Opinión
"¿Han pasao ya?"
Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
"Ya hemos pasao", cantaba con malasombra Celia Gámez en 1939, en un chotis que celebraba la entrada de Francisco Franco en Madrid tras la heroica resistencia de las milicias republicanas, organizadas bajo el lema "No pasarán". Este año se hablará mucho de Franco. Celebramos los 50 años de la muerte del dictador golpista y el Gobierno ha planificado 12 meses de actividades y actos presentados el pasado miércoles por el propio Pedro Sánchez.
Paradojas. Medio siglo después, la democracia vuelve a estar acorralada y amenazada. Aunque la situación y el contexto es muy diferente a los trágicos años 30 del siglo XX, es imposible no hacer un paralelismo histórico. Encontramos rimas, reminiscencias del pasado que regresan a estos (¿felices?) años 20 del XXI.
El próximo 20 de enero Donald Trump tomará posesión, por segunda vez, como presidente de los Estados Unidos. Y ante la proximidad del hito, el magnate ha acelerado las amenazas y ha endurecido la retórica desde que arrancó este incierto 2025. Ha explicitado sus ansias expansionistas marcándose como objetivos Groenlandia (midiendo la poca capacidad de respuesta de la timorata UE), atraer a la Canadá post-Trudeau a la influencia de los Estados Unidos, el control del canal de Panamá o un cambio de nombre del Golfo de México, para polarizar y confrontar con la presidenta izquierdista Claudia Sheinbaum.
Además, el que dirigirá el Departamento de Eficiencia Gubernamental en el próximo gabinete Trump, el multimillonario Elon Musk, promueve una política de injerencia en terceros países a través de su poderosísima red social X. He aquí otro paralelismo con el auge de los totalitarismos del siglo pasado. En aquel momento, a las potencias democráticas europeas les temblaba el pulso para actuar ante los avances del fascismo, bien fuera en la guerra en España o con los distintos territorios que la Alemania nazi fue anexionándose antes del estallido de la II Guerra Mundial. Hoy, la UE no acierta a frenar estas injerencias de Musk, ni a responder con altura a las soflamas de Trump.
Mientras, las ideologías ultraconservadoras avanzan en todo el mundo, también en la UE. Austria se prepara para tener un gobierno presidido por un ultra, como Hungría o Italia. También la extrema derecha participa en las coaliciones gubernamentales de Croacia, Eslovaquia, Finlandia o Países Bajos. En Francia, Marine Le Pen sueña con arrebatarle la presidencia de la República el año que viene a Emmanuel Macron. En febrero, tan solo dentro de unas pocas semanas, los resultados de la AfD (formación con tintes neonazis) en Alemania pueden ser desoladores para quienes creemos en la democracia.
Es evidente que el auge de nuevos fascismos es ya una realidad; lejos queda aquel año 2000 en el que la UE ejercía un bloqueo diplomático y democrático a Austria porque los conservadores pactaban un gobierno con los ultras del Partido de la Libertad. Lo que entonces fue una triste excepción, y como tal fue duramente combatida, hoy es algo rutinario: ultras gobernando.
En esta tesitura, el Gobierno de izquierdas español resiste una brutal ofensiva conservadora a través de los medios y los juzgados. Mientras, las derechas ven en las encuestas que les dan los números para gobernar y, envalentonadas, aumentan la presión política desde todos los flancos posibles sin dudar en incitar el choque entre instituciones (autonomías-Estado; Senado-Congreso; poder judicial-poder ejecutivo...).
En el 50 aniversario de la muerte del dictador Franco, Vox está consolidada como la tercera fuerza política española y sigue subiendo en los sondeos, aprovechándose del clima internacional y del crecimiento de la antipolítica tras sucesos como la DANA. El partido de Santiago Abascal es el preferido entre los jóvenes, lo que indica que tiene futuro y que ha llegado al terreno de la política española para quedarse.
Con este panorama, todo hace presagiar que, como cantaba Celia Gámez, "ya han pasao". Los reaccionarios acumulan cada vez más poder en todo el mundo, es una realidad. Sin embargo, la arquitectura institucional democrática se mantiene. A diferencia de lo ocurrido en los años 30 del pasado año, ahora vemos cómo las ideologías totalitarias llegan al poder acompañadas de un brutal recorte de derechos y libertades, sobre todo para algunos segmentos de población concretos (mujeres, personas LGTBIQ+, migrantes...), pero, al menos hasta ahora, las democracias han resistido estos gobiernos, quedando por lo tanto abierta la disputa democrática y la posibilidad de alternancia en el poder. El propio Trump ya fue expulsado de la Casa Blanca por las urnas en 2020.
La propia democracia está en disputa. Y como en todas las disputas, hay posibilidades de vencer, aunque el momento indique, objetivamente, todo lo contrario. Todavía no han pasao del todo. Y todavía cuelga en las inmediaciones de la Plaza Mayor una sábana en la que se puede leer "No pasarán". Celebremos que la dictadura murió ya hace 50 años.
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