Opinión
¿Por qué el PSOE ha abandonado Madrid?
Por Elizabeth Duval
Si intentamos enumerar varios hechos objetivos de estos últimos días, nos resultará un poco difícil entender el panorama político de la izquierda en la Comunidad de Madrid: las cosas parecen entrar en contradicción las unas con otras y sólo podrían explicarse o por mala fe o por estupidez. No se entiende que el PSM decida lanzar a una candidata desconocida y sin carisma, por muy ministra y mucho ministra que sea Reyes Maroto, por logros que tenga en su haber: suena ridículo que llame a Almeida «alcalde de Génova» cuando ella no piensa dejar el Gobierno central hasta un mes antes de las elecciones. Tampoco se entiende que ese lanzamiento tenga lugar el día posterior a una manifestación multitudinaria que ha reavivado el pulso de la izquierda madrileña. El PSOE es un partido grande, con recursos, con manos y capacidad: el vídeo con el que han lanzado a la ministra adolece de una pésima realización, está grabado con prisas y sin pericia técnica y denota, lo que es aún más triste, desprecio.
La historia, en realidad, es bastante larga. Tiene que ver con la destitución de Tomás Gómez, agrupaciones reorganizadas y reinventadas, candidatos impuestos de usar a tirar y muchos noes, uno tras otro. Hay una parte trágica: buena parte de la militancia socialista no se merece este tipo de imposición, intentada primero con Mercedes González; resultó en un fracaso estrepitoso y un bochorno considerable en sus intentos de confrontación forzada con Almeida. Se comprende aún menos cuando se constata que el PSM contaba en su seno con posibles candidatas con experiencia local, perfiles mucho más potentes, como lo era el de Enma López. Pero lo que se intuye, y es esto lo importante, porque es lo único que explica los acontecimientos, es que el proyecto del PSOE pasa por el sacrificio y la renuncia a Madrid.
Desde antes de que Ayuso pudiera derrocar hasta a los líderes de su propio partido, la confrontación que establecía la presidenta de la Comunidad de Madrid, y que en cierto modo convenía al propio Sánchez, era una confrontación a todas luces nacional: si España estaba, está, gobernada por los malvados bolcheviques socialcomunistas, el Madrid de Ayuso y Almeida había de comportarse como un ariete contra el Gobierno central. Esa sería su identidad: la resistencia. De forma muy parecida, en los midterms estadounidenses, la Florida de Ron DeSantis (que suena como próximo candidato republicano a la presidencia) se erigía en nuevo bastión contra la resistencia que ha permitido a los demócratas conservar el Senado. El eslogan que los afines a DeSantis han empezado a hacer circular: Make America Florida. Porque su Florida de presuntas libertades, negacionismo e hiperconsumo neoliberal se parece mucho a nuestra Madrid.
En los círculos de redes sociales de cierta derecha, para criticar al modelo particular del Partido Popular madrileño, se emplean las siglas MyLE: «Madrid y Libertad Económica». Es el modelo en vigor desde Aguirre, llevado a su apogeo con Ayuso, contemplado por algunos —que verían con buenos ojos otro programa, otras políticas, otros discursos— con cierto desprecio, pensando ellos que algo así no funcionaría fuera de la burbuja particular que es Madrid. No es sólo que el Partido Popular se haya creído dueño de Madrid: es que hasta el PSOE ha aceptado tratarlo como tal, incluso en un año de reveses históricos. Resulta imposible olvidar que el PSOE, este mismo 2022, perdió Andalucía, demostrando que también la eternidad de los caciques puede perecer. En los principios de esa renuncia está todo.
Se considera, por vía de esa confrontación entre Madrid y el Estado, que el desprecio o el ataque a Madrid, odiada —con razón: no por la ciudad o comunidad en sí mismas, que no tienen culpa de nada, sino por lo que hacen y han hecho de ellas sus gobernantes— en otros territorios, es rentable allende las fronteras de la CAM, y que adversarios como Ayuso con los cuales confrontar pueden ser incluso provechosos. Hay cierto trauma ligado a historias del pasado —el tamayazo— y a la subalternidad que ocupó el PSOE cuando Ahora Madrid y Carmena llegaron al Ayuntamiento en 2015. O todas las maldiciones que parecen conjurarse contra la izquierda, siempre tan cerca y tan lejos de arrebatar la CAM, sea por unos votos y un umbral, sea por maniobras cuyas cartas venían mal dadas.
Madrid merece una izquierda que no iguale a Madrid con ese MyLE, con la derecha que la ha gobernado, con Ayuso o con Almeida o, directamente, con el Partido Popular; que considere que quedan destellos de esperanza en imágenes como las de la manifestación por la sanidad pública y contra su desmantelamiento, en el enorme tejido social que ha albergado la ciudad, en las movilizaciones cotidianas de sus barrios. Para tener todo esto en cuenta es necesario no ver esa plaza como una pieza a sacrificar… lo cual es, fundamentalmente, lo que anda haciendo un PSOE.
Es incomprensible que el partido mayoritario de la coalición que gobierna España no destine recursos a dar la batalla por su capital. Más aún cuando su última campaña autonómica, con Gabilondo, fue inane, y esa ausencia repercutió en una pérdida de votos —y debilidad del PSOE— que tuvo mucho que ver con la última derrota autonómica; más aún cuando, antes de eso, ya se había realizado la operación Pepu Hernández, finiquitada con otro fracaso. Es imposible que no se aprendiera alguna lección: la única conclusión es que la lección no quiere aprenderse.
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