Opinión
Los discípulos violadores que aprendieron viendo a Torbe
Por Ana I. Bernal-Triviño
-Actualizado a
En España, se denuncian dos violaciones con penetración cada hora, según el Ministerio de Interior. Si añadimos casos sin penetración, más de dos a la hora. Sumemos las que no denuncian por miedo o vergüenza. O porque no saben qué ha ocurrido, sometidas a una sumisión química para anular su consentimiento.
Ahora, cambiemos la palabra denuncia por agresores. Significa que, cada hora, hay dos presuntos agresores con penetración. Son 48 al día. 336 a la semana. 1300 al mes. Más de 15000 al año. Machistas, entre la sociedad, siendo primos, colegas de trabajo, hermanos, jefes… con reputación y respaldo en muchas ocasiones.
Luego, ellos negarán el delito, dirán que ellas provocaron, que se lo inventan. O dirán “ya sabes que soy un golfo”, como dijo el cura de Vélez-Málaga cuando su novia descubrió que era un depredador sexual. Dijo “golfo” porque “violador” está mal visto en la sociedad, pero lo importante es que su ego crece cuando ejercen el poder de humillar a las mujeres a través del sexo.
Eso, humillar, quisieron hacer hace unos días los jóvenes de Almendralejo haciendo montajes de sus compañeras desnudas, o los canteranos del Real Madrid que difundieron un vídeo sexual sin consentimiento. Porque para ellos es ocio hacer con las mujeres lo que les dé la gana. Y, además, tienen a partidos políticos que les dice que ellos no son agresores porque no son inmigrantes o que las mujeres afectan su presunción de inocencia. Así crecen sintiéndose impunes y libres de culpa.
Lo que une a todos, a los denunciados, a los que no, al cura, a los de Almendralejo, a los del Real Madrid y los más de 15000 al año, ante la normalización de una sociedad más irritada por un “España se rompe” que con que la mitad de su población sea sometida a este chantaje machista, es que todos son discípulos del porno. Por eso también les pone crear imágenes de desnudos, deep fakes, grabarse teniendo sexo para luego mostrar su hazaña…
Se creen que ellos dominan, pero son unos títeres del porno. Este, desde jóvenes, les ha nublado la cabeza, los ha convertido en analfabetos emocionales y afectivos, donde creen que cada polvo es un trofeo masculino. No quieren asumirlo, pero, al final, no saben ni de sexo. Son solo adictos, como a una droga. El porno les da altos niveles de dopamina, un mecanismo básico de recompensa y placer. Como el cerebro se siente bien, quiere repetirla. Ven más porno, y se refuerza la adicción. Solo los valientes van a terapia para ser mejores. El resto, sigue.
Y llega el efecto Coolidge, cuando buscas al subidón de dopamina con otras y no con la misma de siempre. Necesitan una tía nueva, una penetración nueva, más bestia, más agresiva, más violenta, para estimularse más. Y por eso hay que hacer muchos vídeos porno, porque hay que darles siempre su ración de dopamina y para tenerlos enganchados. Por eso tanta demanda.
Todos son discípulos de Torbe, el que durante años fue rey del porno audiovisual. Hace años un periodista en prensa titulaba que Torbe estaba ante la justicia, quizás, por una novia despechada. En cambio, era una víctima de él. Ahora Torbe acepta dos años de prisión y asume delitos de pornografía infantil. Vomitivo.
El porno no va de sexo, va de dinero, de una industria sin derechos. Torbe quizás ni entre en la cárcel. Es el ejemplo de que con una pena no se arregla solo el daño que ha hecho. Quizás a las mujeres valientes que se enfrentaron al Rey Midas del porno bajo amenazas. Pero ese daño va más allá, porque siguen sus discípulos, incluso con nuevas webs porno. Porque Torbe les mostraba en la web vídeos de violaciones grupales, pegar y hacer llorar a mujeres en las penetraciones, enseñar que nos pueden tratar como muñecas hinchables. Aprendieron a erotizar el dolor y la humillación a la mujer. Aprendieron de ahí toda la misoginia.
Son una panda de agresores, de delincuentes. O posibles, o ya presentes o futuros. Y no son solo unos yonkis adictos al porno. Son unos adictos al machismo.
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