Opinión
Vete tú a saber por qué
Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
-Actualizado a
Creo que G.S. ha muerto ya. Si mis indagaciones no fallan, murió hace seis años. Tenía 66 años y formaba parte de una cofradía. Esto no es una pesquisa, es una intuición: Nadie de su entorno conocía los dolores de su pasado. El 5 de septiembre de 1972 ingresó en un reformatorio madrileño dependiente del Patronato de Protección a la Mujer y, apenas unos días después, fue trasladada al Hospital Psiquiátrico de Mujeres de Ciempozuelos. El centro, fundado en 1876 por San Benito Menni, es el epicentro de La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes.
“Solo precisa entrevista clínica. La aplicación de tests carece de sentido en este caso”, dice un pequeño informe de trece líneas. Tenía 20 años y le gustaba Nino Bravo. A ojos de las religiosas encargadas del centro en el que estaba reclutada, presentaba una “grave anomalía en la esfera instintivo-afectiva de su personalidad”.
Concluyen que G.S. estaba necesitada de estimación y reconocen que para asumir tal “defecto” solo habían necesitado conocer un dato: “A los doce años de edad comenzó a dedicarse a la prostitución para obtener dinero con el que obsequiar sus amiguitas a fin de que éstas la admitieran en su compañía, en sus grupos, en sus juegos, con la valoración y estimación que ella buscaba”. Descartan la “posibilidad de una psicosis”, pero se aventuran con un diagnóstico: “Psicopatía sumamente grave”. Requieren el internamiento en un centro psiquiátrico porque no estaba capacitada para vivir en sociedad. Vete tú a saber por qué.
No solo eso: Aseguran que mantiene relaciones sexuales “indiscriminadas”, que ha robado, que sufre un “evidente componente de debilidad mental”, “una clara tendencia a mentir” y el más grande de los delitos: “Antecedentes de fuerte tendencias homosexuales”. Nada más. Ni una línea más, ni una línea menos. Así, en un pim pam, las responsables del centro del Patronato de Protección a la Mujer en el que estaba tutelada, dependiente del Ministerio de Justicia, se libraron del caso. Era una práctica habitual: lo de librarse de los casos “complicados” y lo de mandar a las lesbianas a centros psiquiátricos.
En el especial sobre el Patronato de Protección a la Mujer, que recientemente ha publicado este diario, Mariona Roca Tort narra su periplo entre centros del Patronato y hospitales psiquiátricos entre 1969 y 1971. Roca, en concreto, estuvo ingresada en el psiquiátrico San Rafael, donde le administraron varias sesiones de electroshock y dosis muy altas de insulina que le provocaron estados de coma. Uno de sus psiquiatras fue el hijo de Antonio Vallejo-Nájera*, familiares de Samantha Vallejo-Nájera, jueza de Masterchef, programa de Televisión Española. Vete tú a saber por qué. Carmen Guillén Lorente, Doctora en Historia, asegura también que la psiquiatría se puso “al servicio del régimen” para “configurar un discurso médico-científico, o pseudocientífico”: “Cualquier patrón anómalo o contrario a este estereotipo [de mujer ideal] no solo era considerado negativo, sino que, en algunos casos, también patológico”. Esto lo siguen denunciando hoy las personas psiquiatrizadas.
Vallejo-Nájera, conocido como "el Mengele español", uno de los principales pilares del franquismo, creía que las mujeres sanas carecen de deseo sexual, que tenemos la inteligencia atrofiada, que nuestra misión en el mundo “no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”. Lo explica mejor la escritora Itziar Ziga: “Sofocar la sexualidad y la presencia social de las mujeres es dividir y controlar al pueblo”.
La psiquiatra Celía García Díaz, autora de la tesis Mujeres, locura y psiquiatría: La sala 20 del Manicomio Provincial de Málaga (1909-1950), descubrió también durante su investigación pequeñas referencias a este intercambio de mujeres entre centros del Patronato y centros psiquiátricos: “He encontrado mujeres que estaban bajo la custodia del Patronato y pasaban al manicomio si eran muy disruptivas en la institución. Mujeres que eran más problemáticas, entre comillas, o alteraban el orden casi marcial del Patronato”. Además, asegura que el “tiempo medio de estancia de las mujeres [en instituciones psiquiátricas] es relativamente corto. Les aplicaban los tratamientos y salían a la calle. Era una reconducción de conducta, una especie de castigo”.
Puede que G.S. siguiera ingresada en algún psiquiátrico o encerrada en algún centro del Patronato cuando murió Nino Bravo. En la documentación no se hace alusión a su puesta en libertad, pero, al parecer, murió en su tierra. Era devota de la Virgen de la Soledad y se dedicó profesionalmente a cuidar de otras. Esto no es una pesquisa, es una intuición: G.S. decidió no contar sus dolores del pasado porque apostó por olvidar, pero hay violencias que no desaparecen hasta que las cuentas; hasta que descubres que no fuiste la única, que no hiciste nada malo, que no era tu culpa.
De su pecho no brotaron muchas flores carmesí.
*Aclaración: En una primera versión de este artículo decía que el psiquiatra que trató a Mariona Roca fue Antonio Vallejo-Nájera. Roca ha aclarado que se trataba de su hijo, que también se ha dedicado a la psiquiatría.
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