Opinión
Masacre 'made in Spain'
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
Cientos de cuerpos jóvenes y negros apilados al pie de la valla. Esa es la imagen que define lo que sucedió hace dos años en Melilla. “Un Madrid Arena”, no, ¡mucho peor! Recuerdo abrir mi intervención de un programa nocturno de máxima audiencia de Telecinco refiriéndome a eso: “Si esto hubiera tenido lugar en un festival de música y los muertos fueran franceses, ahora mismo las banderas habrían estado a media asta, no solo en España si no en toda Europa”. Pero las vidas negras no valen igual que las blancas, y las vidas africanas no valen igual que las europeas. Y en la escala de deshumanización, “joven negro africano” es el escalón más malherido.
Durante bastantes días, no supimos bien que había pasado. Parece ser que el mismísimo Ministerio del Interior tampoco. Supimos de los muertos que reconoció el Gobierno de Marruecos con cuentagotas y, al rato, empezaron a aflorar los desaparecidos, una lista que se iba ampliando por decenas cada día. Las últimas informaciones publicadas hablan de 77 personas. Pero habrá más desaparecidas, aquellas personas cuyas familias no sepan que llegaron a Melilla, aquellos jóvenes cuyos amigos también desaparecieron ese fatídico 24 de junio.
Llegamos a pensar que Marlaska dimitiría o lo dimitirían, esta vez la barbarie necesitaba de acciones contundentes. Pero el Ministerio del Interior gestionó la crisis de una forma magistral. No en vano es el espacio de gobierno que más cromos tiene para cambiar. Cromos son informaciones que se intercambian entre fuentes ministeriales y periodistas. Tú me das una, yo te doy otra. Desde comunicación de Interior fueron soltando la información con cuentagotas durante meses, de tal manera que la foto completa nunca se podía ver. Las propias investigaciones y pesquisas del Congreso, de la Fiscalía y del Defensor del Pueblo formaron parte de esta película a la que le faltaban muchos fotogramas. Después de meses de informaciones caóticas y descontextualizadas, la opinión pública estaba agotada del tema y el interés mediático potencial había muerto.
En octubre de 2022 nos encontramos un grupo de periodistas en el Congreso de Mérida, el único evento internacional de periodismo de migraciones del mundo. Tantos meses después seguía habiendo muchas incógnitas. Muchos habían visitado Melilla, trabajaban ya juntos y tenían algunas claves, pero faltaba información contrastada y sobre todo orden. Al poco rato salió la BBC con el primer reportaje que recopilaba lo sucedido y presentaba, por primera vez, todas las evidencias ya existentes de una forma lógica y comprensible. En noviembre de 2022, apenas un mes más tarde, salía la gran investigación, fruto del consorcio final resultante de aquel encuentro en Mérida, que conseguía reconstruir con mucho detalle lo que había sucedido aquel día. Pudimos confirmar que la policía marroquí empujó la columna de más de 1.500 personas hacia la valla, que hubo, como mínimo un muerto en suelo español, y alguna cosa más. El reportaje era impresionante pero el impacto de la noticia, y hablo de datos de lectura o visionado de las informaciones, no estuvo a la altura de la investigación; la fina campaña de Interior consiguió su cometido.
A día de hoy ya se saben más cosas. Los aniversarios sirven para recordar lo que queremos y no queremos ser y, dentro de ese pack, seguir luchando por que se desvele la verdad. Varias fuentes del Gobierno han confirmado que Marruecos usó a estos más de 1.500 jóvenes, la mayoría sudaneses que huían de la guerra y querían pedir refugio en España, para presionar al Gobierno español. Como si fueran canicas, los lanzaron a la valla y ahí los asesinaron con gases y porras. El Gobierno de España, con el inestable apoyo de la UE, premió el susto soltando más dinero a Marruecos, 500 millones de euros un mes más tarde. Desde entonces ya no hay personas negras cerca de la valla. Las paran antes. Las encierran, las maltratan y maniatadas las trasladan al desierto y las abandonan. A veces les lanzan perros. No puedo evitar pensar que quizás también Marlaska vio de cerca su cese y resolvió diligentemente. Las muertes de migrantes son consideradas desde hace una decena de años como un daño colateral inevitable, pero el caos… el caos penaliza. Y eso es lo que se vio el 24 de junio de 2022: el caos insostenible que las políticas de control migratorio europeas están logrando. Ahora, como si fuera suciedad debajo de la alfombra, ya no lo vemos, pero sigue estando. El día menos pensado explotará como una enorme fuente de horror y miseria. Hasta que eso suceda, el 24 de junio seguirá siendo la mayor masacre acontecida en una valla europea. Made in Spain.
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