Opinión
Prospecciones de petróleo: matar con ultrasonidos
Por David Bollero
Periodista
El Gobierno canario anunciaba ayer su intención de promover una consulta popular sobre las prospecciones petrolíferas autorizadas en aguas próximas a Fuerteventura y Lanzarote. No son los únicos sondeos previstos (y autorizados), puesto que este mismo año arrancarán otros en el Mediterráneo, desde el golfo de León al de Valencia, incluyendo todo el archipiélago balear. Una de las mayores oposiciones a este tipo explotaciones petrolíferas vienen por el peligro de vertidos al mar, teniendo aún muy presente la catástrofe ecológica del BP en el golfo de México en 2010. Sin embargo, no es necesario ni siquiera iniciar las perforaciones: desde el mismo momento que arrancan las prospecciones, los daños en la biosfera pueden ser irreparables (en la imagen superior, el navío sonda Stena Drillmax de Repsol). Una de las primeras fases en los procesos de prospección de hidrocarburos es la protagonizada por los sondeos acústicos para la adquisición sísmica. Esta técnica ayuda a determinar la situación y extensión de los yacimientos. Para ello, se procede a realizar detonaciones submarinas que, gracias a las ondas de resonancia que generan, permiten averiguar la composición de la roca bajo el mar.
En el caso mediterráneo, informaciones recientes aseguran que la empresa Cairn Energy (a través de la filial Capricorn Spain Limited), encargada de realizar las prospecciones en la zona, prevé fijar la distancia de los 11,1 kilómetros iniciales del parque natural de las Islas Columbretes a unos 25,3 kilómetros. Con esta modificación de los planes originales, los responsables niegan cualquier impacto en la reserva natural.
Sin embargo, los 75 días programados de prospecciones, con emisiones acústicas de hasta 265 decibelios (dB) cada diez segundos sí tendrán efectos en la biosfera. A fin de cuentas, los sonidos en el agua se propagan con mucha mayor rapidez y menor pérdida de energía que en el aire. Si en la atmósfera la velocidad de propagación es de 340 metros por segundo, las ondas sonoras y ultrasonoras en el mar pueden alcanzar hasta los 1.600 metros por segundo.
Especies como la gamba roja, el rorcual común o diversos bancos de pesca (sardina, boquerón, merluza...) se verán afectados por estas prospecciones (no sólo con el perjuicio en el ecosistema sino, además, sobre la flota pesquera). Y es que las detonaciones empleadas superan en más de 45% lo establecido por la comunidad científica como nivel de intensidad sonora a partir del cual se pueden producir daños fisiológicos irreversibles en cetáceos. Los cálculos científicos demuestran que, incluso, con intensidades menores a 180 dB se producen la muerte de animales o su desorientación quedando varados. Tanto es así, que el Instituto de Sanidad Animal (ISA) de la Universidad de Las Palmas ya determinó hace unos años que uno de cada tres cetáceos varados en las islas Canarias muere por causas vinculadas al hombre.
Los daños provocados por estos sondeos no sólo quedan ahí. Hace apenas unos meses, un equipo de investigadores liderados por la doctora Natacha Aguilar, de la Universidad de La Laguna, advertía de los perjuicios que produce el ruido de las prospecciones sísmicas. En concreto, el estudio publicado en la prestigiosa Scientific Reports (Nature) determinaba cómo este tipo de sondeos retrasa el desarrollo de las larvas de vieira y, por extensión de invertebrados de su misma naturaleza. No sólo es, el impacto de estos sonidos puede llegar a producir malformaciones en estas larvas marinas.
Este estudio, en realidad, amplía el número de especies afectadas por esta práctica de las petroleras, pues a los ya conocidos en los mamíferos marinos, se suman ahora otras más pequeñas. Sólo en la costa del archipiélago balear estaríamos hablando de 1.657 especies marinas según el Proyecto Atlas de Biodiversidad Marina del Mar Balear.
Ni siquiera tecnología tan puntera como el Proyecto Caleidoscopio de Repsol –en caso de que lo empleara en sus prospecciones de Canarias- podría evitar estas terribles consecuencias para la biosfera. Y es que, aunque detrás se encuentre una amalgama de algoritmos y supercomputación apoyados en el Marenostrum de Barcelona, la base de las simulaciones siguen siendo los ultrasonidos para poder tomar las referencias del cálculo.
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