Opinión
Qué hace una generación como tú en un país como este
Por Víctor Camino
Secretario general de Juventudes Socialistas
Hace unos meses escuché una definición de "juventud" que me llamó la atención: ser joven es "un turno en la historia". Un momento que transcurre entre la inocencia de ser niño y la responsabilidad reforzada de dejar de ser joven. Una ocasión que puedes aprovechar o dejar pasar. Hay viejos muy jóvenes y jóvenes muy viejos, pero los "jóvenes jóvenes" tenemos esa condición de futuribles que envejece o retrasa nuestras expectativas y rejuvenece o precariza condiciones, salarios u opiniones. El clásico "todos pasamos por ahí" debe impulsarnos a tomar partido e intentar -desde cualquier ámbito- dejar un país mejor a la próxima generación. Eso es el progreso y, como contaba el joven poeta Miguel Hernández, si esta generación "no se atreve, no empuja o no lucha", no es juventud.
El contexto siempre es determinante; no es lo mismo nacer en una familia acomodada dentro de los grandes centros neurálgicos que hacerlo en una familia que vive en periferias rurales, laborales o económicas. Ahora bien, a pesar de la heterogeneidad de la juventud hay cuestiones que nos unen, juntos tenemos que cruzar el puente entre formación y empleo en tiempos inciertos de inteligencia artificial o hacer las maletas para emanciparnos de casa de nuestros padres cuando el acceso a la vivienda es realmente difícil. A cada década le tocan sus retos, si hace diez años éramos los grandes perdedores de la austeridad, en este momento volvemos a tener cierto protagonismo en las políticas de gobiernos progresistas a través de acciones tangibles como la bajada de precios en el transporte público, el aumento de plazas la Formación Profesional o la regulación de las subidas del alquiler. Sin embargo, los estigmas permanecen. Por cada vez que ponemos en la agenda política la salud mental, el cambio climático o la nueva diversidad, hay una reacción que nos coloca como generación de cristal: débiles y quejicas. Y el cristal roto es el que ponen en el suelo los nostálgicos que no asumen que su turno pasó y que hay que dejar paso a nuevas ideas, nuevos derechos y nuevas libertades.
En las tertulias cotidianas de barra de bar se suele ubicar (sin mucho rigor) a la gente joven como simpatizante de la extrema derecha y esa imagen de generación desapegada o no comprometida se desmitifica fácilmente con datos y estadísticas. Según la Encuesta Social Europea (European Social Survey) los niveles de participación y movilización política joven se ampliaron de forma notable tras la anterior crisis y creció considerablemente el compromiso con la igualdad o la cohesión social respecto a la década anterior. Un ejemplo reciente lo tenemos en los resultados de las últimas elecciones generales en España, la gran apuesta de los primeros votantes fue el Partido Socialista con una notable diferencia respecto a las siguientes fuerzas políticas según la macroencuesta del CIS realizada esa misma semana. Esa fuerza joven, en ocasiones infravalorada, frenó la coalición del retroceso representada por Feijóo y Abascal.
¿Qué hace una generación como tú en un país como este? Hacerse hueco para que la perspectiva joven impregne la política, la empresa o la sociedad civil. Aún quedan nuevas banderas por defender: democratizar la digitalización, ampliar el proyecto europeo o erradicar la desigualdad entre jóvenes; causas a la vanguardia que se unen a las relacionadas con vivienda, feminismo, salud mental o emergencia climática. Cualquier tiempo pasado no tuvo por qué ser mejor, eso es lo que quieren hacernos pensar los carcas que no soportan el progreso. Cada vez que un joven entra en un espacio de decisión, y es escuchado, avanza toda la sociedad. Es la victoria de nuestra generación, pero lo más importante, es la victoria de todas las generaciones que vendrán a continuación. Feliz y reivindicativo día de la juventud.
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