Opinión
La Q marca el lugar
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Un chiste recurrente de las películas de Indiana Jones, especialmente en su tercera parte, La última cruzada, es que por mucho que el “profesor Jones” insista en que la X no marca el lugar, en sus aventuras no deja de encontrar señales que le indican por dónde tiene que ir para encontrar el Arca de la Alianza, las piedras de Ankara, a Nurashi, o directamente el Santo Grial (entre otras muchas cosas). En la tercera parte de las aventuras del doctor, la “pista” es directamente una X enorme en el suelo de una biblioteca en Venecia.
Decían Deleuze y Guattari aquello de “No hay mapa del tesoro, el mapa es el tesoro” y si hay un momento en que esta frase cobra todo su sentido es precisamente hoy, con las coordenadas cambiando, con el auge de la extrema derecha en todo el planeta.
Tener mapa, saber a dónde apunta la estrella polar (es decir, no perder el norte) es más importante que nunca. No olvidemos que, para funcionar, el elemento más importante de una brújula es un imán. Sin ese peso magnético que atrae y orienta, no hay vector de orientación posible. Así que es posible que sí necesitemos algunas X que marquen algunos mapas y señalen algunos tesoros.
Sólo que es posible que la letra que estamos buscando no sea la X, sino la Q.
Q es el título de una novela escrita por la identidad colectiva Luther Blissett en 1999 como culminación del Luther Blissett Project, una iniciativa en torno a la producción de mitos, la guerrilla de la comunicación y el sabotaje cultural. Q es una novela sobre las revueltas campesinas, Tomas Muntzer, los anabaptistas y, por ciertas rimas del momento que quizás hoy se pierden un poco, también parecía ser también un reflejo del movimiento antiglobalización que surgía a la vez que su publicación.
Sus escritores formaron después otra identidad colectiva llamada Wu Ming, pero en algún momento del primer (ay) mandato de Donald Trump un supuesto funcionario de la “cloaca de Whashington” empezó a publicar mensajes en foros conspiranoicos firmando como Q. ¿Se trataba de una nueva broma cultural de Luther Blissett? ¿Era la Q de Qanon un dispositivo de sabotaje cultural que se había ido de las manos? En absoluto.
El 20 de septiembre de 2018, Wu Ming 1 dio una conferencia sobre este asunto que podéis encontrar en el canal de YouTube de Wu Ming explicando el suceso y lo que definió como “el estilo paranoico”. Una radiografía fabulosa a incisiva sobre cómo estaba funcionando la conspiranoia a nivel planetario. El estilo paranoico tiene características bien definidas que lo separa del terreno de la conspiración (que es mesurable, analizable y tiene principio y fin) y lo acerca al de la fantasía perpetua (cuyos contornos nunca están claros, en la que lo emocional sustituye lo mesurable y la conspiración nunca parece terminarse, sino que tiene más y más capas y más profundidad)
El estilo paranoico es uno de los elementos que hoy definen la contemporaneidad. Una forma de reacción a la complejidad del mundo en clave esencialista y retrógrada, que supuestamente busca señalar los fofos contornos del mal, al que responde siempre con una imagen ideal que busca recomponer un orden perdido.
Pensé en ello hace una semana cuando el PSOE aprobó en su último congreso quitar Q de LGTBIQ+ de su ideario y leí a alguna de las impulsoras de la iniciativa decir que estaban enderezando algo que se había roto. Enderezar es una elección sin duda importante cuando se está hablando de lesbianas, gays y transexuales.
Aquí la Q, sin embargo, no es la de QAnon, sino la de Queer. La Q de Queer define otra forma de estar en el presente. Una forma de identidades abiertas, inclusiva y, por tanto, no paranoica y cero esencialista.
La Q de Queer es la Q opuesta a la Q de QAnon, es la Q de las maricas, les trans, las bolleras, les intersexuales, las y los bisexuales... Pero también la Q que puede albergar a todos los tíos y las tías CIS heterosexuales, que no caben en la norma estrecha con la que el patriarcado les señala función y forma. La norma que dicta quién debemos ser cada día.
Una de las características que han permitido que durante una buena cantidad de años el PSOE fuera el gran partido hegemónico de la sociedad española es que, por encima de todas las cosas, era contemporáneo. No se puede disputar el presente desde un lugar que no sea el de la contemporaneidad. Por eso, con esta decisión, lo que hace no es negar la Q. Lo que hace es entregarse por completo a la única otra Q contemporánea, la del estilo paranoico. La que marca el norte en el sitio dónde ya están Trump, Abascal y Milei.
Y por eso, también, cualquier otro norte de cualquier otro mapa debe pasar por la Q que representa la libertad, la desobediencia y la diversidad. La Q que hace el mundo más ancho.
De eso va la palea del presente. Esa es la X. Ahí apunta la brújula.
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