Opinión
Los nuevos ninis y las migraciones
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
Últimamente se vuelve a hablar de la juventud como en 2010 se hablaba de los ninis. Las personas, principalmente las que tienen hijas o nietas explican cómo ellas eran mucho mejores cuando eran jóvenes. “La tecnología ha desvirtuado las relaciones. Las personas jóvenes consumen basura digital, ven esas influencers que son personajes ridículos que no aportan nada, todo el mundo puede ser influencer. Además, no salen de casa, se pasan el día jugando a la maquinita, etc.”. Todo esto por no hablar de la supuesta desaparición de la cultura del esfuerzo.
La realidad es que parece que la juventud siempre ha estado denostada, como si fuera necesario destrozar a las nuevas generaciones para asegurar la supervivencia de la especie. ¿En serio se puede creer que Vegetta o Dulceida son mucho peores que Belén Esteban? Por lo menos ahora la gente joven puede elegir entre muchas opciones. Y no olvidemos que esta generación vive inmersa en un relato distópico permanente, con pandemia incluida, que están consiguiendo remontar dentro de un sistema que no está preparado para apoyarles -empezando por la escasez de atención en salud mental disponible.
La realidad es que nuestra sociedad está cada vez más envejecida. Somos cada vez más personas mayores y menos jóvenes. Además, nos conservamos mejor y los 50 son los nuevos 30 - por desgracia, con 30, la mayoría de la gente casi no tiene para vivir de forma independiente, por lo menos en las ciudades. Esta sociedad de edad media avanzada vive atemorizada por el cambio. Es comprensible si hablamos de personas de 80 años que han vivido el tsunami de la evolución digital de la nada a la inteligencia artificial. ¿Pero el resto?¿Por qué tanto miedo?
Sea como fuere, se juzga a las personas jóvenes, a las que no se les ofrece demasiado, y se acepta el miedo a las nuevas generaciones como elemento inherente al equilibrio social. Y, por cierto, inciso, en este contexto, cuando la persona en cuestión además de ser joven es extranjera y además tiene un fenotipo que la identifica como inmigrante, el miedo se puede convertir en odio injustificado. Hace ya un tiempo, me comentaba una de las responsables de programa de la Fundación Raíces que en su larga experiencia como mediadora nunca se había encontrado con un colectivo tan vapuleado como los jóvenes migrantes.
El caso es que además de tener miedo a la gente joven, se la prejuzga, sin darle la oportunidad de que exprese su opinión. Hay cientos de jóvenes en las redes sociales contando cosas pero en general sólo son escuchadas por comunidades jóvenes. De ahí la importancia de un trabajo que acaban de publicar varias organizaciones internacionales resultante de una encuesta que se ha llevado a cabo para preguntar a los jóvenes que piensan de las migraciones y de las comunidades migrantes. El espacio de debate está tan cargado y tan intoxicado que las respuestas están llenas de contradicciones, pero son más coherentes que las que se podría esperar de un adulto. Obvio, hay mucho menos miedo. La impresión de los jóvenes es que hay mucha gente migrante, quizás demasiada. Sin embargo, quieren sociedades diversas, en todos los sentidos. Quieren que sus hijos “en un futuro vayan al colegio con muchos migrantes, con más culturas”. Es curioso cómo los datos de esta encuesta desmontan la percepción que se está creando de que las nuevas generaciones son más reaccionarias y xenófobas. Es cierto que los datos en otros países no son tan positivos, sobre todo los de Dinamarca, que lleva desde los tiempos del éxodo sirio naturalizando el maltrato al inmigrante, sobre todo al árabe. Con relación a la migración, la juventud de España es más generosa y abierta, lo cual quiere decir que las narrativas corrosivas sobre la inmigración de los partidos xenófobos no han llegado a calar del todo en nuestra sociedad, corroborando los datos publicados por el estudio de percepción publicado por More in Common en 2022, que es lectura recomendada.
Después de leer los resultados de esta encuesta realizada, entre otras, por Alianza por la Solidaridad me he sentido llena de esperanza, la verdad sea dicha. Por un lado me parece fantástico que alguien se preocupe por preguntar a la gente joven qué piensa. Por otro, la audacia, la diversidad y el inconformismo que destila me devuelven la ilusión por una juventud fuerte y con criterio propio. Son el presente que afinará el futuro, y la sociedad que demandan me representa. Menos mal.
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