Opinión
Quien pueda hacer, que haga
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Actualizado a
“Quién pueda hacer, qué haga”, esa fue la consigna de Aznar al inicio de esta legislatura. El pequeño Napoleón lanzaba así un mensaje de largo alcance para definir la legislatura y esa es la sinfonía que toca estas semanas el partido popular.
José Miguel Tellado, portavoz de la formación en el congreso, dijo ayer lo siguiente: “Nuestra obligación es acabar con este gobierno y lo vamos a hacer con todos los medios a nuestro alcance”. Desde luego, van de cara. La frase tiene cierta miga, porque define a la perfección cual es la idea de la democracia que manejan estas personas. Que la función de la oposición no es acabar con el gobierno entiendo que es un básico para empezar a entendernos. La función de la oposición es vigilar y controlar al gobierno, pero no acabar con él. Lo de utilizar todos los medios disponibles, pues tiene también el típico toque llenapistas de una derecha en estado de ebullición permanente.
Esta semana empezó con el caso Koldo y con la denuncia que presentaron por una supuesta financiación ilegal del PSOE y ha terminado con la imputación del Fiscal General del Estado. Una imputación que plantea la pregunta siguiente: ¿De que forma debe actuar una institución del estado ante los bulos? ¿Cómo se defiende de la mentira si no puede hacer circular la verdad? A todo esto y ya que estamos… ¿A nadie le preocupa que el jefe de Gabinete de la Presidenta de la Comunidad de Madrid anunciara la imputación días antes de que se produjera? ¿Es ese el normal funcionamiento de las instituciones?
Hace unos años me denunciaron por unos tuits. El caso duró dos años y se abrió y archivó varias veces hasta llegar a la audiencia nacional, dónde fui absuelto. En todo ese proceso ni una sola vez mis abogados (o para el caso, yo mismo) se enteraron de los pasos por los que iba pasando el proceso antes que los medios de comunicación. Ni una sola vez. Si el caso se archivaba, yo me enteraba por la prensa. Si se reabría, me enteraba también por la prensa. Todas y cada una de las veces durante dos años. ¿De verdad ahora nos tenemos que creer que el problema es que el Fiscal General del Estado difundió o mando difundir unos mails?
Cualquier aficionado al true crime producido en España se ha vuelto un experto en judicialización doméstica y ha comprobado con cierta naturalidad como no hay caso español que no haya tenido su pequeña parte en la que el juez instructor tiene una relación particular con los medios de comunicación. Cuando no es el juez instructor es la acusación, cuando no es el fiscal y cuando no la defensa.
Como diría Doyle Lonnegan, el mafioso de “El Golpe” cuando descubre que Paul Newman está trucando una partida de poker: “¿De qué voy a acusarle, de hacer trampas mejor que yo?”
No. No existe un español o una española que crea hoy en la justicia lo suficiente como para creer más en su imparcialidad que en las inmortales palabras de Aznar: “Quién pueda hacer que haga”.
Precisamente, el proceso de degradación de las instituciones pasa por convertir toda institución en una representación de una lucha de contrarios políticos. Los jueces ya no son jueces. Son tus jueces, o lo míos. Esa degradación protege la impunidad de la corrupción. Los casos ya no son casos, son tus casos, o para el caso los suyos. Sobre todo ello ha hecho una carrera política Isabel Díaz Ayuso, que sabe que lo único importante es que te crean los tuyos. No hace falta más.
La denuncia al PSOE por financiación ilegal(a partir de notas de medios dedicados de forma intensa al bulo y la propaganda) nos recuerda también que el problema fundamental de este momento es un PSOE que creía que iba a estar libre y lejos de las maniobras que se desplegaron con intensidad feroz contra Podemos y el independentismo en los últimos años. Como si el viejo pacto entre caballeros llamado bipartidismo y Cultura de la Transición siguiera en vigor y esas tácticas no les fueran a llegar a ellos. Lo cierto es que todo aquello se acabo. Por eso no tiene sentido seguir
hablando de regeneración democrática como si estuviéramos jugando a un juego cuyas reglas respetan todos los jugadores. Jugamos a otro. Uno amañado dónde sólo opera la fuerza de los contrarios. Por eso el objetivo debe ser democratizar la justicia. Sin democratizar el acceso a la carrera judicial no hay posibilidad ninguna de salir de esta partida de poker con las cartas marcadas.
Una partida cuyo elemento más importante es que proporcione novedades todas las semanas (o mejor, todos los días) Una partida que se presenta ante nosotros como una serie que se alarga y se alarga a la espera de nuevas tramas que puedan insuflarle vida, y que tiene su mayor desafío en seguir contando con nuestro interés. Un interés decreciente que ya no termina de recordar si el caso Begoña sigue activo o en realidad no.
Mientras tanto, esta semana condenaban a Zaplana a diez años de cárcel. Porque cuando el PP decide poner la corrupción en el centro, empieza por su propia casa, que es la que más conoce.
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