pesar de la ley de amnistía.Las consecuencias provienen de dos cuestiones. Una cosa es la reacción del poder ejecutivo, que puede presentar querellas, y la otra es el poder judicial.
¿Ha tenido un papel destacado en la represión?
Absolutamente. Una parte relevante del poder judicial, que no es un poder cualquiera, sino que es un grandísimo poder, decidió autoerigirse en el último bastión de defensa de la unidad de España. Ante la supuesta incompetencia de los políticos españoles, que no encontraban la manera de resolver esto, aunque fuera manu militari, esta parte del sistema judicial pensó que alguien debía hacer el trabajo. Se aferraron a esta función, porque si no, no se entiende.
"Una parte relevante del poder judicial decidió autoerigirse en el último bastión de defensa de la unidad de España"
Recordemos que cuando los catalanes votaron por primera vez sobre la independencia en 2014, dos meses antes lo habían hecho los escoceses y en ese momento Reino Unido estaba dentro de la Unión Europea. Ganó el no legítimamente, pero nadie fue a la cárcel ni fue multado ni tuvo que irse al exilio. No se persiguió judicialmente a la gente. ¿Por qué en España sí? La explicación fácil que dicen algunos interesados, mentirosos, es que las constituciones eran diferentes en España y Reino Unido. Si era un conflicto constitucional, como tantos otros que se han producido, ¿hacía falta que los juzgados intervinieran, enviar a gente a la cárcel o al exilio o a la ruina económica de determinadas familias? Es evidente que no. La conclusión es clara. Una parte del sistema judicial, con los tics que tienen de épocas anteriores, entendieron que su gran misión era defender la unidad de España.
La continuidad política del 9-N fue Junts pel Sí. ¿Considera que fue un proyecto frustrado, que debería reeditarse o que sería inviable hacerlo?
El concepto de Junts pel Sí, que no la fórmula exacta, es la clave del éxito. La prueba es que, hasta que se mantuvo en pie, hasta octubre de 2017, ganó adhesiones como nunca. Y cuando se desmembró y cada cual tomó sus remos y remó en dirección contraria, todo empezó a caer. Hasta el punto actual, en que tenemos un Parlament que ha elegido un president como Salvador Illa y que ha perdido la mayoría independentista y netamente catalanista, es decir, de estricta obediencia catalana.
¿Por qué funcionó durante unos años y después no? Fue un éxito porque sabíamos que para lograr un gran objetivo de país como el derecho a decidir se necesitaba cooperar mucho y competir poco. Junts pel Sí era eso.
La imagen del 9-N es un abrazo entre usted y David Fernàndez, diputado y dirigente de la CUP. Usted dice que Junts pel Sí fue un éxito, pero el hecho de no obtener la mayoría absoluta le costó la presidencia.
El abrazo vuelve a ser una clave del éxito. Dos personas que representan ideologías y visiones de país y de sociedad tan diferentes como David Fernàndez y yo colaboramos de manera solvente. Ahora bien, ¿por qué después se tradujo en que no pudiera seguir como president? Por una razón muy sencilla: la CUP no es un partido tradicional, de hecho, son las CUP y David Fernàndez no mandaba. Él ha expresado alguna vez que, si él hubiera mandado, las cosas habrían sido diferentes.
Aquella CUP votó si se me debía dar apoyo y hubo un empate a 1.515. La mitad de la formación estaba dispuesta a apoyarme, pero al final, en sus dinámicas se terminó imponiendo el no.
¿Se ha arrepentido alguna vez de dar aquel paso al lado?
Debe quedar claro que la última decisión la tomé yo y no me arrepiento. Visto en el contexto actual es fácil decir que sí, pero en ese momento era diferente. Tenía a Junts pel Sí en marcha y tenía la primera mayoría independentista en el Parlament en tres siglos. Tenía que protegerlo. La gente había votado en unas elecciones plebiscitarias y debía procurar que no lo volviera a hacer porque los políticos no nos poníamos de acuerdo. Tenía la firme determinación de que debía seguir adelante, nos jugábamos mucho como país.
Cuando vi que la CUP no me daría apoyo, la gran pregunta fue: ¿hay alguna manera de no repetir las elecciones y de preservar este proyecto que he ayudado a construir, aunque sea sin mí al frente? La respuesta fue que sí. Fue un acto de coherencia.
¿Cree que la desaparición de Convergència era ineludible para continuar con el proyecto que habían empezado?
"Sin la confesión del president Pujol, Convergència seguiría existiendo"
No, sobre todo si hablamos del proyecto convergente más allá de las siglas de un partido u otro. Que se transformara no era determinante, pero lo importante era salvar la esencia. Sin la confesión del president Pujol, Convergència seguiría existiendo. Después supimos que existía la Operación Catalunya por parte del Estado español que quería destruir el partido, a Pujol, Mas y Trias. No era una acción que respondía a una confesión que se podía juzgar desde el punto de vista ético; era una operación desde el corazón del Estado para destruir personas, proyectos y organizaciones porque no lograban vencerles en las urnas.
El relevo que debía tomar este proyecto convergente era el PDeCAT, pero no prosperó. ¿Por qué no y Junts, en cambio, sí?
Las peleas internas combinadas con la ausencia de liderazgo que había, porque yo me estaba retirando y el president Puigdemont aún no era un líder del partido, hicieron que el PDeCAT no avanzara como debería haberlo hecho. Esto es otra página de la historia, pero creo que esta herencia convergente cada vez más está en Junts.
Usted dijo que se haría militante de Junts. ¿Por qué lo hará, por qué ahora y no antes y cuándo prevé hacerlo?
No tengo una prisa especial. Cuando pasó todo lo que pasó a nivel interno, decidí alejarme de la militancia de los partidos en general. Había sido militante de Convergència durante muchos años, pero también llegó un momento de mi trayectoria política en que preferí subrayar más mi papel institucional de expresident. Me siento más cómodo así. Dicho esto, cuando se me pide ayuda porque vienen las elecciones, yo la doy porque es donde está la gente que siempre me ha acompañado y donde pueden hacer las cosas mejor.
Se dice que el president Illa es la nueva Convergència. ¿Cómo valora que uno de sus rivales históricos, el PSC, reivindique ahora este talante más convergente?
Atraer al mundo convergente lo han intentado varios políticos como Aragonès y ERC o Illa y el PSC. Lo intentan, pero no acaban de lograrlo. Esta tarea quien mejor puede hacerla es Junts. Quien consiga atraer el proyecto convergente completo sin perder ninguna parte importante tendrá las claves de las mayorías más sólidas que pueda haber en el futuro de este país. Entendiendo que el tiempo pasa y que hay que ponerlo al día.
Aquel proyecto convergente tenía una relación con los poderes fácticos de este país que Junts no parece tener.
Efectivamente, tenía toda una serie de lazos con ámbitos que tenían influencia y poder, pero no hay que olvidar dos cosas. En primer lugar, el proyecto convergente tenía un fuerte arraigo popular y, además, transversal, porque si no, no habría ganado tantas elecciones seguidas en el Parlament de Catalunya. Entre el president Pujol, seis veces, y yo cinco, ganamos 11 elecciones durante 35 años. El mundo económico estaba más cercano al proyecto convergente porque este entendía las claves de lo que es una economía productiva, no especulativa. Es la que hacen las empresas y los trabajadores y que, si es sana, funciona cada día. Sin este motor no hay bienestar, y menos en un país como Catalunya que tiene un déficit fiscal enorme con el Estado español.
Si Mariano Rajoy hubiera acordado un sistema de financiación similar al que se ha pactado ahora entre ERC y PSC, ¿cree que la historia se habría desarrollado de otra forma?
"Un buen acuerdo de financiación con Rajoy habría evitado todo lo que hemos vivido en este país"
Sí, lo he dicho siempre. Si Rajoy nos hubiera abierto la puerta a un pacto fiscal en la línea de un concierto económico, probablemente no habríamos vivido todo lo que ocurrió después porque habríamos llegado a una buena solución para Catalunya. Pero no fue así y, en lugar de tirar la toalla, seguimos adelante. Defendimos un proyecto propio que no podía ser el Estatut porque lo habían hundido ni un pacto fiscal.
¿Ahora cree que lo lograrán?
No lo sé, no confío mucho. Pero hay que intentarlo, porque Salvador Illa es president de la Generalitat a consecuencia de este pacto, ERC ha dado su palabra, la posición en Madrid del independentismo catalán es decisiva y la de Junts es absolutamente determinante. Como no tendremos la independencia ni un referéndum a corto plazo, mejor que seamos lo menos dependientes posibles del Estado español.
Sin embargo, quiero advertir que salir del saco común de la financiación autonómica y tener un sistema de financiación estrictamente bilateral entre Catalunya y el Estado no se logra de un día para otro ni de forma fácil. Mi recomendación es que Junts debe liderar esta negociación.
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