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Un año del 23J, la ola progresista de última hora que evitó un Gobierno de PP y Vox

Las elecciones de julio de 2023 se presentaban como una victoria clara de la derecha y la ultraderecha que terminarían con el ciclo del Gobierno de coalición, pero la movilización de los votantes progresistas evitó este escenario.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto a su mujer Begoña Gómez, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, en la sede Ferraz.
El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto a su mujer Begoña Gómez, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, en la sede Ferraz el 23J. Rodrigo Jiménez / EFE

"El verano es azul" fue uno de los lemas de campaña del Partido Popular de cara a las elecciones del 23 de julio de 2023. El portavoz de los conservadores en ese proceso, Borja Sémper, presentó este eslogan en una playa falsa recreada en un polideportivo de Madrid con arena, sombrillas y un fondo de cartón piedra en el que se vislumbraba un horizonte marítimo de película.

El icónico silbido de la serie española de los años ochenta amenizó los actos de un PP que aspiraba a teñir de ese "azul" del mar el mapa político español tras las generales, y en algunas imaginaciones empujadas por la nostalgia se generaron imágenes de bicicletas estivales recorriendo un paseo marítimo. 

Al final, los conservadores se vieron obligados a retirar el fondo de cartón piedra y las sombrillas que recreaban la playa de Madrid, y la sintonía de Verano Azul sonó en la noche del 23 al 24 de julio en la sede socialista de Ferraz con cierto aire de mofa y con Pedro Sánchez subido a un escenario a gritos de "presidente". Allí se gritó también el "No pasarán", como correspondía al momento simbólico de lograr que la ultraderecha no pudiera llegar a Moncloa todavía. 

El escenario hasta ese momento fue muy distinto. El 28 de mayo el Partido Popular arrasó en las elecciones municipales y autonómicas y se hizo con prácticamente todo el poder territorial del Estado (ganó en todas las comunidades, salvo en Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra). Esa noche el mapa se tiñó de un incontestable azul que motivó, menos de 24 horas después, una decisión inédita e inesperada por parte del presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez anunció en una comparecencia sin preguntas que adelantaba las elecciones generales para el 23 de julio tras el fiasco en las autonómicas. "El sentido del voto traslada un mensaje que va más allá, y por eso como presidente del Gobierno y también como secretario general del PSOE asumo los resultados en primera persona y creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato democrático a la voluntad popular", aseguró entonces.

La batalla contra el pesimismo del 28M

El pesimismo entre las opciones progresistas por el batacazo en el 28M se cronificó con el adelanto electoral que ponía en jaque el único fortín institucional que le quedaba a la izquierda en ese momento: el Gobierno de coalición.

Con una ola reaccionaria que ya inundaba Europa y con el mapa autonómico copado por gobiernos del PP, y del PP con Vox, las expectativas de reeditar el Gobierno de coalición parecían prácticamente nulas. Este escenario estaba, además, reforzado por unas encuestas que situaban a Alberto Núñez Feijóo al frente de La Moncloa con Santiago Abascal de vicepresidente en todas sus proyecciones (salvo con una excepción, la los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas).

Con estas previsiones arrancó la campaña a las elecciones generales, una campaña en la que el principal objetivo compartido del PSOE y de Sumar fue la movilización del electorado progresista en un tiempo récord. 

Sánchez protagonizó un tour de entrevistas en radios y televisiones en las que se afanó en desmontar su imagen y los "bulos" que se estaban vertiendo contra él y su Gobierno. Cambió la estrategia comunicativa y acudió a espacios de comunicación hostiles y en los que no había tenido presencia desde el comienzo de la legislatura. Los programas de Carlos Alsina (Onda Cero), Ana Rosa Quintana (Telecinco) y Pablo Motos (Antena 3) fueron ejemplo de ello. 

Además decidió innovar a nivel comunicativo y acudió a un podcast de carácter juvenil llamado "La Pija y la Quinqui". En él se pudo ver una versión más desenfadada y cercana de Sánchez, en una imagen que no había sido habitual hasta entonces. En Ferraz consideran que aquel programa movilizó a un número importante de electores jóvenes en los últimos días.

En el recuerdo está también la resignificación del meme "Perro Sanxe", que se usaba en un primer momento como insulto pero que los socialistas, y el propio presidente, le dieron la vuelta. Se hicieron chapas y camisetas con ello durante la campaña electoral.

La estrategia de los socialistas fue clara: alertar contra la posibilidad de que llegara al Gobierno una coalición de PP y Vox. Impedir que Santiago Abascal fuera el vicepresidente. La visibilización de los pactos autonómicos y municipales durante ese mes de julio, y algunas de las primeras medidas tomadas contra la Igualdad o el colectivo LGTBi, impulsaron también esa reacción progresista. 

"Hay remontada"

En ese tándem movilizador del voto progresista también tuvo un importante papel Sumar. Los de Yolanda Díaz no empezaron de la mejor manera, después de que la izquierda alternativa cerrase sobre la bocina un acuerdo para una coalición entre disputas, vetos y reproches cruzados, acuerdo que se dinamitó apenas unos meses después con la salida de Podemos del grupo parlamentario liderado por la vicepresidenta segunda.

Sin embargo, durante la campaña las disputas quedaron soterradas (no desaparecieron, como se vería posteriormente) y Sumar se volcó en contribuir a la remontada en base a dos ejes. El primero, un programa político ambicioso que pusiera en el centro cuestiones como la reducción de la jornada o la denominada herencia universal, su medida estrella (que después se quedó fuera del acuerdo de Gobierno rubricado con el PSOE).

Díaz había acumulado todo su capital político en el Ministerio de Trabajo, y en su equipo eran conscientes. El segundo eje se basó en tratar de desmontar la idea de que el partido estaba perdido: "La derecha sólo ganará si nos derrotan en lo más profundo de nosotras mismas, si lo creemos", aseguró la dirigente gallega en uno de sus mítines centrales en el madrileño barrio de Villaverde.

En el mitin de cierre, en el auditorio Tierno Galván de Madrid, Díaz dio el dato más importante de su carrera en la política estatal: "Hay remontada", aseguró, en un momento en el que la ley electoral impedía la publicación de encuestas, pero en el que tanto Sumar como el PSOE conocían de la existencia de un importante giro demoscópico en los últimos días.

Otra de las claves que hicieron posible el freno a la derecha tuvo que ver con los errores de Feijóo durante la campaña electoral o los días previos. El líder del PP calificó de "divorcio duro" los hechos por los que fue condenado por violencia de género Carlos Flores, dirigente de Vox del País Valencià.

También remaron a favor de PSOE y Sumar las mentiras e incorrecciones en datos que ofreció Feijóo en diferentes espacios. Especialmente recordada fue la entrevista que realizó en TVE con Silvia Intxaurrondo, donde la periodista le corrigió datos sobre pensiones.

Por otra parte, durante la campaña la izquierda visibilizó mucho la relación del líder de los populares con el narco Marcial Dorado hace años en Galicia. Sánchez acusó directamente a Feijóo de mentir sobre sus relaciones mientras que el dirigente gallego se defendía al señalar que cuando se conocieron "solo era un contrabandista". 

El 17 de julio, seis días antes de la jornada electoral, Feijóo protagonizó un acto en el faro de Moncloa de Madrid en el que el dirigente del PP dio un mitin con el palacio presidencial detrás. Aquella imagen parecía el vaticinio de un destino inevitable y de un dirigente que, quizá, se veía ganador; sin embargo, el retrato pasó finalmente a la historia como el día en el que Feijóo estuvo lo más cerca que ha estado nunca de La Moncloa.

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