Opinión
Populismo fiscal vs. 'riquismo' fiscal
Por Marta Nebot
Periodista
Parece que, últimamente, la contradicción principal de la política española se juega entre el populismo fiscal y el riquismo fiscal. Y sí: los términos dan risa; pero si los piensas un poco se te queda congelada. Hay un partido que se dedica a decir que repartirá mejor el dinero del Estado y hay otro que se dedica, sin decirlo, a evitar que los ricos entreguen al Estado lo que deben. No es lo mismo aunque muchos se empeñen en llamarlo de la misma manera.
Y es que hablar de populismo fiscal está de moda. Esta semana la vicepresidenta María Jesús Montero se lo devolvió al PP en el Senado, después de llevar encajándolo medio verano en los digitales de derechas.
El reciente discurso de Pedro Sánchez con el que ha empezado el curso político ha sido tachado de “populismo fiscal”, de ser “marcadamente ideológico”. A mí me pareció política en serio más matemáticas y analizarlo sirve para distinguir populismos.
1–Política en serio
Pedro Sánchez ha llegado a un acuerdo de investidura con Catalunya, que se tiene que materializar –con lo que eso implica–, sobre su financiación a cambio de recuperar la Generalitat para los no independentistas. El hito lo vale porque, además, su política de acuerdos frente a la anterior de los palos ha demostrado dar buenos resultados para frenar la crisis territorial más brutal que hemos vivido. En Catalunya ya no son mayoría los que quieren irse de España. Lo eran desde 1984. Por lo tanto, Catalunya está más española y, por consiguiente, el resto también lo está.
Dicho esto, el presidente ha visto cómo hacer del precio político que tiene esta victoria una oportunidad. A partir de ese primer acuerdo pretende llegar al acuerdo al que no se ha llegado en quince años para reformar el caducado sistema de financiación autonómico que lleva tres lustros lastrando la desigualdad entre españoles, infra financiando a algunas comunidades autónomas: Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia y Castilla-La Mancha. Si tener menos recursos por habitante que el resto para dar los mismos servicios públicos no es pura injusticia, no es romper España e incumplir con la igualdad de los españoles que la Constitución marca, entonces es que no se asume la realidad y que la política depende mucho de las matemáticas.
Sí, ha prometido más dinero para todas las comunidades y eso suena telepredicador. Es más, ha prometido duplicar el Fondo de Compensación Interterritorial de donde ese dinero sale. Y para hacer posible el acuerdo propone sentarse con cada presidente autonómico de uno en uno, porque si se juntan los once del PP seguro que no lo hay, como llevan meses anunciando.
Podemos llamarle listillo, loco o lo que sea pero el presidente se propone persuadir a cada presidente autonómico de hacer política. Es decir: de mejorar los servicios públicos de aquellos sobre los que gobiernan, de aquellos a quienes pronto volverán a pedir el voto unos y otros.
Sí, se puede quedar todo en un intento, pero no se puede negar que intentarlo es mejor que no hacerlo.
2–Matemáticas
Para subrayar que el debate de la financiación no debería ser entre territorios sino entre modelos, el presidente sacó la calculadora y redondeó la jugada haciendo números muy concretos.
Resulta que el Gobierno de España aporta a las comunidades autónomas más dinero que nunca. En los seis años que pasaron desde 2018, 100.000 millones a la de Madrid, un 21% más que con Mariano Rajoy en el mismo lapso, por ejemplo. De esa cantidad 30.000 millones se fueron en regalos fiscales para ricos: tres de cada diez euros.
Es verdad que Madrid ha eliminado la mayoría de los impuestos autonómicos para todos los madrileños. Lo que pasa es que las clases medias y obreras se ahorran un puñado de euros, siete de media al año, y la clase rica miles, haciendo más daño a la caja. Algunos llaman populismo fiscal a hacer creer a las clases con menos recursos que son tratadas como la otra, que les compensa ahorrarse calderilla a cambio de empeorar los servicios públicos que les cuidan y que no podrían disfrutar por cuenta propia. Madrid está a la cola en gasto por habitante en educación y sanidad a pesar de ser de las más ricas, y en las últimas elecciones su Gobierno sacó mayoría absoluta. Si lo suyo es populismo, desde luego es un populismo que funciona.
Además, Madrid solo volvió a cobrar el impuesto de patrimonio a las grandes fortunas que tenía bonificado, después de que el Gobierno creara en 2023 el impuesto a la riqueza para hacer tributar a los millonarios que no lo pagaban. En Madrid vive el 60% de los superricos de este país, con patrimonios de más de 30 millones de euros, que cada vez son más y pagan menos impuestos.
La UE y la OCDE han criticado este dumping fiscal de Madrid que hace tiempo que ya no se lleva, aunque lo copiara Andalucía. No parece muy español ni muy europeo ni muy moderno atraer la riqueza a tu territorio sin importarte el resto.
Sin embargo Ayuso, la presidenta madrileña, reaccionó al discurso del presidente pidiendo a los presidentes autonómicos populares que no acudan de uno en uno a la Moncloa porque "no podemos hablar de terruños. Quieren comprar nuestro futuro juntos y esto no va de dinero, va de España". Sus compañeros se debieron fumar un puro con sus palabras y se agarraron a sus hechos. Seis ya han confirmado que acudirán a la cita.
Así que sí, por supuesto que los políticos buscan su propio provecho y todo lo que hacen es fruto de las coyunturas políticas. Nadie puede negar que, si la negociación en Catalunya no hubiera sido necesaria, el Gobierno no habría intentado un acuerdo tan endiablado que incluye a 17 comunidades autónomas con necesidades distintas.
Pero la pregunta importante es: la decisión del Gobierno de intentarlo, ¿es o no una oportunidad para resolver un problema enquistado, para terminar con unas desigualdades económicas que llevan décadas lastrando la igualdad real entre españoles?
Y ya puestos a responder algo: el riquismo fiscal destruye viejas ilusiones. Por él, cualquier idea de igualdad se reemplaza con un clásico: los ricos con los ricos, los pobres con los pobres.
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