Opinión
Odiseas migratorias
Por Pepe Viyuela
Actor
-Actualizado a
He leído recientemente dos libros intensamente relacionados con la cuestión de los refugiados y que, sin duda, recomiendo. Se trata de “Partir para contar” de Mahmud Traoré y Bruno Le Dantec, y de “Refugiado”, de Emmanuel Mbolela. Ambos han sido publicados por la editorial Pepitas de Calabaza.
En ellos se recoge la experiencia migratoria de sus autores, desde que partieron de sus respectivos países de origen, Senegal y la República Democrática del Congo, hasta que lograron llegar a sus lugares de destino en la próspera Europa.
Ambas odiseas retratan el calvario, las penurias, la injusticia y el maltrato sufridos a lo largo de la travesía, sus inevitables contactos con mafias y realidades que no podemos decir que ignoremos, pero que, a lo que se ve, no son dignas de nuestra atención ni de la de nuestras instituciones, al menos hasta el punto de ponernos manos a la obra en implementar soluciones. Y ambos relatos acaban con la frustración de llegar a un lugar donde nada es lo que pudiera ser.
La conclusión es que a los migrantes africanos que llegan a nuestras fronteras en busca de una vida mejor; a aquellos que nunca llegaron porque perecieron en la travesía, convirtiendo el mar y el desierto en una inmensa fosa común; a todos aquellos que permanecen años varados en cárceles o guetos a la espera de poder dar el último salto que les permita llegar a Europa; a todos aquellos que llegan a la meta y son recluidos en centros de internamiento para extranjeros; a todos esos hombres y mujeres que solo buscan sobrevivir, escapar del horror o mejorar sus condiciones de vida, les estamos dando la espalda.
Y, mientras tanto, el problema sigue creciendo y las migraciones forzosas son uno de los mayores problemas de nuestro tiempo. El número de personas refugiadas se hace cada vez mayor y aunque, en el caso de Ucrania, Europa se haya apresurado a buscar soluciones de acogida y apoyo, en el de los africanos llevamos demasiados años asistiendo a escenas trágicas y a situaciones de injusticia y dolor. Hay que plantearse seriamente el porqué de esta diferencia de trato, porque resulta bastante sospechosa.
Poco hace Europa a la hora de buscar soluciones que ataquen la raíz del problema. Cabe preguntarse si lo que más ayudaría a evitar la ruina de África no sería dejar de intervenir negativamente en sus economías. Lejos de hacer eso, seguimos esquilmando sus recursos, continuando así la tradición colonial que nos hace creernos dueños del planeta y que nos lleva a apropiarnos de lo que no nos pertenece.
El colonialismo ha derivado en demasiados países de África en estados fallidos. Con la descolonización no ha desaparecido la negativa influencia de las viejas metrópolis y no han dejado de llevarse a cabo injerencias en las excolonias, contribuyendo en algunos casos en colocar en el poder a líderes títere, que siguen al dedillo las instrucciones de multinacionales, dedicadas a explotar los enormes recursos de sus países. La sombra del hombre blanco sigue dibujando el mapa de la desigualdad y la injusticia en África.
El viejo colonialismo no ha muerto y continúa presente en la intención explotadora de todo un continente. África es un lugar demasiado rico como para dejarlo en manos de los africanos, ese parece ser el pensamiento de nuestro civilizado mundo próspero. Y mientras tanto, se pretende que sus habitantes permanezcan allí, sin moverse, habitando la miseria a la que les estamos condenando.
Tanto Emmanuel Mbolela como Mahmud Traoré han escrito sus libros para contarnos lo que significa ser migrante, en la confianza de que reaccionaremos y evitaremos que esta situación siga prologándose y cese el dolor de tantos seres humanos.
Dice Mbolela: “Somos seres humanos a los que se les niega la humanidad. Nuestro único delito es haber emprendido el camino a Europa. Los migrantes que consiguen escapar de la muerte en el desierto quedan varados en los países del norte de África, como Marruecos y Libia, donde sufren un trato cruel y degradante. Mientras que los que logran cruzar el Mediterráneo y llegan a territorio europeo son acogidos en centros de detención donde son víctimas de actos de violencia física y psicológica indescriptibles antes de ser deportados a sus países de origen.
Me alegro de que mi libro se publique en lengua española, lo que me permitirá conocer al público de España, un país que comparte la frontera marítima con África y cuya población convive cotidianamente con los padecimientos de personas en busca de libertad llamados migrantes.”
Tras un viaje plagado de penurias y abusos, y de sufrir en su carne la injusticia, su lucha continúa. Pero Mbolela y Traoré siguen clamando en el desierto. Los oídos de los europeos parecen estar sellados para los africanos, nos interesan enormemente sus recursos naturales, su riqueza, sin embargo, la mayor de todas, la que representan los seres humanos, es despreciada y ninguneada.
La Fortaleza Europa se blinda contra la inmigración africana con el discurso populista del efecto llamada, pero al tiempo nutre su economía con la explotación de sus recursos y de sus seres humanos en trabajos con condiciones que se asemejan a las de la época de la esclavitud.
Les invito a que lean y escuchen sus palabras, es lo menos que podemos hacer por ellos.
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