Opinión
Rojo o verde: ¿qué futuro para la izquierda europea?
Por Héctor Sánchez Margalef
Investigador de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs)
Han pasado 13 años desde la crisis financiera que lo cambió todo; 10 años del 15-M, el movimiento que sacudió la “vieja política” y vio nacer, teóricamente, una nueva; y 7 de unas elecciones al Parlamento Europeo que fueron históricas para la izquierda radical europea. Pero desde aquella imagen de Alexis Tsipras y Pablo Iglesias en la plaza Syntagma de Atenas, abrazados y proclamando el asalto a los cielos, la nueva izquierda también ha sufrido su desgaste. Con los máximos adalides de aquella nueva política ya fuera de foco, ¿qué futuro espera a la izquierda roja europea?
La izquierda roja, heredera del eurocomunismo histórico y también de los movimientos antiglobalización de principios de siglo cuenta con un apoyo sólido aunque pequeño, y poco a poco menguante. En el Parlamento Europeo, el grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL por el francés Gauche Unitaire Européenne y el inglés Nordic Green Left) cuenta con 39 eurodiputados frente a los 52 (6,92%) que obtuvieron en las elecciones de 2014. A pesar de la permanente crisis de la socialdemocracia, sus números no despegan. El grupo parlamentario se nutre principalmente de la aportación griega (Syriza), francesa (La France Insoumise), alemana (Die Linke) y española (Podemos-Izquierda Unida). Lo curioso, sin embargo, es que a pesar de ser compañeros de grupo no todos comparten la misma familia política.
Así, mientras Izquierda Unida o Syriza son miembros del Partido de la Izquierda Europea (European Left Party), Podemos forma parte de otra matriz europea llamada Now the People. En cambio, el Bloco de Esquerda portugués o la Alianza Rojo-Verde danesa son miembro de ambos. Now the People parece más una plataforma o movimiento que un partido. En cualquier caso, esta fragmentación afecta su capacidad para financiarse, además de dificultar, a veces, la actuación conjunta. A principios de 2020, eran el cuarto grupo de la Eurocámara más cohesionado en las votaciones parlamentarias según Votewatch, habiendo adelantado al Partido Popular Europeo; una leve mejora de su tradicional quinto puesto que dejaba en evidencia que la cohesión no era una de sus virtudes como grupo.
A nivel nacional las perspectivas no son halagüeñas para sus miembros. Syriza parece incapaz de recuperar el poder y tampoco apunta a que pueda, ahora mismo, mejorar su representación en el Parlamento Europeo; igual que Podemos, que sigue encallado alrededor del 10% de apoyo electoral, lo que le reportaría los mismos eurodiputados. Die Linke y La France Insoumise están en la misma situación que los otros partidos. La izquierda radical parece haber topado con un techo electoral. Es más, cabría pensar que la ventana de oportunidad que se abrió con el 15-M, la contestación a las políticas de austeridad, el rechazo al TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), el resultado de las elecciones europeas de 2014 y el acceso de un partido de izquierda radical a la jefatura de un gobierno en un estado miembro por primera vez en la historia de la UE hace tiempo que se cerró. La salida de Pablo Iglesias de la política da cuenta de ello.
Pero, en contra de la famosa expresión que acuñó la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, sí hay alternativa. Las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 dieron un impulso a las candidaturas Verdes a lo largo y ancho de la UE. Los resultados en Alemania (20,5%; 21 eurodiputados), Francia (13,4%; 12), Reino Unido (11,8%; 7), Bélgica (dos partidos, tres escaños), Dinamarca (13,2%, 2), Irlanda (11,4%; 2), Finlandia (16%, 2), Austria (14%; 2), Luxemburgo (18,1%, 1) y Países Bajos (10,9%, 3) resultaron en un grupo parlamentario de 75 eurodiputados.
A pesar de haber sufrido reajustes con la salida de los eurodiputados británicos, el grupo conserva 73 MEPs y la sensación de que su fuerza va en aumento. Como sucede con la izquierda roja, la izquierda verde se organiza en el grupo parlamentario de los Verdes/Alianza Libre Europea, pero no todos los partidos que forman parte de este grupo están adscritos en el Partido Verde Europeo (European Greens). Aun así, es el grupo parlamentario más cohesionado de todos a la hora de votar.
También, a diferencia de la izquierda roja, a nivel nacional los partidos verdes están de luna de miel electoral. En junio de 2020 los Verdes sacaron buenos resultados en las elecciones locales francesas, imponiéndose en ciudades como Lyon, Marsella, Estrasburgo, Burdeos o Nancy. Este mes de mayo, en las elecciones regionales de Madrid, el enésimo intento de un partido autodenominado verde, Más Madrid, ha adelantado por primera vez al partido socialdemócrata como partido de oposición en la izquierda y ha relegado a la izquierda roja a la última posición de las tres fuerzas progresistas. Pero la joya de la corona se encuentra en Alemania, lugar de origen de los partidos ecologistas.
No solo acabaron con la mayoría absoluta de la CSU en Baviera a finales de 2018, también continúan gobernando en Baden-Württemberg, estado de las empresas automovilísticas alemanas, demostrando que son una alternativa fiable en el gobierno. Pero, sobre todo, los Verdes tienen puesta la mirada en la cancillería alemana, en las elecciones federales de setiembre de 2021. Ahora mismo son la primera fuerza en las encuestas; y aunque queda mucho tiempo y una campaña electoral por medio, ya es indudable que los Verdes formarán parte del próximo gobierno alemán y que desbancarán a los socialdemócratas como primera fuerza en la izquierda. Esto puede suponer un cambio de paradigma a nivel europeo, diferente al que supuso la entrada en el gobierno de Syriza. Si ganaran, por primera vez un partido de izquierda radical –sí, verde y no tan radical como solía- ocuparía el poder ejecutivo del país más poderoso de la UE.
¿A qué se debe el ascenso de los partidos verdes? El último Eurobarómetro sobre cambio climático revela que los europeos se toman muy en serio esta amenaza. Casi un 80% de los europeos cree que el cambio climático es un problema serio, 5 puntos más que en 2017; y un 60% cree que el cambio climático es uno de los problemas más serios a los que se enfrenta el mundo, un incremento de 17 puntos respecto a 2017. De hecho, se sitúa ya como la segunda mayor preocupación de los ciudadanos de la Unión, por encima del terrorismo internacional. Con este panorama es comprensible que Los Verdes se estén haciendo un hueco, poco a poco, como partido de gobierno frente al desgaste de la socialdemocracia y la sensación de radicalidad que pueden generar los partidos a su izquierda. Aunque su éxito electoral no solo se explica por la nueva conciencia climática y su presencia en la agenda mediática; sino por la capacidad de defender una alternativa sin estridencias ni radicalismos y con propuestas, positividad y empatía.
Entonces, ¿el futuro de la izquierda europea será roja o verde? Tras las pasadas elecciones en Madrid, el filósofo Germán Cano se preguntaba “en qué medida las tradiciones marxista y socialdemócrata están obligadas a medirse sin nostalgias pero sin adanismos históricos con el reto del programa social neoliberal y su desintegración de identidades sociales” y afirmaba que el éxito de Más Madrid (verdes) frente a Podemos (rojos) se debe a la introducción de temas importantes para el avance social como el ecologismo o la reducción de la semana laboral. Lo comparaba con los temas que pasaron a ser importantes para una parte de la izquierda en los 70 con la consiguiente división entre materialistas y post-materialistas; debate que sigue sin resolverse pero que, por otro lado, es absurdo, porque la agenda materialista no debería ser excluyente de la post-materialista y viceversa. En el fondo, el futuro de la izquierda europea podría ser rojo y verde, pues es más lo que los une que lo que los separa. El primer reto será la capacidad de presentar una candidatura conjunta para las elecciones a la presidencia francesa en mayo de 2022. Sin esta colaboración -en Francia y en toda la UE-, los verdes pueden encontrar el mismo techo electoral que ya encontró la socialdemocracia, y los rojos corren el riesgo de seguir perdiendo influencia hasta caer en la irrelevancia.
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