Opinión
Energía nuclear verde
Por Luis Moreno
Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)
La Comisión Europea ha hecho pública su propuesta para modificar la clasificación de las energías verdes a efectos de los inversores e incluir en ella la energía nuclear y el gas natural. El proyecto de Bruselas propone el reconocimiento de verde a las centrales nucleares que ya están en marcha y a las que se construyan al menos hasta 2045. Las plantas de generación de electricidad con gas también gozarán del mismo reconocimiento al menos hasta 2030.
La iniciativa de la Comisión Europea no determina la decisión final que pueda tomarse al respecto, y abre una discusión de amplias repercusiones para el futuro de la Unión Europea y el mantenimiento de su Modelo Social.
En el corto plazo del proceso político de Europeización se contraponen las visiones de una Francia, largo tiempo nuclearizada para su propio consumo energético, y una Alemania empeñada en el cierre de sus centrales nucleares, ahora con la presencia de Los Verdes en el gobierno de coalición de Olaf Scholz. Destacados miembros de Podemos en el gobierno de coalición en España (Yolanda Díaz y Alberto Garzón) reaccionaron inmediatamente en contra de la propuesta de la Comisión, y poco después el ejecutivo de Pedro Sánchez ha reafirmado una postura unánime que valoraría una categoría ámbar intermedia para la energía nuclear y la producida por el gas, a fin de animar a los flujos de capital hacia la economía descarbonizada prevista en el Pacto Verde Europeo. Prestemos atención a la evidencia científica que rodea a este crucial dilema.
Cuando los humanos nos enfrentamos a un peligro no inminente, la ausencia de preocupación es quizá la prueba más significativa de que somos el resultado de la evolución darwinista. Es frecuente observar cómo rara vez nos esforzamos por solventar situaciones que no suponen un claro e inminente peligro. La capacidad de retrasar la recompensa en la toma de decisiones es un don auténticamente humano y que no existe en el caso de los simios, nuestros ancestros biológicos. Este es un aspecto a tener en cuenta a la hora de valorar que la concentración de CO2 en la atmósfera haya alcanzado 420 ppm (partículas por millón). La mayoría de los ciudadanos no perciben que exista un grave problema.
El cambio climático es la mayor amenaza para la existencia de vida inteligente en la Tierra. Los impactos de la pandemia por la covid-19 y otras pandemias víricas palidecen ante la paulatina e inexorable destrucción de nuestra Gaia.
¿Queremos verdaderamente detener el cambio climático? Ahora se nos muestran dos frentes a confrontar: el aumento de la generación de energía y la electrificación de la flota de vehículos. Como ya he señalado junto a mi colega Raúl Jiménez, cuando se habla de sostener y aumentar la generación de energía, además de la producción de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), vale la pena recordar que ni una sola fuente será suficiente para nuestras necesidades futuras. Si es deseable desplegar tantos paneles solares en nuestros techos y tantos molinos eólicos marinos como sea posible, vale la pena no olvidarse que el espacio físico en la Tierra para hacerlo es finito y, por lo tanto, esta fuente de generación de energía no será suficiente para proporcionar al mundo de sus necesidades energéticas actuales de casi 200 PWh (Peta Watts hora; es decir, un 2 seguido de 17 ceros). Nuestro consumo de energía ha ido aumentando un 2% anualmente. Otra fuente de energía que será crucial y necesaria para lograr un objetivo de cero emisiones -y recordemos que ya llegamos tarde- es la generación de energía nuclear moderna. Moderna significa utilizar reactores nucleares cuyos subproductos radiactivos no duren más de 100 años y no puedan volverse críticos, como en Chernobyl, y utilicen reproductores térmicos, o incluso mejores sales fundidas para garantizar la refrigeración.
Sin entrar en detalles sobre los números, no es difícil calcular que la energía solar y eólica por sí solas no nos ayudarán en la transición a una sociedad de cero emisiones. De hecho, incluso mejor que los reactores basados en torio serían los reactores basados en fusión, como el ITER, que tienen prácticamente cero emisiones y subproductos. Pero a diferencia de la fusión, que todavía está en el futuro, el torio está disponible en este momento y podría sustituir todas las formas de combustibles fósiles. Literalmente, podríamos reducir las emisiones a cero en una década cambiando el uso del carbón, el petróleo y el gas contaminantes por la generación de energía nuclear basada en el torio, junto a la optimización de las renovables. ¿Puede el lector adivinar quién está construyendo la mayoría de las centrales nucleares, incluidas las de torio? Sí, es China... ¿Deberíamos dejar que ellos también tomen la delantera para que en el futuro estemos sujetos a su dictamen cuando compremos su energía como sucede ahora con el petróleo del Medio Oriente?
¿O quizá sería mejor que la Rusia de Putin utilice la venta de gas natural a discreción para domeñar la voluntad política de Alemania y otros países europeos dependientes del gas de Siberia? Siempre debemos atenernos a criterios científicos que eviten la progresiva e imparable destrucción de nuestra Gaia pero, por favor, no antepongamos las posiciones prejuiciadas a la evidencia empírica. Y discutamos, discutamos…
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