Opinión
Paul Watson o la defensa de las ballenas
Por Juantxo López De Uralde
Activista ecologista y fundador y coordinador federal de Alianza Verde
-Actualizado a
En unos días el gobierno de Dinamarca tiene que decidir si concede la extradición de Paul Watson a Japón, o si por el contrario decide dejarlo en libertad. La situación para Paul Watson será extrema si es finalmente extraditado, porque Japón es un país enormemente represivo que lleva años calificando a los ecologistas como terroristas. La fiscalía pide 15 años de cárcel por sus acciones en contra de la caza de ballenas. Así que, si finalmente Paul Watson es extraditado a Japón es probable que nunca salga vivo de ese país.
El origen de esta historia - que salta de nuevo a la actualidad con la detención del capitán Paul Watson en Groenlandia el pasado 21 de julio - hay que buscarlo en 1986. En aquel año la Comisión Ballenera Internacional (CBI) acordó establecer una moratoria sobre la caza de ballenas ante el estado agónico de muchas poblaciones de cetáceos. Desde entonces Japón ha ignorado esa moratoria y ha continuado cazando ballenas, saltándose la legalidad internacional.
En cada reunión anual de la CBI, Japón ha propuesto levantar la moratoria. Pero a pesar del apoyo de países como Noruega o Islandia, y de la compra de apoyos de otros países menores, nunca ha conseguido ganar la votación. Para saltarse la moratoria se inventó la “caza científica”, un eufemismo para justificar su cacería anual de ballenas en la Antártida. La realidad es que la carne de esas ballenas cazadas bajo el eufemismo de la caza científica terminaba en restaurantes de lujo japoneses. Nunca hubo caza científica.
Así que el primer dato a tener en cuenta para valorar la persecución a Paul Watson es que se trata de una tremenda injusticia, ya que quien está incumpliendo desde hace años la legalidad internacional es Japón. De momento Watson está en prisión en Groenlandia a la espera de la decisión del gobierno de Dinamarca sobre su extradición a Japón.
Paul Watson es un activista muy conocido en el mundo ecologista. Fue uno de los fundadores de Greenpeace, y participó muy activamente en sus campañas contra la caza de ballenas, y de focas. Abandonó la organización por discrepancias internas, y montó Sea Shepard, con cuyos barcos persiguió de forma sistemática a los balleneros japoneses en la Antártida, con numerosas acciones de carácter no-violento.
Una de aquellas acciones es la excusa con la que Japón trata de justificar su petición de extradición. En realidad se trata de la caza y captura de un activista para crear un precedente que ponga fin a las protestas contra la caza de ballenas por parte de Japón. Watson es un símbolo, y Japón trata de eliminar ese símbolo para ganar definitivamente una guerra que de momento se mantiene en tablas.
Más allá de las diferencias entre organizaciones, o de las polémicas que Paul Watson genera, lo cierto es que en este momento lo que Japón está persiguiendo, y tratando de criminalizar, es al ecologismo en su conjunto, y en particular a la defensa de las ballenas.
Por eso es hora de cerrar filas con Paul Watson. Las ballenas merecen vivir, y por ello debe acabar su caza ilegal. Watson no es culpable sino víctima de una persecución injusta. No es momento de dejarle solo. Ahora todos somos Paul Watson.
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