Opinión
Las cosas por su nombre
Por María Guijarro
Diputada del PSOE por Bizkaia
Vamos con uno de los temas de la semana. Comencemos por lo básico. Llamemos a las cosas por su nombre. No es gestión subrogada. Es alquilar vientres de mujeres y en España, afortunadamente, está prohibida esta práctica. Y la ley del aborto ha prohibido recientemente la publicidad que hacen las agencias internacionales dedicadas a esto pese a la enorme presión en contra que se generó en el trámite parlamentario y que gracias al Partido Socialista está en vigor.
Y es que desde el Partido Socialista llegamos a la reapertura de este debate en los medios con la cuestión documentada, reflexionada y debatida en profundidad. No tenemos dudas porque somos coherentes con nuestro compromiso feminista: los vientres de alquiler son una forma de violencia machista, una vulneración de los derechos sexuales y reproductivos.
Un parto no se contrata. La gestación de un bebé no se puede subrogar, es imposible. Los cuerpos de las mujeres y sus hijos e hijas no somos mercancía, especialmente los de las más pobres. Las mujeres no estamos ni en venta ni en alquiler.
Porque, además, no existe el derecho a la maternidad o la paternidad. Puede existir el deseo, absolutamente respetable, pero no el derecho absoluto o ilimitado. Los seres humanos no deben mercantilizarse. Ni en esta cuestión ni en otras. Y los bebés y las mujeres que los gestan no pueden ser, en ningún caso, un instrumento al servicio de los deseos de otras personas.
El derecho en el que hay que poner el foco es siempre el del menor. Lo tenemos muy claro: inscribir los cuerpos de las mujeres en el mercado implica deshumanización. Implica atentar contra los derechos humanos de las mujeres. Y cuando se habla de libertad de las mujeres para decidir qué hacemos con nuestro cuerpo no significa que entremos en la lógica mercantil de la oferta y demanda. No todo es susceptible de estar en el mercado. No puede ampararlo todo porque hay límites éticos y jurídicos. La cuestión es que si alguien individualmente desea algo, el mercado tiene que ofrecérselo. Pues no. Las mujeres no estamos ni en venta ni en alquiler. Las mujeres no somos cosas, ni vasijas, somos seres humanos.
Y luego ya vienen otras consideraciones. La trampa en el debate del posible "altruismo", del "supuesto" altruismo, sin ninguna otra consideración ética. O la reapertura mediática del debate con el detonante de la venta de la exclusiva a una revista de la compra de un bebé recién nacido a una mujer famosa de edad avanzada que no hubiera podido adoptar por la diferencia de edad entre la criatura y la compradora. Variable que contrasta con el tratamiento informativo entre este caso o los casos de hombres famosos o como el último caso en España donde las imágenes no son de alfombra roja si no de personas esposadas.
La conclusión de este asunto es clara: no podemos ni queremos regular un sistema machista y clasista que cosifica a mujeres. Solo queremos reforzar nuestra propia legislación para impedir que se compren bebés fuera. Y no cambiamos de posición. No como otros partidos políticos que, una vez más, demuestran que su conciencia feminista es tan volátil como el viento que sopla en algunos medios de comunicación.
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