Opinión
Todas las batallas de Fayna
Periodista
-Actualizado a
Podría escribir un artículo más hablando del perfil de Carlos Navarro “El Yoyas” pero es tan absurdo pararse a analizar las formas de un maltratador machista como lo es pensar que ya lo veíamos venir. Cualquier maltratador y abusador puede ser un macarra, macarrísima, o puede presumir de una educación elevada, haber estudiado en las mejores universidades, ser abogado, médico, arquitecto, deportista de élite, artista, político o un prestigioso investigador del CSIC. Lo que tienen todos en común es su machismo, y el odio a las mujeres es un sentimiento tan transversal que no existe ningún sector de la sociedad que esté libre de padecerlo. Recordar todas las estupideces que decía Carlos Navarro en los platós de televisión y seguir dándole coba con entrevistas o recogiendo sus declaraciones vía abogado, solo consigue crear cierta simpatía (o empatía) hacia un personaje que no tiene nada de gracioso. Carlos Navarro se enfrenta a cinco años y ocho meses de prisión por un delito de maltrato habitual y cuatro de lesiones cometidos contra su exmujer, Fayna Bethencourt, así como dos delitos de vejaciones y amenazas que fueron presenciados por sus dos hijos menores de edad. Ninguna mujer de este país, y especialmente ninguna mujer maltratada, debería tener que sufrir la violencia mediática que supone ver a un maltratador condenado y fugitivo de la justicia ocupando espacio en los medios con sus gracietas. No queremos saber sus primeras declaraciones ni tampoco las últimas, queremos que cumpla íntegra su condena y que nadie le vuelva a poner un micrófono delante, salvo los jueces.
Resulta mucho más constructivo aprovechar la oportunidad de su captura para hablar de Fayna y de su lucha, porque todas las víctimas de violencia machista tienen una historia detrás que va mucho más allá de un par de iniciales en una crónica de sucesos. Fayna consiguió salir de una relación de casi dos décadas de malos tratos que empezó cuando solamente era una veinteañera. Unos malos tratos que fueron retransmitidos y blanqueados mediáticamente en infinidad de ocasiones y que contaron, como en tantas otras ocasiones, con la complicidad de quienes calificaron la violencia machista de relación tóxica y al maltratador de gamberro, y que llegaron a responsabilizar a la víctima de su suerte, exactamente igual que había pasado años antes con María Jiménez o con Bárbara Rey. Lejos de lo que podría parecer, la posición de las mujeres famosas en relaciones de violencia machista no es nada fácil, ya que normalmente viven atrapadas en una red laboral y personal que protege y venera a sus verdugos. Ya va siendo hora de asumir responsabilidades y de desterrar de una vez por todas el lenguaje misógino y el peligroso romanticismo que contamina a todos los medios de comunicación, y no solo a la prensa del corazón. Y para eso, hacen falta códigos deontológicos que incluyan la perspectiva feminista y periodistas que la apliquen sin dejarse tentar por el clickbait de la réplica machista.
Fayna Bethencourt consiguió dejar la relación definitivamente en el año 2017 y denunció a su torturador unos años después, porque era consciente del peligro que corrían sus hijos hasta que a este señor le fue retirada la patria potestad. Por eso, el mérito de Fayna es doble. Primero, por atreverse a iniciar un proceso judicial sabiendo cómo sabemos todas que la Justicia no siempre es justa ni mucho menos rápida y, segundo, por armarse de valor para contar públicamente el calvario que estaba viviendo desde que su torturador se diese a la fuga, exponiéndose una vez más a la ponzoña mediática que tanto daño le había hecho. Tal y cómo declaró su abogada Naira Suárez “tener una sentencia condenatoria y saber que tu agresor está prófugo de la justicia, es como una condena para ella. Es como si la hubiesen condenado a ella por haber contado lo que había vivido.” No tengo ninguna duda de que, si Fayna no hubiese dado la cara durante todos estos meses, probablemente Carlos Navarro hoy seguiría huido, con la posibilidad real de zafarse de su condena tras la prescripción, como tantos otros maltratadores de mujeres que quebrantan órdenes de alejamiento con sorpresiva facilidad, o que no se presentan a sus citaciones con la Justicia. No hay datos oficiales sobre la cantidad de maltratadores condenados que están ahora mismo fugitivos en España, pero no recuerdo ni una sola campaña mediática sobre los prófugos más buscados de este país en donde las fotos de los delincuentes correspondiesen a verdugos de mujeres y sus hijos.
Carlos Navarro se escapó porque tuvo oportunidad de escaparse: no hubo prisión provisional y tampoco se le puso una pulsera de control telemático antes de su ingreso en la cárcel que estaba previsto para noviembre del año 2022. Y de pulseras telemáticas también en importante hablar, ya que a falta de más vigilancia policial, se han convertido en una herramienta que salva muchas vidas, tal y cómo recordó la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Ángeles Carmona en el congreso hace más de un año, en donde insistió en que “no se ha lamentado ningún asesinato de una mujer con una pulsera impuesta”.
Y cuando Carlos Navarro se fugó pudo vivir más de un año y medio protegido por su entorno y a pocos kilómetros de su residencia familiar, fue entrevistado por un conocido medio de comunicación y tuvo la oportunidad de erigirse víctima de su exmujer dando alas y argumentos a otros muchos maltratadores que llevan el victimismo por bandera. Si algo queda claro es que a lo largo de más de dos décadas Carlos Navarro contó con muchísimos cómplices, tanto dentro como fuera de los medios de comunicación, y eso es algo que también tienen en común todos los machistas reincidentes de puño rápido y escondite infantil: siempre hay alguien dispuesto a cuidarlos en su inmensa y lamentable cobardía. Por eso, espero que esta vez no haya impunidad para quienes encubrieron a un delincuente que lleva demasiados años burlándose de todas nosotras.
Si hay algo nos empodera a las mujeres es que la Justicia nos escuche y nos proteja, porque poder vivir sin miedo a que un tipo nos haga daño es la auténtica y principal libertad que nos es negada a las mujeres desde que nacemos. De momento, esta batalla la ha ganado Fayna y con ella, todas las víctimas de violencia machista.
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