Opinión
¿Necesita un 15M el 15M?
Por Silvia Nanclares
Me encanta el olor a 15M por la mañana. Este domingo nos desayunábamos con el levantamiento de una acampada en plena Plaça de l'Ajuntament de València. Y ayer lunes también. Un energético aroma a revuelta está cruzando las ciudades del Estado a cuenta del movimiento viviendero. La acampada de València se produjo al terminar la manifestación del pasado sábado, que marchó bajo el expresivo título de Valéncia s’ofega –Valencia se ahoga–, y no por el humo de ninguna falla si no por el petardazo inmobiliario que de un tiempo a esta parte ha sufrido la ciudad con el nefasto avance, como en la Nada de La historia Interminable, de la privatización de la vida, esa niebla que nos está envolviendo poco a poco hasta hasta dejarnos cada vez más inmóviles.
Pero la niebla saca también a la luz un diagnóstico de imposibilidad: la escasez de vivienda asequible se está volviendo una tónica en casi todos los núcleos urbanos del país. La pérdida del derecho a la ciudad, la privatización de cada metro de lo que antaño fue común se extiende sin obstáculo legislativo. Resultado: condiciones de vida incompatibles con la dignidad. Se ahoga Valencia, se ahoga Madrid, se ahoga Barcelona, Palma, Sevilla, Tenerife… Nos ahogamos, nos van a quemar como a ninots dentro de lo que en otro tiempo fueron nuestros reconocibles espacios de vida, íntima y común, casas y plazas. Y nos ciega también la niebla el horizonte, las perspectivas de posibilidades de vida se achican. Surge entonces la necesidad de pararlo todo, de dar un zapatazo que retumbe en las entrañas.
Y quizá el set de tiendas de campaña se nos quede esta vez corto, porque, aunque ante la acción de ocupar la plaza sea imposible no rimar con la movilización de hace ya la friolera de casi quince años, quizá lo que pasa es que toca hacerle un 15M al 15M, valga la expresión y la imagen. ¿Podremos recuperar el aliento de la revuelta en medio de esta espesa niebla después de todo lo que ya hemos cruzado desde 2011? ¿Y si lo que ha resultado más quemado en todo este tiempo es el impulso político? Mañana miércoles ya hay asambleas en muchos puntos del país para preparar la próxima manifestación por la vivienda, la del 23 de noviembre. Se vienen cositas. Y cositas gordas. Aquí se ha tocado hueso y el hueso se revolverá.
Ojalá el 15M del 15M no sea otro 15M. Sea otra cosa. Se empieza con una tienda y se acaba en enero poniendo en marcha una huelga de alquileres: El 1 de enero, impago a tu casero, se leía en otra de las pancartas clarividentes del sábado en València. Un 15M al 15M puede ser doloroso para muchas de las que estuvimos allí, porque el tiempo pasa y los espejos cambian también de bando y el que refractaba ayer hoy refleja. Pero sí, se impone crear nuevos mitos, o buscar otras referencia en otro pasado, por ejemplo, en la huelga de alquileres de 1931, o la ampliación de la reducción de jornada, que no se planteó tampoco en el 15M, aunque muchas de las cooperativistas y trabajadoras de la economía social que han sido pioneras, con muchísimo esfuerzo, en la implantación de las 37,5 horas sí que andaban por allí, si no que es hija directa de la huelga férrea de la Canadenca promovida por la CNT en la Barcelona de 1919. Nos enfrentamos en esta nueva andanada de movilización social con las principales herencias que dejó el franquismo sociológico (y económico) y que las sucesivas legislaturas de la democracia han dejado intactas, o han contribuido a apuntalar. El propietariado y el Spain is different como industria. Por eso el hueso es francamente duro al ser pinchado. por eso involucra tantas capas. Por eso abre un boquete en la niebla, a la nada, e indica el camino, con una bengala, como en su día iluminó el 15M diciendo: ¡Por ahí, por ahí!
Este jueves 24 presenta Sarah Babiker su ensayo La nada fértil. Edades de la ciudad precaria (Continta me tienes) en la librería Mary Read de Madrid. Otro contubernio asambleario donde juntarnos a preguntarnos por cómo seguir viviendo en medio de todo esto. De estas ciudades, de estos disparatados precios, de este cercamiento paulatino. No se me ocurre mejor modo que hacer sintagmas bellos y paradójicos ante esta situación insostenible. ¿Cómo podemos salir de la parálisis a la que nos aboca la sensación de distopía local, nacional e internacional? ¿Cómo humanizarnos en este régimen de la crueldad? Tenemos que blandir el palito bifurcado contra el suelo para encontrar el agua subterránea. No nos queda otra. Y la alegría. El libro de Babiker está dividido en cinco partes (infancia, adolescencia, juventud, edad adulta, vejez), y en cada una de ellas, dedicada a nuestra relación cada etapa vital con la ciudad, hay un apartado consagrado a la casa. No es casual. Como dice Layla Martínez en el epílogo de este libro tan tiernamente incendiario como una tienda de campaña plantada enfrente de un Ayuntamiento: «Puede que la ciudad se presente ahora ante nosotros como un lugar desolador y desesperanzador, como un espacio cada vez más vacío de afectos y posibilidades de vida, pero, como dice Babiker, es también un lugar fértil, el escenario de una tensión de fuerzas que podemos volver a poner a nuestro favor.». Vamos a montar ese escenario donde cruzar las fuerzas a nuestro favor. Como los vientos de una tienda en mitad de la niebla.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.