Opinión
Romance de Enrique Arnaldo
Por David Torres
Escritor
El Romance del conde Arnaldos, tal vez el más bello de la literatura española, es un completo misterio. No se sabe ni su autor, ni su tema, y por muchas veces que se lea, tampoco se entiende muy bien lo que está pasando en esos octosílabos. Básicamente relata el encuentro que tiene lugar la mañana de San Juan, cuando el conde Arnaldo sale a cazar con su halcón y ve venir un navío que parece sacado de un sueño, con velas de seda, jarcias de oro, anclas de plata, mientras el marinero al timón va cantando una canción tan hermosa que calma el viento, hace amainar las olas y atrae a los peces y las aves. El conde Arnaldo se acerca a la costa y le pide al marinero que le diga la canción y entonces el marinero responde: “Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”.
De inmediato recordé estos célebres versos al leer el follón que se ha armado en torno a una de las candidaturas propuestas por el PP para ocupar una de las vacantes en el Tribunal Constitucional, Enrique Arnaldo, un jurista que comparte con el conde del anónimo romance casi el apellido al completo. A menudo la vida imita al arte, por lejanas que se encuentren la Edad Media y la actualidad, y por remota que sea la distancia entre el lenguaje poético y el jurídico. Puede que se trate de una simple sugestión provocada por la rima asonante, pero de repente la Comisión de Nombramientos en el Congreso de los Diputados adquirió todo el aspecto de un torneo medieval, un lance de honor de ésos donde los nobles tenían que demostrar su valía mediante juramentos inverosímiles.
De hecho, se trata de creer a sordas y a ciegas en la palabra de Enrique Arnaldo, que asegura que él no tiene vinculación política alguna con ningún partido, que es una persona independiente y que sus relaciones con la fundación FAES son puramente circunstanciales. Sin embargo, la realidad es que el nombre de Arnaldo aparece una y otra vez en algunas de las mayores mandangas del PP, desde su imputación en el caso Palma Arena -que fue finalmente archivado a pesar de sus ramificaciones con los trapicheos de Urdangarín y la financiación ilegal del PP- hasta sus transacciones con el testaferro de Zaplana, pasando por los pinchazos telefónicos de la Operación Lezo, donde se le oye decir claramente a Ignacio González en relación al nombramiento de un fiscal: “Estoy moviéndome para que el nuevo que sustituya a esta señora sea bueno”.
A todo esto hay que sumar el currículum ficticio que Arnaldo ha enviado a la Comisión, donde consta que abandonó su empresa en 2017 aunque en realidad seguía contratando dos años después. Arnaldo dice que él no tiene amigos en la política y no hay por qué dudar de su palabra: es mejor confiar en los hechos. En la política, ya se sabe, no hay amigos que valgan, sino únicamente socios, aliados, compinches, porque tarde o temprano sale una grabación y el amigo te clava un cuchillo por la espalda. En el PP, además, siguen a rajatabla la consigna de El padrino: “No es nada personal, sólo negocios”. No me hagan mucho caso, pero las declaraciones de los candidatos en la Comisión de Nombramientos darían mucho más juego en verso, octosílabos, a ser posible con rima asonante: “Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”.
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