Opinión
Negros
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
El 29 de marzo Pablo Iglesias anunciaba el fichaje de Serigne Mbayé, del Sindicato de Manteros, para su lista como candidato de Unidas Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Mbayé, español afincado en Madrid que llegó en patera a Tenerife en 2006, es un conocido activista por los derechos de los migrantes y contra el racismo y, que en este momento, regenta un restaurante montado con otros socios.
Serigne Mbayé es de raza negra. Es negro y es migrante, y ambas circunstancias desataron la locura entre los racistas y xenófobos declarados de ultraderecha y a esos otros del “Yo no soy racista, pero...”. Mbayé, que dio entrevistas a Público y otros medios, admitió que el acoso que estaba recibiendo desde que fichó por Unidas Podemos era de unas dimensiones completamente desproporcionadas para un país y su capital, que tienen la multiculturalidad y la diversidad como señas de identidad.
Además, Mbayé mostró su amplio conocimiento sobre las estrategias del racismo, la xenofobia, la aporofobia... que emplean los neofascistas trumpistas y que se están normalizando de forma muy preocupante entre la opinión pública. El discurso de Mbayé, sosegado, pedagógico y muy argumentado, refleja a la perfección por qué Iglesias lo ha incluido en su lista si, como dice, se ha comprometido a trabajar por la igualdad plena de los colectivos a los que representa su candidato.
La normalización del discurso de odio, a veces encubierto a veces no, es uno de los grandes males de la (pre)campaña electoral en Madrid, aunque se ha generalizado ya por toda España, sobre todo, donde Vox pincha y corta sobre los gobiernos del PP. Lo vimos en Andalucía con las (no) políticas de Memoria Histórica, en Murcia con el ‘pin panteral’ y en Madrid con el abrazo general al trumpismo de la presidenta Díaz Ayuso, que ha debilitado, incluso, las posibilidades de Vox en Madrid.
La asunción de esos postulados ha llevado al PP nacional a intentar superar a Vox por la derecha para sumar votos, pero como no hay margen ni arcén siquiera, han ido a decir lo mismo y el responsable de Comunicación online del PP nos ha sorprendido (poco) con un tuit que para sí soñara Ortega Smith y en referencia al candidato tumbado judicialmente y a Mbayé: «Toni Cantó no puede ir en las listas de la Comunidad de Madrid. El portavoz del Sindicato de manteros sí. Matrix está fallando». Parece que hay ciudadanos de primera que pueden saltarse la ley y ciudadanos de segunda, sin derechos, aunque cumplan la ley escrupulosamente. ¿Lo entienden ya?
Hace dos días, The Washington Post, ese diario estadounidense socialcomunista bolivariano, dedicó un amplio reportaje a analizar el preocupante aumento del que llaman “terrorismo doméstico”, el de casa, en 2020 y lo que llevamos de 2021 tras alcanzar su punto álgido con la cercanía electoral -que se saldó con su derrota- y la ofensiva nacionalpopulista de Trump y su potente carga de xenofobia, misoginia y racismo.
Los datos del Washington Post, recopilados por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, con sus siglas en inglés) y analizados por los periodistas O’Harrow, Ba Tran y Hawkins, concluían que “los incidentes de terrorismo doméstico se han disparado a nuevos máximos en Estados Unidos, impulsados principalmente por extremistas supremacistas blancos, antimusulmanes y antigubernamentales de extrema derecha”. “El trauma es una forma de vida para nosotros. Así que lloramos, pero seguimos avanzando”, dice a The Washington Post Kenneth Robinson, pastor de una de las varias iglesias predominantemente negras atacadas por la extrema derecha.
El extenso y documentado reportaje incluye testimonios de víctimas del neofascismo trumpista y ofrece claves muy interesantes sobre lo que supone la normalización y hasta el blanqueamiento de los discursos de los políticos ultraderechistas. Por ejemplo, sostiene que los datos publicados este lunes por el CSIS (“una de las mejores fuentes públicas de información” sobre este terrorismo) recogen el golpe de Estado al Capitolio el 6 de enero como uno de los once incidentes neofascistas solo ese mes. Pero en relación con esto, subraya “una mayor participación en ataques y complots de extrema derecha por parte de miembros del servicio militar, veteranos y oficiales de policía en activo y retirados” algunos de ellos que participaron en lo del Capitolio.
“El 6 de enero no fue un evento aislado”, advirtió el director del FBI, Christopher A. Wray, tras el golpe de Estado en Washington y subrayó la necesidad de fijar como prioridad de la seguridad nacional la lucha contra este “terrorismo doméstico”, que tiene como principales objetivos a una nutrida representación de la sociedad de EE.UU., incluidos negros, judíos, personas LGTBQ, asiáticos y otra gente de varias razas. “Decenas de instituciones religiosas como mezquitas, sinagogas e iglesias negras, así como clínicas de aborto” han sido también atacadas por este fascismo del siglo XXI, muy potente en las redes sociales y alentado desde la Casa Blanca en la etapa de Trump.
No obstante, salvo que los ataques conlleven víctimas, en muchos casos quedan sin autoría conocida por la tendencia a actuar de forma independiente aun pertenecientes a grupos bien organizados de ultraderecha como el KKK, los Aryan Cowboys y la Base (67 ataques desde 2015, según el Washington Post).
La espiral de violencia en EE.UU. continúa, acrecentada por el importante apoyo electoral (60 millones de votos) que obtuvo Trump, pese a la victoria de Biden. Una de las razones decisivas de este incremento de violencia es el hecho de contar con apoyo institucional al más alto nivel, y esto es extrapolable a todos los países, sea EE.UU., Italia, Francia, Grecia o España, países donde la extrema derecha se hace fuerte con su nexo común de xenofobia, racismo, misoginia u homofobia y las peculiaridades de cada una en función de la idiosincrasia de los países.
Por eso en las elecciones de Madrid nos jugamos tanto. Lo sabe Mbayé y lo sabemos todas.
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