Opinión
¿Seremos felices?
Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
El Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS, acaba de revelar que más del 80% de los españoles nos consideramos felices. ¡Boom!
Después de la bomba que supone este dato, que vuela por los aires la autoimagen de país polarizado, crispado e insatisfecho que transmite a diario nuestra actualidad política y mediática, me he decidido a pensar un poco sobre la felicidad.
¿Se puede ser feliz así, a cascoporro? ¿Si te pilla Tezanos para la encuesta, habrías afirmado sí, lo soy o solo en parte, como dijo un 8%?
Yo me considero feliz pero no lo soy todo el tiempo, ni todas las cosas me salen como me habrían gustado, ni vivo libre de insatisfacciones profundas que roban el sentido de mi felicidad a ratos, ni soy inmune a las dudas y a los arrepentimientos sobre los caminos tomados, ni tantos otros nis que probablemente me convierten en carne pura de 8%.
Eso sí, estoy muy lejos del 11% de españoles que se considera infeliz sin paliativos. Les imagino como a esos a los que la vida maltrata en todos los sentidos y a los que, como soy de izquierdas, creo que el Estado, que no deja de ser la suma de todos nosotros, tiene que hacer algo por rescatarlos por justicia social, por humanidad y por egoísmo –claro–. Al fin y al cabo, es lo que necesitamos la mayoría según la encuesta. Nuestra felicidad depende de la de nuestros cercanos. El 83% de los encuestados está de acuerdo con que "solo se puede ser feliz si también lo son las personas que te rodean". Si ser patriota tiene algún sentido debería ser ese, ¿no?. Y lo mismo se aplica a ser humano. El 13% de españoles no está de acuerdo con esta afirmación. Uno de cada ocho. Pobres. Deben sentirse muy solos.
En lo que también hay bastante quorum nacional es en que la mejora de la salud propia o de cercanos, 22%, y de la situación económica de los mismos, otro 22%, son la clave para ser más felices. Consideramos manantiales de felicidad, a partes iguales, a la salud y al dinero.
Los mayores de 74 y los que tienen entre 25 y 34 años son los únicos que creen –más de la mitad– que para que su felicidad prospere tendrían que mejorar sus relaciones personales, sociales, familiares y afectivas antes que otras variables como la de salud o el dinero. A los más mayores y a los mediojóvenes, lo que más les falta es buena compañía.
Nuestros jóvenes, de 18 a 24 años, son los que se dicen más felices, el 86%.
Los mayores de 74, los que menos, el 71%.
Aunque, como queda clarísimo, los que se dicen felices son mayoría aplastante en todas las franjas de edad. Los hombres un poquito más que las mujeres: ellos 82%, nosotras 79%.
Algo más del 7% de los españoles dice que el factor determinante para que su felicidad creciera sería un cambio en la política nacional. A mí me parece que la situación política votada por la mayoría me da un plus de felicidad ambiental del que no era muy consciente: me gusta este país y sus gentes. Me reconozco en la decisión colectiva.
Nueve de cada 10, más del 90% cree en "lograr la plena igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida". El 7,5% se declara en contra. El 14%, el doble, entre los que tienen entre 18 y 24 años. La misoginia se duplica entre los jóvenes.
Pero más allá de lo que esta encuesta cuenta sobre este país, más allá de que solo han sido cerca de 3.000 encuestados, más allá de Tezanos y su cocina, más allá de que este estudio también dice que casi el 40% cree que las ideologías políticas cada vez influyen menos en nuestra forma de pensar y que el 15% cree que la democracia no es el sistema preferible en todos los casos –y entre los jóvenes lo creen más– más allá de todo eso y lo que implica, está mirarse y preguntarse cuál es tu respuesta a la gran pregunta: ¿Eres feliz? ¿Cuántas veces al día podrías contestarla sin dudar? ¿Qué estás haciendo o qué pasa cuando la felicidad te toca? ¿Qué estás haciendo para que eso te pase más? ¿Cuánta alegría hay en tu existencia? ¿Cuánta más puedes lograr? ¿A que llamas felicidad y cuánto hace que no te la mides, que no te la miras, que no te la tocas?
He llegado a la conclusión de que hay fast felicidad, la que te da consumir cosas que no te cambian la vida; hay felicidad corporal, la que te da comer bien, dormir lo tuyo, hacer deporte, el sexo, un baño en el mar; hay felicidad social, la que te dan o quitan los tuyos y ajenos y hay felicidad personal, –la más importante, quizá– esa que solo podemos darnos nosotros mismos cuando ponemos de acuerdo lo que pensamos con lo que hacemos, cuando reconocemos lo que sentimos, cuando descubrimos algo nuevo que lo hace todo tan igual como distinto, cuando abrazamos y queremos sin paliativos, cuando conseguimos darnos cuenta de la maravilla que es tener salud, tener lo necesario, tener con quién compartirlo y lo frágil y valioso que es todo eso.
Hoy seguía dándole vueltas cuando me levanté del ordenador corriendo, sin tener un final, porque me cerraban el supermercado. Allí estaba de vuelta Ángel, mi carnicero preferido. Ha estado desaparecido unos meses. Le operaron a corazón abierto, a vida o muerte. Se vio más muerto que vivo. El sistema le curó, el sistema le guardó su puesto de trabajo, el sistema nos gusta tanto a los dos… Me lo contaba tan contento, tan feliz, que me lo ha contagiado.
Casi el 70% de los españoles le ponen un notable o más a su vida y nuestro sistema, el denostado sistema, tiene mucho que ver con eso. A los que andamos dándole demasiadas vueltas a todo, como los rusos del XIX, pensando mucho y haciendo poco, a veces se nos olvida. Bueno, no quiero hablar por otros, solo reconoceré que esta columna me ha hecho más feliz de lo que me creía.
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