Opinión
'Pandora' y el voto bueno de Vargas Llosa
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
Lo peor de los papeles de Pandora, como en los de Panamá u otras informaciones similares, es siempre la aparición de políticos o cargos institucionales. En los que hemos conocido este domingo, no damos abasto con tanto mandatario y exmandatario, la mayoría de América Latina, pero también alguno europeo y, entre ellos, la sombra siempre alargada de Juan Carlos I, aunque sea a través de su examante Corinna Larsen: parece que allá donde existan chanchullos fiscales, está nuestro emérito dándose un festín.
Vaya por delante el inciso de que en la lista de usuarios de paraísos fiscales que ayer se publicaron en El País y otros medios, la mayoría de hombres es abrumadora, particularmente, en el lado institucional y/o político. Por supuesto, siempre he reivindicado el derecho de las mujeres a ser tan malas, corruptas, ineptas o ambiciosas como ellos y en igualdad de condiciones, pero esto viene a demostrar, una vez más, que el poder global sigue siendo masculino.
Desconozco cómo será la reacción de la opinión pública -que no está toda en las redes sociales, ni mucho menos- ante semejante demostración de maltrato a los países propios por parte de quienes los gobiernan o los han gobernado: cada país tiene sus leyes y cada sociedad reacciona como puede ante semejante alarde de egoísmo y deshonestidad por parte de los políticos. Y no me vengan con que tener cuentas en un paraíso fiscal es legal si tienes informada a Hacienda porque ese término, "paraíso fiscal", no es aleatorio, sino que significa lo que significa: el lugar donde se pagan menos impuestos o no se paga ninguno. Llevar tu patrimonio a un paraíso fiscal es hurtar dinero al erario de tu país y no hay más vueltas que darle, seas político o no, aunque en el primer caso resulte fuera de toda ética y debiera suponer la expulsión inmediata del cargo público, si lo hubiere, o la retirada de la pensión y cualquier honor públicos que se tuvieran.
Son tres los jefes de Estado latinoamericanos en activo que aparecen en los papeles de Pandora y que han sido empresarios de éxito y millones y que tienen en común haber sido empresarios acaudalados: el de Chile, Sebastián Piñera; el de Ecuador, Guillermo Lasso, y el de República Dominicana, Luis Abinader. Además, en las informaciones surgen expresidentes como los de Colombia César Gaviria y Andrés Pastrana (éste que estuvo de invitado estelar en la Convención del PP); el de Perú, Pedro Pablo Kuczynski; el de Honduras Porfirio Lobo; el de Paraguay, Horacio Cartes, o los de Panamá, Juan Carlos Varela, Ricardo Martinelli y Ernesto Pérez Balladares. La mayoría de ellos son de derechas. Hombres de derechas con excelentes relaciones con EE.UU. y a los que seguramente, de ostentar todas esas nacionalidades, les habría votado Mario Vargas Llosa.
Los españoles, en este sentido, también tenemos nuestra cruz y es cierto que no estamos para dar lecciones a nadie. En España mantenemos a un monarca que conserva su título de rey, que es defendido en tribunas institucionales como el hacedor de la imperfecta democracia española y que vive huido en Emiratos Árabes, pero que podría venir a España cuando quisiera si no le diera vergüenza hasta a su hijo Felipe VI, cuyo conocimiento de la fortuna ilícita de Juan Carlos I está tan ampliamente demostrado como el dinero de su padre disfrutado.
Votar bien no es votar lo que al ínclito Vargas Llosa le parece correcto y que seguramente, vendrían siendo la mayoría de estos señores de los papeles de Pandora, que prefieren no pagar impuestos en sus países -muchos con unas tasas de desigualdad y pobreza alarmantes- y ahorrárselos fuera para engordar sus fortunas. Votar bien es votar con todas las garantías de transparencia e información sobre los y las candidatas a los cargos públicos, así como de sus intenciones programáticas. Si aun conociendo todo esto, les votas, no es que votes mal: es que o eres de los suyos o tienes un problema. Y eso pasa, ya lo creo que pasa.
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