Hasta 2018 España era una anomalía. Se trataba del único país europeo donde no acababa de germinar la extrema derecha. Todo saltó por los aires el domingo 2 de diciembre de ese año en las elecciones autonómicas andaluzas. Ese día Vox tomó asiento por primera vez en las instituciones españolas. Y lo hizo con una contundencia inesperada: 12 escaños y casi el 11% de los votos de una comunidad históricamente progresista.
Todos los analistas se apresuraron a identificar qué factores se escondían detrás del auge del movimiento ultra. Y reconocieron algunos de carácter global (incertidumbre económica, antipolítica, inmigración) y otros de naturaleza local (desafío catalán, nacionalismo español). Nadie por entonces advirtió la relevancia de un elemento que aparecía sumergido en todos los estudios prospectivos. Hoy, seis años después, la sociología apunta al antifeminismo como impulso movilizador del voto de extrema derecha.
En abril de 2023, un equipo de investigación del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), vinculado al CSIC, publicó un trabajo revelador. Además del desafío catalán, la inmigración y el autoritarismo, tres sociólogos aseguraron haber verificado empíricamente la "relevancia de las actitudes antifeministas entre el electorado de Vox". El análisis elaborado por Rodrigo Ramis, Sara Pasadas y Joan Font se sustentó en una encuesta poselectoral efectuada por el IESA en marzo de 2019.
"En el sexismo moderno nadie te dice que los hombres y las mujeres no puedan ser iguales. Ni siquiera Vox", asegura Sara Pasadas del Amo, hoy profesora de la Universidad de Córdoba. "Lo que sí te dicen es que la igualdad ya se ha alcanzado y que el feminismo se está pasando de rosca. Por lo tanto, hoy los discriminados son los hombres", explica la socióloga para contextualizar el avance de un paradigma nuevo de sexismo que ha encontrado en la derecha radical una plataforma electoral de primer orden.
Pasadas: "Te dicen que el feminismo se está pasando de rosca, que hoy los discriminados son los hombres"
En el estudio demoscópico, el primer factor del voto de la extrema derecha andaluza fue la "autoubicación ideológica". Pero el "antifeminismo" ya se alzó como segundo elemento movilizador, por delante de otros indicadores relacionados con el desafío catalán y la unidad de España. "El tema territorial es fundamental para interpretar el voto de Vox. No hay duda", aduce Sara Pasadas. Y los primeros análisis poselectorales ponían el foco de atención en esta variable. El problema en aquel momento es que no había ninguna otra fuente para testar factores alternativos. "Nosotros hicimos un cuestionario adhoc para buscar otras explicaciones", explica la socióloga de la UCO.
Y la encontraron. El contexto adquirió una importancia capital. En 2018, el feminismo español eclosionó. El 8 de marzo de ese año el movimiento morado desbordó las calles como nunca hasta entonces había sucedido. Y en diciembre es cuando Vox accede por primera vez a un parlamento autonómico pulverizando el techo electoral de la derecha radical. "Hubo una reacción al feminismo", argumenta Pasadas del Amo.
"Muchos hombres pensaban que las mujeres se estaban empoderando excesivamente y que las leyes igualitarias de Zapatero, primero, y luego Pedro Sánchez, les estaban perjudicando y discriminando", razona la socióloga. El antifeminismo latente empezó a cristalizar en una opción como la de Vox que atacaba sin complejos todos los avances en materia de género que se habían conquistado en los últimos 15 años.
La brecha tradicional del voto por géneros se quiebra. Y las mujeres, que históricamente votaban en menos proporción y a opciones conservadoras, empiezan a inclinarse por partidos progresistas. Según datos suministrados por Sara Pasadas, uno de cada dos hombres menores de 30 años vota más a la derecha que a la izquierda. Las mujeres jóvenes, en cambio, se decanta por la izquierda en una proporción de dos tercios.
Uno de cada dos hombres menores de 30 años vota más a la derecha que a la izquierda
"En el grupo joven es donde se está produciendo la mayor distancia entre chicos y chicas. Y tiene que ver con los avances del movimiento feminista", asegura. "En el discurso de empoderamiento de las mujeres, estamos dejando a nuestros compañeros atrás. Y eso me preocupa profundamente. No es que sea nuestra responsabilidad, pero sí es preocupante que no existan otros referentes de masculinidad para los chicos".
Muchos estudios sociológicos incorporan ya el sexismo moderno como variable relevante en la asignación del voto a la derecha radical. Uno de los primeros en desarrollar este enfoque en España fue un trabajo publicado en septiembre de 2022 con el título de El sexismo y el voto de extrema derecha, firmado por Eva Anduiza y Guillem Rico, investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona.
"El sexismo juega un papel fundamental en el ascenso electoral de la extrema derecha", sugiere el informe. "El aumento del sexismo se produce en un contexto de impulso feminista, que contribuyó significativamente al surgimiento". Básicamente, Anduiza y Rico proponen una hipótesis similar a la articulada meses después por el IESA. Y sostienen que la movilización feminista de 2018 tuvo un "impacto significativo" en las elecciones autonómicas andaluzas y las generales de 2019, cuando Vox superó los 3,6 millones de votos y rebasó el 15% del censo.
El estudio de la UAB revalorizó la influencia del antifeminismo en el comportamiento electoral y admitió que hasta ese momento el factor sexista había sido "mal medido" en la mayoría de los exámenes demoscópicos. "Llama la atención que en la literatura comparada que pretende explicar el voto por la extrema derecha el género esté prácticamente ausente del análisis empírico", indica el documento. Eva Anduiza y Guillem Rico basaron su trabajo en "datos de panel" recopilados antes, durante y después de las protestas masivas feministas.
En opinión de los dos investigadores catalanes, se trataba de una "reacción conservadora" al cambio social progresivo en favor de valores más "inclusivos, liberales, cosmopolitas y universalistas". Años antes ya se había diseccionado en EEUU cómo las actitudes sexistas impactaron en el voto de las elecciones de 2016, que coronaron contra todo pronóstico a Donald Trump como presidente de la mayor potencia del mundo.
En EEUU, las actitudes sexistas impactaron en el voto de las elecciones de 2016, que coronaron a Donald Trump
El principio de igualdad entre géneros ya no es puesto en duda en las democracias avanzadas. "El sexismo adopta formas más sutiles en los discursos de extrema derecha", puntualiza el trabajo de Anduiza y Rico. Uno de los elementos claves en el argumentario de la derecha radical es la "negación de la discriminación" por razones de género. Lo que no impide, a juicio del estudio de la UAB, atacar a la llamada "ideología de género" por constituir una "amenaza existencial contra los valores familiares y la integridad de la base cultural tradicional". Y además aprovecha las conquistas igualitarias de las mujeres para legitimar sus "ataques contra el islam y la inmigración".
No todos los estudios de investigación establecen una vinculación automática entre antifeminismo y voto a la extrema derecha. Algunos no niegan que sea una hipótesis plausible, pero sostienen que todavía no hay disponible una base empírica sólida que acredite el nexo que asocie sexismo y voto ultra. Es el caso del proyecto europeo UNTWIST de Horizonte Europa liderado por la Universidad Pablo de Sevilla y coordinado por la socióloga Antonia María Ruiz Jiménez.
El equipo dirigido por la directora del Departamento de Sociología de la UPO, que coordina investigadores de seis países europeos, puso en marcha hace año y medio un proyecto innovador que articula varios grupos de discusión, integrados por colectivos de entre seis y diez personas de distintos géneros, capas sociales y preferencias electorales, entre ellos Vox.
Los resultados preliminares desdibujaron algunas ideas preconcebidas sobre el perfil de votante de extrema derecha. "Creíamos que nos íbamos a encontrar al típico hombre que quería volver al pasado. Lo que llamamos retropía. Un perfil de hombre que añoraba un tiempo donde las mujeres eran amas de casa. Pero esa norma no se cumple tan clara", puntualiza Ruiz Jiménez. En esos grupos de discusión analizados se detectó que hay un "feminismo de base que está completamente asumido, aunque no le llaman feminismo". Es el llamado "feminismo liberal burgués" que se centra en la igualdad de derechos individuales y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
"No hay ningún hombre que piense que las mujeres deberían volver a ser amas de casa y dedicarse a la actividad de los cuidados en exclusiva. Ni de la clase alta ni de la baja. Mucho menos en la baja, donde se necesitan dos sueldos para mantener a una familia", argumenta. Eso sí: asumiendo que cuidar a los niños o a las personas mayores es una responsabilidad femenina. "Ahí está la trampa", afirma la socióloga de la UPO.
Muchas personas están convencidas de que se ha alcanzado la igualdad y ya no es necesario seguir avanzando
¿Dónde se reproduce entonces el discurso de Vox? "Contra otro tipo de feminismo, que no es el liberal burgués, sino uno más radical que se centra en la sexualidad y la identidad de género", explica Ruiz Jiménez. "Las mujeres de clase baja, por ejemplo, tienen miedo de que sus hijos sean acusados falsamente por algún tipo de abuso", agrega. Antonia María Ruiz Jiménez cree que se está produciendo un "cierto cansancio de la emancipación". Muchas personas están convencidas de que se ha alcanzado la igualdad y ya no es necesario seguir avanzando. "Ese discurso está más presente en los hombres que en las mujeres votantes de Vox", sostiene.
Contrariamente a lo que se suele pensar, hay mujeres votantes de Vox que se declaran feministas, en opinión de la directora del proyecto europeo. "El feminismo es una etiqueta que también se puede disputar. Abascal no la utiliza porque él representa simbólicamente a los hombres, pero sí han utilizado mujeres de Vox como Rocío Monasterio". Para la profesora de la UPO, la realidad es "muy compleja" y no es fácil identificar cuáles son las motivaciones que empujan a una persona a votar por un partido concreto. Y no basta con sospechar que detrás del comportamiento electoral de ciertos sectores de ultra derecha se encuentran determinadas variables, como, por ejemplo, el antifeminismo. "Es más complicado comprobarlo que sospecharlo. Y no podemos caer en la trampa de la simplificación", concluye.
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