Opinión
El problema de ser facha
Por David Torres
Escritor
Ser facha nunca ha sido fácil, pero en estos tiempos resulta especialmente duro, ya que a menudo te toca comerte unas contradicciones como ruedas de molino. Por ejemplo, como buen facha, eres cheerleader de Franco, con tus pompones y tus banderitas, pero lo de Hitler da un poco de palo, por lo del Holocausto y tal. Entonces te inventas que Hitler era socialista pata roja, como si Franco hubiese ganado la guerra civil él solo y la Legión Cóndor le hubiese echado una mano a los aviones que Stalin envió en ayuda de la república en lugar de bombardear Guernica. Ser facha supone convivir a diario con estas gilipolleces sin que te estalle la cabeza, más que nada porque en la cabeza de un facha hay sitio para aparcar de sobra.
Este fin de semana los fachas han tenido que echar mano de todas sus tragaderas intelectuales y morales para comerse un marrón del tamaño de Sebastopol y seguir adelante con los faroles. Sucedió cuando el viernes un vehículo atropelló a una multitud en Magdeburgo causando cinco muertos y más de doscientos heridos: el facherío se frotaba las manos al ver que tenían entre las manos otro atentado yihadista que apuntalaba su campaña para expulsar a los musulmanes de Europa. En principio soltaron que el terrorista era de origen sirio y difundieron varios videos de yihadistas aplaudiendo el atentado, cuando en realidad eran grabaciones antiguas de ciudadanos sirios celebrando la caída de Bashar al Assad.
La teoría yihadista cobró aliento al conocerse el nombre del autor del atentado, Taleb al-Abdulmoshen, un médico de origen saudí que emigró a Alemania en 2006, fue reconocido como refugiado diez años después y trabajaba de psicólogo en un correccional de Bernburg. Sin embargo, la teoría empezó a irse a pique cuando se supo que Taleb no sólo era un disidente saudí perseguido por el régimen sino un apóstata del islam absolutamente crítico con su antigua religión, contrario a la islamización de Europa y obsesionado con el desvergonzado apoyo que occidente presta a la dictadura de su país de nacimiento.
Para colmo, Taleb se declaraba simpatizante sionista, defensor del exterminio palestino y admirador de Netanyahu, vamos, que podían nombrarlo lugarteniente de Vox cualquier día de éstos para hacerle compañía a Bertrand Ndongo en su papel de Tío Tom, sólo que con kufiya. Cuando se publicaron los mensajes en los que Taleb repetía las consignas de Elon Musk, de Alex Jones, de la líder del AfD, Alice Weidel, y de otros cabecillas ultraderechistas, los fachas comprendieron aterrados que el asesino era uno de los suyos y que el bumerán islamófobo volvía para pegarles en toda la boca.
El propio Elon Musk, que aún no ha estrenado su sillón en la administración estadounidense, lanzaba un mensaje al gallinero de Twitter donde advertía que sólo el AfD (los neonazis de toda la vida) podía salvar a Alemania. "La izquierda está loca. Necesitamos a la AfD para proteger a la policía de sí misma", había escrito Taleb en su cuenta de Twitter. Una vez más la realidad enmendaba la plana a la paparrucha, un supuesto atentado yihadista tenía todas las etiquetas de la extrema derecha y los fachas corrían como pollos sin cabeza. ¿Qué hacer entonces?
Lo de siempre, es decir, negar la realidad, inventarse unos hechos alternativos con los que darle la vuelta a la verdad y seguir instalados en sus mierdas racistas. ¿Cómo iba a ir contra el islam un musulmán de nacimiento? ¿Cómo iba a haber abjurado del islam y a declararse neonazi un tipo nacido en Arabia Saudí que había matado a cinco personas y herido a otras doscientas y pico a golpe de automóvil? Muy sencillo, se trataba de un yihadista que llevaba fingiendo un personaje durante casi dos décadas, un maestro de la taqiyya, que es el término con que la doctrina islámica permite la simulación para llevar a cabo acciones terroristas.
En el embutido mental que alberga un facha en la cabeza no cabe la posibilidad de que los musulmanes sean nazis, pese a ejemplos históricos tan evidentes como el encuentro entre Hitler y el Gran Muftí de Jerusalén en 1941 o la 13ª División de Montaña SS Handschar, formada exclusivamente por voluntarios musulmanes bosnios y croatas para luchar contra los partisanos de Tito en Yugoslavia. Lo más sencillo es pensar que la Policía alemana y toda la prensa europea está encubriendo un atentado yihadista mediante el procedimiento habitual de Musk, Trump y Abascal: mentir con descaro y esperar que los tontos se lo traguen. Lo mejor es que este birlibirloque ideológico permite suponer, de paso, que Adolf Hitler también era un comunista disfrazado de nazi, otro maestro de la taqiyya a quien se le fue la mano con el teatrillo.
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